Jiribilla por Alejandro Brofft. CDMX y la maldición del perro de las dos tortas
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Jiribilla por Alejandro Brofft. CDMX y la maldición del perro de las dos tortas

Jiribilla por Alejandro Brofft: Contrario a lo que muchos creen, el Antiguo Palacio del Ayuntamiento no es el camino natural que conduce a Palacio Nacional. Quienes lo han intentado, fracasaron.

Opinión adn40 Actualizado el 02 junio 2022 17:39hrs
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Escrito por: Alejandro Brofft
Jiribilla Alejandro Brofft
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Jiribilla por Alejandro Brofft: Desde que surgió la figura del jefe de Gobierno de la Ciudad de México en 1997, todos quienes han sido electos para dicho cargo fueron seducidos por la idea de mudar su despacho del Antiguo Palacio del Ayuntamiento al Palacio Nacional. Ahí está el juego sucesorio: Cuauhtémoc Cárdenas, Andrés Manuel López Obrador, Marcelo Ebrard y Miguel Ángel Mancera. Los cuatro fracasaron en el propósito.

Habrá voces que busquen diferenciar al actual primer mandatario. Sin embargo, él ganó 13 años -y dos días- después de haber dejado el gobierno del entonces Distrito Federal. ¿Qué hizo en todo ese tiempo? Encabezó lo que llamó un “movimiento de resistencia civil pacífica”, fundó el partido Morena y recorrió por lo menos tres veces toda la República Mexicana -lo que, por cierto, ningún político ha hecho hasta ahora.

Con excepción del hoy canciller Ebrard, ningún jefe de Gobierno ha terminado su encargo. Cárdenas le cedió el poder a Rosario Robles, AMLO a Alejandro Encinas y Mancera a José Ramón Amieva. Eso sí, todos en su momento distrajeron su atención de los problemas y necesidades de la capital por andar pensando en la carrera grande.

El juego de las corcholatas

En julio de 2021, el presidente López Obrador dio el banderazo de salida para la sucesión presidencial de 2024. “Ya no hay tapados. Yo soy el destapador y mi corcholata favorita va a ser la del pueblo”, dijo. Mencionó entonces varios nombres: Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Juan Ramón de la Fuente, Esteban Moctezuma, Tatiana Clouthier y Rocío Nahle. La lista incomodó a uno que otro excluido, claramente a Ricardo Monreal, quien fue nombrado en fechas posteriores al igual que Adán Augusto López y Rosa Icela Rodríguez.

El adelantado juego de las corcholatas cambió drásticamente a la actual jefa de Gobierno que, indiscutiblemente, se siente atraída por la idea de ser la primera mujer en llevar la Banda Presidencial de nuestro País. Desde su arreglo personal y hasta las políticas públicas cambiaron drásticamente de un instante a otro. Ejemplo: las medidas sanitarias para atender la crisis por COVID-19 fueron modificadas de tal manera que Sheinbaum pudiera regresar de manera inmediata a los recorridos y los mítines.

Ahí se encontró con el canto de las sirenas: “¡Presidenta, presidenta!”. No hay político que se resista a tal exaltación al ego. Claudia Sheinbaum asumió el por ahora inexistente cargo de precandidata y lo puso por encima del encargo para el que fue electa en julio de 2018. La decisión es un error que debe enmendar cuando antes.

En el mes de mayo, la jefa de Gobierno se ausentó de la Ciudad en varias ocasiones para acompañar a los candidatos de Morena que este fin de semana se juegan una gubernatura. “Este sábado estaré en Oaxaca…”, “He pedido permiso…”, “He solicitado el descuento del día…”; dio a conocer a través de Twitter. Las interacciones en la propia red social dejaron ver que un importante número capitalinos no quedó satisfecho con un: “La ciudad está a cargo de @martibatres y el gabinete” o “@martibatres y todo el equipo están a cargo. Pendiente siempre.”

Ahora, toda la conversación pública sobre ella gira en torno a sus esfuerzos como aspirante y no a sus decisiones como gobernante. Desgaste puro. Tal es el impacto negativo que ha recibido su figura que en algunas columnas políticas ya se habla de su renuncia para convertirse en la presidente nacional de Morena.

La historia nos ha dejado dos lecciones: La primera, que tener capital político en la capital del País no es suficiente para ganar en el resto del País. La segunda, que la jefatura de Gobierno no es el escalón natural para llegar a la Presidencia de la República. A esto hay que sumar un asunto de principios: la Ciudad de México no merece ser utilizada como un objeto de uso que se bota cuando más convenga a los intereses personales.

Claudia Sheinbaum debe entender esto. Este lunes, una vez pasado el proceso electoral, tiene la última oportunidad para decidir si quiere trascender como jefa de Gobierno o si prefiere correr el riesgo de sumarse a la lista de los que se han quedado como el perro de las dos tortas. Al tiempo.

Jiribilla por Alejandro Brofft
@AlejandroBrofft

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