Alejandra de Gales, la princesa antecesora de Diana que puso de moda la cojera y visitó al Hombre Elefante

En el siglo XIX, la nuera de la reina Victoria forjó el rol que después haría famoso Diana y que ahora lleva a cabo la princesa Kate.
Alejandra princesa de Galesnbsp
Alejandra, princesa de Gales GETTY

Hace más de cien años, la tatarabuela del rey Carlos III moldeó el personaje de mujer comprometida con los desfavorecidos que hoy sigue asociándose al título de princesa de Gales. En mayo de 1887, la princesa Alejandra aprovechó la inauguración de dos edificios en el Hospital Real de Londres para visitar al Hombre Elefante, Joseph Merrick, un inglés de 24 años que se había hecho famoso por sus malformaciones. 

Paseado durante años como fenómeno en las ferias ambulantes, Merrick había conseguido mejorar su suerte a raíz de un encuentro casual con el cirujano Frederick Treves. El doctor se hizo amigo suyo y le ayudó ser admitido en el hospital de Londres, donde hasta su muerte tres años más tarde pudo dedicarse a leer novelas de Jane Austen y llevar la vida tranquila que deseaba. 

La princesa de Gales también quiso apoyarle. Según recogen distintas biografías, la esposa del entonces príncipe heredero Eduardo (luego rey Eduardo VII) se sentó a hablar con él en su habitación y le regaló un retrato suyo firmado. Cada año a partir de entonces, la princesa Alejandra le enviaba un tarjeta de Navidad. 

La visita de la princesa alentó la de otras personas de la alta sociedad y culminó el arco narrativo de Merrick, a quien solo dos años antes se había expuesto como la atracción principal de una tienda de curiosidades situada frente al hospital. También prefiguró las visitas a enfermos de sida de la princesa Diana, quien llevaría más lejos el gesto de su antecesora  y ayudaría a combatir el estigma de esa enfermedad estrechando las manos de los enfermos.

Quizás debido a los problemas de salud que ella misma sufrió a lo largo de su vida (la princesa padeció sordera y una fiebre reumática la dejó coja) la nuera de la reina Victoria estaba muy comprometida con la comunidad médica y dedicó mucho tiempo y esfuerzo a colaborar con el Hospital Real de Londres. Tanto se interesaba por la salud de los pacientes, que parece ser que incluso asistió a algunas operaciones. 

La princesa Alejandra también fue determinante en la implementación de algunos avances médicos. En mayo de 1900, la princesa presentó al equipo del Hospital Real la lámpara de Finsen, un aparato pionero en el uso de luz ultravioleta para tratar el lupus que había visto utilizar durante una visita a su país natal, Dinamarca (Alejandra era hija del rey Cristián IX). Los médicos no quedaron muy convencidos con el invento, así que la princesa presionó al hospital para que enviara a dos representantes a Copenhague a comprobar las bondades del invento. Poco después, el Real Hospital de Londres instaló una lámpara. 

Alejandra fue una princesa de Gales tremendamente popular. Era el adecuado contrapunto de su suegra, la reina Victoria, enlutada y enclaustrada en palacio desde la muerte de su amado marido. La princesa Alejandra era alegre, elegante, y disfrutaba de la vida social. Fue muy aficionada a la fotografía, un hobby que al igual que la actual princesa de Gales, Kate Middleton, puso al servicio de sus causas sociales, publicando algunos de sus trabajos con fines benéficos.

Aunque de origen extranjero, los británicos la quisieron desde el principio y se pusieron de su parte cuando las numerosas infidelidades de su marido con mujeres como Alice Keppel, bisabuela de la reina Camilla, salieron a la luz. En las apariciones públicas del matrimonio, no era raro que al príncipe Eduardo se le recibiera con abucheos y con aplausos a la princesa Alejandra, quien pese a todo siempre llevó los cuernos con bastante deportividad. Se dice que, al final de la vida de su marido, la princesa incluso permitió que Alice Keppel pudiera despedirse de él en su lecho de muerte.

Las mujeres la consideraban un referente y encargaban sus vestidos en las mismas tiendas de Londres y París que ella, copiando su estilo hasta las últimas consecuencias. Las gargantillas de perlas y diamantes que usaba para disimular una cicatriz en el cuello se pusieron de moda, y como ella cojeaba, hubo chicas de Londres que empezaron a desparejar su calzado para andar con un tacón en un pie y un zapato plano en el otro.  Para las precursoras de las Sloane Ranger, caminar con paso vacilante por las calles de la capital era la cosa más elegante.

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