Las dos bodas de Alejandra Manley: con un hombre que la convirtió en princesa y con otro que la trata como tal

Tras el sonado divorcio del príncipe Joaquín de Dinamarca, Alejandra Manley se casó con el fotógrafo Martin Jørgensen, un matrimonio más que consolidado.

Acaba de festejar el octavo aniversario de boda junto a su segundo marido, Martin Jørgensen, el apuesto fotógrafo y documentalista con pinta de actor de cine y quince años más joven. Han pasado ya ocho años desde el día en el que la entonces Alteza Real daba un sí quiero vibrante al joven con aires a Kevin Costner.

Alejandra es la madre de los nietos mayores de la reina de Dinamarca, que menos que optar por la discreción. Eso hicieron. La pareja se dio el sí quiero en una ceremonia íntima celebrada en una iglesia pequeña y romántica alejada de Copenhague. Pero si algo no fue discreto ese día de comienzos del mes de marzo de 2007 fue la explosión de alegría y felicidad de la novia. Tampoco lo fue su vestido, en concreto el escote de su segundo traje de novia. Alejandra Manley eligió un traje de seda con uno de esos escotazos tan improbables cuando se paseaba de largo por los palacios.

El día de su segunda boda no colocó una tiara de diamantes sobre el cabello negro, optó por salpicar unas flores entre el moño, y marcar poderío con la gran uve de su escote mientras miraba a Martín como si tuviera entre sus manos un bombón que rezuma chocolate por los cuatro costados. Poco importaba desaparecer de la web de la Casa Real, perder el título de Princesa de Dinamarca y el apelativo de Alteza Real, para convertirse tras la boda tan solo en su Excelencia la Condesa de Frederiksborg. Un título como de heroína de novelón ruso.

Eso sí, según informó entonces la prensa danesa, el “bombón” tuvo que firmar un pacto prematrimonial en el que renunciaba a reclamar una parte de los bienes de la Condesa de Frederiksborg. O sea, que tras un divorcio se iba a casa con lo puesto.

UNA CHINA EN LA CORTE DANESA

A pesar de sus ojos rasgados, postura enigmática y el porte del místico Oriente, la condesa de Frederiksborg, aunque nacida en Hong Kong, solo tiene una abuela de origen chino, la abuela paterna.Durante diez años brilló en la corte danesa de los Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glücksburg : siempre la más elegante, la más hermosa, la más exótica, impecable con sus trajes de Chanel o envuelta en sedas chinas para las galas, aficionada a los cuellos mao, tan orientales, no precisaba de grandes escotes para sobresalir como la más seductora de la fiesta.

El día de su primera boda con el Príncipe Joaquín de Dinamarca, el hijo segundo de la reina, Alejandra Manley desfilaba como una princesa de cuento. Había elegido un traje con cuello chimenea y gran sobrefalda; sujetaba el velo con la tiara de diamantes de lágrima, regalo de su suegra y con más historia que brillantes. Era la imagen de la felicidad cuando arrancaba el vals entre los brazos del príncipe.

Hasta que apareció en la vida del príncipe un personaje inaudito, la actual princesa Marie. Cómo se puede dejar a Alejandra Manley por Marie Cavallier es una de esas incógnitas insondables de los observadores de las Casas Reales. La cuestión es que así fue, se divorciaron en 2005. El príncipe le regaló una estupenda casa en un exclusivo barrio de Copenhague, (además de una liquidación por daños y perjuicios) ; la reinal legó la tiara que lució el día de su boda y un título vitalicio y los contribuyentes unos 250.000 euros anuales.

LOS EUROS DE LA POLÉMICA

Esos 250.000 euros escuecen en los bolsillos de los daneses que no entienden por qué una mujer que es economista, hija de un brillante empresario, ** con grandes posibilidades de ganarse la vida por sí misma y que ya no forma parte de la Casa Real debe seguir cobrando del erario público.** También se han levantado voces alegando que se trata de la madre de los nietos mayores de la reina y que al menos se debería esperar a la mayoría de edad de Nicolás.

Donde no hay polémica tras ocho de matrimonio y de conformar una familia con los dos hijos de su mujer es en el corazón de Martín "Me enamoré de Alejandra porque es increíble. Basta con mirarla, es muy hermosa y también hábil y competente en todo lo que plantea. Como pareja nos complementamos e incluso competimos acerca de nuestras habilidades”. Y Martin, cual Melanie enamorada, se tatuó no solo el nombre de la amada, también durante dos años llevó el de sus hijos, Nicolás y Félix. Por si había alguna duda de que aquel día de marzo en la iglesia de Øster Egede decía sí a una familia al completo.

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