Mi primera formación fue netamente humanística, primero a través de las lecturas fomentadas por mi padre principalmente en historia y literatura y, posteriormente, en mis estudios de ciencia política en el Tecnológico de Monterrey que, contrario a lo que muchos podrían pensar, su énfasis no fue técnico sino netamente de liberal arts.

En los años universitarios me encontré con una doble tradición difícil de sintetizar: por un lado, la formación neomarxista de la teoría crítica que recibí en la universidad; y, por otro, las lecturas de Platón, Aristóteles y Tomás de Aquino dirigidas por un grupo de sacerdotes excepcionales. De la primera tradición me provocaban con gran fuerza las preguntas que planteaban, mientras que de la segunda su rigor metodológico y compromiso con la verdad. Desafortunadamente, tales preguntas y tal método no alcanzaban conexión. Para ese entonces yo ya tenía diez años de docencia de filosofía en bachillerato con una pasión especial por la antropología y con una inquietud central sobre el problema del miedo y la soledad interior como eje estructural del hombre y la sociedad posmoderna.

Viajé a Pamplona con la esperanza de encontrar en la Universidad de Navarra coordenadas más adecuadas de filosofía cristiana en orden a resolver mis inquietudes. El encuentro con el pensamiento de Leonardo Polo me abrió un horizonte metodológico para ampliar la tradición de la filosofía clásica y dar respuesta en sus propios términos las inquietudes de la filosofía moderna.

Después de seis años de investigación doctoral, publiqué en 2017 Genealogía del miedo: un estudio antropológico de la modernidad (Pamplona: Navarra) donde desarrollo una explicación de lo que llamo la crisis antropológica de Occidente; y en 2020 Ser y don: una teoría antropológica del juego (Madrid: Sindéresis) donde propongo una exploración de la estructura donal del ser personal como vía para proseguir la propuesta de Leonardo Polo y sobre todo como alternativa de abandono de la soledad existencial contemporánea.

A mi vuelta a México, me incorporé como profesor a tiempo completo en el Instituto de Humanidades de la Universidad Panamericana de la Ciudad de México. Posteriormente gané por concurso una plaza de investigación en «Filosofía de la educación» en el CISAV en Querétaro. La Universidad Anáhuac México me invitó a dirigir el Departamento de Antropología Filosófica donde renové el profesorado, el programa de estudios y el plan de lecturas clásicas de la antropología filosófica. Con el afán de generar un espacio de alta investigación fundé y dirigí por tres años Hápax Instituto de Ciencias de la Acción donde desarrollé una teoría de la interdisciplina radicada en la persona. Ahora he emprendido «Inner Institute» junto con otros colegas intelectuales y consultores con el fin de generar vínculos entre la investigación y el mundo de la vida en vistas a una renovación cultural en América Latina.