El enigma de Eva Braun
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El enigma de Eva Braun

Emilio de Miguel Calabia el

Estamos tan acostumbrados en pensar en Hitler como en un monstruo hambriento de poder y un megalomaníaco que sorprendió a muchos enterarse tras la II Guerra Mundial que Hitler había tenido una amante durante algo más de 15 años. La idea de un Hitler burguesote manteniendo relaciones sexuales no casaba con la idea que nos habíamos hecho de él y sigue sin casar si nos atenemos a los libros que se han escrito sobre Eva Braun, su amante.

Durante muchos años, la visión que predominó sobre Eva Braun fue la de una rubita tonta que fue seducida por un hombre 23 años mayor que ella, que la convirtió en una suerte de descanso del guerrero. Ésta fue la imagen que recogió una de las biografías más leídas sobre Eva Braun: “The lost life of Eva Braun” por Angela Lambert.

En 2010 la historiadora alemana Heike Görtemaker escribió “Eva Braun: Life with Hitler” en la que intenta romper esos tópicos sobre Eva Braun. Esos tópicos tendrían dos fuentes. La primera fue el esfuerzo por los líderes nazis, cuando fueron capturados por los Aliados, por exonerar a sus esposas y presentarlas como sencillas amas de casa que no se metían en política. Es cierto que el mundo nazi era un mundo de hombres, en el que las mujeres no ocupaban posiciones ostentosas de poder. Pero ello no impide que de puertas adentro algunas de ellas sí que ejercieran una influencia importante sobre sus maridos, como ocurrió en los casos de Magda Goebbels, igual de radical que su marido, y Anna Ribbentrop, más ambiciosa e inteligente que su marido, sobre cuya carrera influyó.

La otra razón fue que Eva Braun era detestada por muchas de las esposas del Reich, que no soportaban que para poder estar cerca del Führer tuvieran que pasar por esa advenediza. El hecho es que si no le caías bien a Eva Braun, no eras invitado a Berghof, la residencia de Hitler en la montaña. No es casual que uno de los que más contribuyó al mito de Eva la tontita fuera Albert Speer, que afirmó que Eva sería una decepción para cualquier historiador que quisiese escribir sobre ella. Otro que contribuyó a esa imagen fue Heinrich Hoffmann, el fotógrafo personal de Hitler, en cuyo estudio precisamente se conocieron y que dijo que era una persona de poco peso y una cabeza de chorlito. En la inmediata posguerra y en el contexto de a desnazificación, Hoffmann tenía interés en poner cierta distancia con Hitler y con su ex-empleada Eva Braun.

Görtemaker afirma que Eva Braun sí que tenía ideas políticas, que había asimilado el credo nazi y que idolizaba a Hitler a quien veía como el salvador de la patria alemana. Me parece creíble. Resulta difícil asumir que, después de haber trabajado para el fotógrafo oficial del Partido Nazi y ser la amante de Hitler durante más de una década, no se le hubieran pegado mínimamente las ideas nazis. Es más, es probable que las profesase desde el principio. Por otra parte, en las cenas que organizaba Hitler en el Berghof, el tema más recurrente era la política. Realmente habría tenido que ser muy tonta como para no estar un tanto al corriente de los acontecimientos. Lo más seguro es que estuviese al corriente del Holocausto. Si alemanes de a pie barruntaban que algo estaba sucediendo, resulta imposible pensar que la gente del círculo íntimo de Hitler no lo supiese.

Hasta el final, Hitler la tuvo medio oculta y sólo se casó con ella en vísperas de su suicidio. Lambert afirma que Hitler quería dar la imagen de que estaba casado con Alemania y que pensaba que la imagen de un Führer en pantuflas, leyéndoles cuentos a sus hijos, desmerecía de la imagen heroica que tenía de sí mismo. Es sabido que le enternecían los hijos de Goebbels, a los que puede que viera un poco como los hijos que él no había querido tener. Lambert opina que no quiso tener hijos porque no estaba seguro de la calidad de sus genes. Yo creo que no los tuvo, porque no quería que nada le distrajera de lo que estimaba que era su destino de salvador del pueblo alemán.

¿Cómo era su vida privada? Parece que, al menos en público, un poco fría. Herbert Döhring, que formó parte del servicio en Berghof, dice que no era una relación amorosa; su mujer estaba convencida de que se trataba de una amistad (las mujeres tienen mucho olfato para esto). En presencia de terceros no tenían muestras de afecto o de contacto físico. Cuando había invitados, Eva hacía de anfitriona. Uno de sus privilegios, que otros invitados envidiaban es que podía retirarse de las cenas cuando quería y librarse así de las interminables peroratas con las que el insomne Hitler aburría a sus huéspedes. Dormían en dormitorios separados, pero interconectados. Cuando Hitler estaba ausente, Eva se aburría y a veces se sentía en una jaula dorada. Lo de que era el descanso del guerrero tiene algo de cierto.

Cuando Hitler no estaba en Berghof, que era buena parte del tiempo, Eva hacía deporte, leía novelas baratas, fumaba (algo que Hitler le tenía prohibido), se aburría y le echaba de menos. En 1943,- un mal año para Hitler, porque fue un año de derrotas y retiradas continuas que hacían presagiar que Alemania tenía perdida la guerra-, Hitler le dijo que se buscase a otro, porque él no podía safisfacerla como hombre. Estaba demasiado ocupado, demasiado inmerso en la guerra, demasiado cansado. Esto lo afirma Speer y confirmaría que entre ellos sí que había relaciones sexuales.

Precisamente, una de las cuestiones más espinosas es la de la sexualidad de Hitler y cómo eran sus relaciones sexuales con Eva Braun. Antes que nada hay que reconocer que es muy poco lo que sabemos con seguridad sobre este aspecto de la vida de Hitler. Lo más que sabemos a ciencia cierta es que tuvo dos amantes: su sobrinastra Geli Raubal, que era 19 años menor que él y que aparentemente se suicidó en 1931 (digo aparentemente porque no todos están de acuerdo en que su muerte fuera un suicidio), y Eva Braun, a quien le llevaba 23 años. En los años 30, como figura política en alza y “salvador de Alemania” despertó fascinación entre muchas mujeres, pero no creo que se pueda demostrar que se acostara con ninguna de sus admiradoras.

Sobre la sexualidad de Hitler hay tres posibilidades: o bien era homosexual, o bien tenía la libido muy baja, o bien tenía relaciones heterosexuales normales. Lothar Machtan escribió hace años “El secreto de Hitler”, en el que defiende que era homosexual, que su relación con Eva Braun era una mera tapadera y que Eva se sentía frustrada sexualmente. Leí el libro y está bien trabado, pero no me acabó de convencer. Si Eva Braun era una mera tapadera, ¿por qué mantuvo la relación con tanta discreción que sólo su círculo íntimo estaba al corriente? Si el argumento de que estaba casado con Alemania y que dedicaba todos sus esfuerzos para el pueblo alemán, le funcionaba con los alemanes, ¿por qué no habría podido funcionarle también con su círculo íntimo? En cuanto a la frustración sexual de Eva Braun, podría explicarse porque Hitler tuviera la libido baja, algo probable teniendo en cuenta la tensión nerviosa a la que estaba sometido. Yo creo que Eva Braun y el sexo ocupaban un segundísimo lugar en sus prioridades. Primero estaban sus objetivos políticos.

Thomas Lundmark, en su libro “La historia no contada de Eva Braun”, dice que fue un matrimonio sin sexo por un problema ginecológico de Eva, el síndrome de Mayer-Rokitansky-Küster-Hauser, que hacía que las relaciones sexuales le fueran muy dolorosas. Si esto fuera cierto, Eva Braun sería la compañera ideal para un homosexual o un hombre con la libido baja. Aun así, pongo esta teoría entre paréntesis, ya que me parece que no está lo suficientemente probada.

Heinrich Hoffmann publicó en 1955 el libro “Hitler era mi amigo”. En él dice que no estaba seguro de que la relación entre Hitler y Eva Braun incluyera el sexo: “Eva se mudó a su casa, se convirtió en la compañera constante de sus horas de ocio y, hasta donde sé, eso fue todo lo que hubo (…) En ningún momento hubo ningún cambio perceptible en su actitud hacia ella que pudiera haber apuntado a que había relaciones más íntimas entre ellos.” Aquí estamos hablando de suposiciones, pero Hoffmann estaba bien situado para apreciar cómo eran las relaciones entre ambos.

Ernst Hanfstaengel que fue amigo de Hitler en los 20 y en los comienzos de los 30 publicó en 1957 “Hitler: los años perdidos”. Allí afirma que la gran energía nerviosa de Hitler no encontraba una salida normal en el sexo y que Hitler vivía en una tierra de nadie sexual. Su energía sexual la descargaba en sus ambiciones políticas.

Görtemaker, en cambio, afirma que mantenían relaciones sexuales normales. Cuenta, que en cierta ocasión vio una fotografía del Primer Ministro británico Chamberlain sentado en un sofá de Berghof y se rió traviesa, comentando que si Chamberlain supiera todo lo que había visto ese sofá… Lambert afirma lo mismo, aunque matiza que Hitler tenía la libido baja y lo mejor de sus energías las dedicaba a la política.

A pesar de todo el amor de Eva por Hitler parece que era sincero. Cuando Henriette von Schirach le sugirió que se escondiese tras la guerra, Eva replicó: “¿Piensas que le dejaría morir solo? Estaré con él hasta el último momento”. De hecho, en los últimos momentos Hitler le pidió que se quedase en Berghof, pero ella prefirió viajar a Berlín y quedarse con él hasta el final. La boda que celebraron en el búnker de la Cancillería 36 horas antes de suicidarse juntos fue el reconocimiento final de Hitler al amor y a la lealtad de su compañera de tantos años.

¿Y Hitler? ¿la amaba? Görtemaker no se atreve a asegurarlo. Simplemente no tenemos pruebas. Pero parece fuera de duda que apreciaba mucho su lealtad y el reposo que le ofrecía su compañía. Una vez dijo que Eva y su perro Blondi eran quienes le guardaban una lealtad inquebrantable. No sé si es para tomárselo como halago o como ofensa, por aquello de la comparación con un perro.

 

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