1965: el año en que todo cambió - La Tercera

1965: el año en que todo cambió

Este año se cumplen cinco décadas de una serie de hitos que transformaron para siempre la historia del rock y de la cultura popular, agrupados en un nuevo libro y protagonizados por The Beatles, Bob Dylan, James Brown, The Who y The Byrds, entre muchos otros.




El calendario más elemental de los grandes hitos del rock establecería a 1954 como el Big Bang en que Elvis comenzó todo; a 1967 como los 365 días en que los Beatles se dejaron bigotes largos para inmortalizarse en Sgt. Pepper; a 1977 como la temporada de la eclosión punk y, más reciente, a 1991 como esos meses autoflagelantes en que Nevermind despertó al planeta. Pero es probable que la secuencia le otorgue menos estelaridad a 1965, el año que quizás resume a todos los anteriores y donde se impulsaron los cambios más trascendentes en la música popular del último siglo.

“Es el momento de una primera oleada diversificadora del rock”, define Fabio Salas, el más prolífico historiador chileno de música, mientras que el escritor estadounidense Andrew Grant Jackson, pluma de medios como Rolling Stone, lo sintetizó de modo aún más concluyente en el título de su último libro: 1965: el año más revolucionario de la música.

Doce meses agitados como hervidero, con cambios sucedidos en efecto dominó, a una intensidad feroz, y que buscaron sacar al rock de su patrón estilístico reproducido desde la década anterior para empujarlo hacia horizontes creativos inéditos, que no sólo lo graduaron como una forma de arte, sino que también definieron la música que sigue sonando cinco décadas más tarde. Es el instante en que el género saltó del blanco y negro al color.

Hay un asunto de números: en el listado que la propia Rolling Stone publicó de las 500 canciones más importantes de todos los tiempos, los dos primeros puestos son para temas de 1965, Like a rolling stone, de Bob Dylan, y (I Can’t Get No) Satisfaction, de The Rolling Stones. Además, entre las primeras 50 hay ocho facturadas en ese mismo año. “No se podía encender la radio en 1965 sin escuchar un nuevo clásico”, asegura Grant Jackson a La Tercera desde Los Angeles.

Para oídos más atentos, el triunfo no sólo se remitió a las listas de éxitos. En esa temporada, los músicos comenzaron a elaborar composiciones que ya no sólo tenían a la guitarra como eje, sino que también cogían recursos de otros géneros hasta entonces ignorados, como la música docta, los sonidos de las variantes contemporáneas o el cancionero hindú. Básicamente, el rock se estableció bajo los rasgos que lo identifican hasta ahora: una expresión en constante escalada creativa, donde los que trascienden son aquellos que proponen algo distinto en cada nuevo paso.

Por ejemplo, el 6 de agosto de ese año The Beatles estrenó Yesterday, canción que se despojaba de la instrumentación más eléctrica y la remplazaba por un cuarteto de cuerdas. Aunque los violines habían sido utilizados antes por el pop, nunca una banda tan popular los había explotado como el corazón de una composición. En esa misma línea, y cuatro meses después, el cuarteto volvió a impactar con Rubber Soul, obra maestra que incluía Norwegian wood (This bird has flown), track que usaba el sitar en sus primeras líneas y que amplificaba otra tendencia: el uso de recursos de la música india, tal como ese mismo año lo hicieron The Kinks y The Yardbirds. Imperialismo artístico, pero ejecutado a la inversa, con los colonizadores aprendiendo de sus dominados.

A rodar

Y si se trata de un nuevo lenguaje, los norteamericanos The Byrds  electrificaron el folk austero de Mr. Tambourine Man, original de Dylan, y la reconvirtieron en una pieza de sutil psicodelia, arropada en un manto de acordes cristalinos. “Se convirtió en el primer número uno psicodélico de todos los tiempos e impulsó la moda de mezclar letras intelectuales con instrumentación rock. Las viejas reglas ya se habían roto para siempre”, postula Grant Jackson.

En ese ejercicio, el golpe más acertado lo dio Bob Dylan. El 20 de julio, el cantautor estrenó Like a Rolling Stone, single de poco más de seis minutos que vulneraba todas las normas de la radio estadounidense, la que hasta ese entonces incluso calificaba de exceso un track de tres minutos. Además, el tema narraba la historia de una chica encaminada a la autodestrucción bajo una instrumentación eléctrica abrasiva y un órgano reluciente, sonido que el propio artista calificó de “mercurial” y que había presentado meses antes en su seminal disco Bringing it all back home. Era evidente que los músicos estaban por primera vez interesados en concebir álbumes como obras completas, digeribles de principio a fin, y no como una colección aleatoria de sencillos sin ningún vínculo. Es el formato que ha perdurado por décadas y que hoy batalla con las nuevas formas de consumo musical, las que privilegian el single solitario por sobre la cohesión.

Blancos y negros

En ese apetito por devorar todos los estímulos posibles, la música encontró un caldo de cultivo en su propio entorno, a través de las protestas contra la guerra de Vietnam, los movimientos por los derechos civiles, el uso de la píldora anticonceptiva y, por sobre, la irrupción del LSD en la creación artística durante ese mismo 1965. O sea, en ese año, los 60 comenzaron a alcanzar la estatura mítica perpetuada hasta hoy. Aunque sin hacer referencias políticas explícitas, The Rolling Stones y The Who editaron con apenas tres meses de diferencia dos himnos que se hacían cargo de esa juventud sobresaltada por la nueva era:   Satisfaction y My Generation, respectivamente.

Por otro lado, es primera vez que el rock empieza a fijarse en otras experiencias del consumo popular, lo que originó ese concepto global hoy conocido como cultura pop. “El pop se empieza a vincular a otras expresiones visuales que la van a conferir un estatus de imaginario epocal estético a los 60. Concretamente, la moda, el vestuario, la publicidad, el cine y la televisión. Es decir, la cultura pop se articula como un todo interrelacionado”, dice Salas.

A la par con el dominio de las bandas británicas, la música negra alcanzaba los grandes rankings corporativos y se ponía por primera vez a la par de las figuras blancas, justo en días en que el matrimonio interracial seguía vetado en casi una docena de estados de EE.UU..

The Supremes, Smokey Robinson and the Miracles, The Temptations y, sobre todo, James Brown ganaron el gallito: el denominado “hombre más trabajador del espectáculo” priorizó el ritmo y las percusiones en singles como Papa’s got a brand new bag y puso la primera piedra de gran parte de los géneros afroamericanos del futuro.

“A partir de ahí, no habrá instante en que la música estadounidense no esté dominada por un artista negro. Si hay que elegir algo que perduró hasta hoy de esos años, Brown fue el responsable de dar origen al hip hop como lo conocemos. El político Andrew Young estaba en lo cierto cuando dijo: ‘En el aspecto racial, la música ha tenido mucho más éxito que los tribunales y la iglesia’”, culmina Grant Jackson.

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