Conflicto histórico

La ocupación de Gibraltar por los ingleses en 1704

Cuando, durante la Guerra de Sucesión, una flota angloholandesa tomó la plaza de Gibraltar en nombre del archiduque Carlos, los ingleses izaron su bandera y se apropiaron de la ciudad

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Foto: Cordon Press

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La rendición de Gibraltar en agosto de 1704, grabado de Johann August

Durante los años siguientes, Felipe V hizo numerosos intentos de recuperar la plaza, tanto por vías diplomáticas como militares. Pero el sitio de 1727 terminó en fracaso, al igual que el que emprendió Carlos III entre los años 1779 y 1782. 

Foto: CC

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Coronación de Felipe V, por François Gérard. Siglo XIX. Château de Chambord

Carlos II de España, el hechizado, último monarca de la Casa de Habsburgo, moriría sin descendencia. Este hecho desencadenó una lucha entre las mayores potencias europeas por el trono español que se convirtió en lo que se conoce como la guerra de Sucesión. La principal consecuencia fue la instauración de la dinastía borbónica en España, con el rey Felipe V. 

Foto: James Davis / Corbis

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Una roca disputada

El peñón de Gibraltar posee una amplia red de galerías y túneles. Los más antiguos fueron excavados entre 1779 y 1783 por los ingleses para defenderse de los españoles.

Foto: CC

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Navío de guerra británico frente al peñón de Gibraltar, por Thomas Whitcombe. 1800, Denver Art Museum

Desde el inicio de la guerra de Sucesión, los aliados sabían que, para que el conflicto se desarrollara según sus intereses, sería crucial conseguir una base naval en el Mediterráneo. Gibraltar cumplía todos los requisitos. La localidad andaluza, gobernada por el sargento mayor Diego de Salinas, tenía una guarnición de apenas unos cien soldados mal equipados, a los que se podían unir, en caso de peligro, otros quinientos hombres, entre paisanos y milicias. Parecía que la suerte estaba echada. 

Foto: Bridgeman

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El almirante George Rooke, comandante de la flota aliada. Por Michael Dahl, 1690.

El 28 de julio convocó en su barco un consejo de guerra para decidir dónde podría actuar la todavía potente fuerza expedicionaria. Desechado un ataque sobre Cádiz, donde los aliados habían fracasado en 1702, éstos pusieron el punto de mira en Gibraltar, una plaza codiciada por los ingleses a causa de su posición estratégica y su condición de llave del Mediterráneo.

Mapa: Institut Cartogràfic de Catalunya

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Bombardeo y desembarco

La conquista de Gibraltar por una flota angloholandesa, en 1704, se produjo tras intensos y desiguales combates entre unos cientos de defensores faltos de artillería y la poderosa escuadra aliada. El asalto a a plaza tuvo lugar el día 3 de agosto, tras un durísimo bombardeo desde el mar. 

Foto: Bridgeman

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Defensa de Gibraltar por los ingleses frente al asedio español de 1779-1783, por John S. Copley. 1783.

La conquista de 1704, realizada casi por accidente, terminó siendo una de las consecuencias más duraderas de la guerra de Sucesión.

Foto: Oronoz / Album

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Tratado de Utrecht. Ejemplar conservado en la Biblioteca Nacional de Madrid

Acto de entrega

Por la paz de utrecht (1713), Felipe V cedió a Gran Bretaña "la plena y entera propiedad de la ciudad y castillos de Gibraltar [...], para que la tenga y goce con entero derecho y para siempre". España se reservaba una primera opción de "recompra".

Foto: CC

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El castillo morisco de Gibraltar, con la bandera inglesa ondeando sobre su torre

A pesar de que hoy forma parte del Reino Unido, Gibraltar ha vivido gran parte de su historia bajo dominio árabe. Tras la presencia romana y visigoda, los musulmanes estuvieron presentes en el peñón casi ininterrumpidamente desde el siglo VIII hasta el siglo XV. Esta fortificación de la Edad Media es uno de los vestigios de la época de dominación musulmana. 

A finales de mayo de 1704, una flota inglesa y holandesa se presentó ante Barcelona. El comandante de la armada, el almirante Rooke, esperaba ocupar la ciudad para convertirla en base de operaciones contra Felipe V, el rey Borbón que al suceder a Carlos II en el trono de España, en 1700, había provocado una conflagración europea: la guerra de Sucesión española. En ella, Austria, Inglaterra y los Países Bajos se aliaron para combatir el poder de los Borbones de Francia y España. Pero la esperada sublevación en la capital catalana no se produjo; el sitio sobre la ciudad resultó un fracaso y las tropas aliadas hubieron de reembarcar. Tras avanzar hasta Niza para hacer ostentación de su fuerza, los navíos emprendieron el camino de vuelta hacia su base de partida, Lisboa, donde se había instalado el candidato de los rivales de los Borbones, el archiduque austríaco Carlos.

Las esperanzas puestas en Cataluña se habían frustrado, pero la armada aliada se resistía a volver con las manos vacías. El 28 de julio, frente a la costa de Tetuán, el almirante Rooke convocó en su barco un consejo de guerra para decidir dónde podría actuar la todavía potente fuerza expedicionaria. Desechado un ataque sobre Cádiz, donde los aliados habían fracasado en 1702, éstos pusieron el punto de mira en Gibraltar, una plaza codiciada por los ingleses a causa de su posición estratégica y su condición de llave del Mediterráneo.

La localidad andaluza, gobernada por el sargento mayor Diego de Salinas, tenía una guarnición de apenas unos cien soldados mal equipados, a los que se podían unir, en caso de peligro, otros quinientos hombres, entre paisanos y milicias. Había muy pocos artilleros, del todo necesarios para resistir un asedio, y el centenar de cañones de la plaza tampoco estaba en las mejores condiciones.

Salinas había expuesto ante el capitán general de Andalucía, marqués de Villadarias, el estado de indefensión en que se hallaba Gibraltar en caso de un asalto aliado. Sin embargo, las principales fuerzas francoespañolas se hallaban entonces en la frontera de Portugal y las pocas tropas de que podía disponer Villadarias apenas aseguraban la defensa de Cádiz. Lo único que pudo hacer Salinas fue pedir al capitán general que transmitiera a Felipe V "la decisión de la ciudad de sacrificarse en su servicio".

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Como anotó un testigo presencial, el cura Romero, aquel fue un "fatal mes para Gibraltar; sitio por mar y tierra… el primero de agosto, entró la escuadra inglesa…". En efecto, el primero de agosto de 1704, la flota aliada echaba anclas en la bahía de Gibraltar y desembarcaba cerca de dos mil hombres en el istmo que separa esta población del resto del continente. Una pequeña partida de caballería salió de la plaza para oponer alguna resistencia al desembarco, pero fue fácilmente rechazada por el fuego de los marines ingleses.

Gibraltar bajo fuego enemigo

Antes de iniciar el ataque, el general austríaco Jorge de Hesse-Darmstadt transmitió a las autoridades de Gibraltar una carta del archiduque Carlos en la que se instaba a la ciudad a unirse a la causa austríaca. La respuesta no se hizo esperar: los gibraltareños declararon su resolución de sacrificar vidas y haciendas en defensa de Felipe V.

"El sábado 2, echaron bombas a medianoche; no es decible los llantos y gritos, angustia y tristezas [que produjeron]"

Un ultimátum de Darmstadt recibió igual contestación, por lo que la escuadra aliada decidió pasar a la acción la noche del 2 de agosto. Mientras un comando aliado penetraba en el muelle viejo para incendiar un barco francés que había en su interior, una parte de la flota trataba de situarse en línea para bombardear la ciudad, cosa que no se pudo ejecutar con la eficacia deseada debido al fuerte viento. Sin embargo, Romero apuntó en su diario: "El sábado 2, echaron bombas a medianoche; no es decible los llantos y gritos, angustia y tristezas [que produjeron]".

Las condiciones mejoraron a la mañana siguiente y los buques aliados desencadenaron un furioso bombardeo que no pudo ser contrarrestado por las baterías españolas. El humo provocado por el fuego artillero era tan intenso que desde los barcos no se podían ver los objetivos y se dio la orden de disparar con menor cadencia de tiro. Los aliados reconocieron haber arrojado sobre la ciudad 14.000 proyectiles en menos de seis horas. En cuanto al ataque terrestre, Darmstadt lanzó sus tropas contra los fuertes de la puerta norte, mientras una partida de catalanes al servicio del archiduque desembarcaba en la playa oriental de Gibraltar, en la que hoy se conoce como la bahía de los Catalanes, y trataba de coronar las alturas para sorprender a los defensores.

Recompuestos después de la voladura del fuerte español, los aliados se hicieron fuertes en el muelle nuevo y quedaron en disposición de avanzar

En este punto, los aliados observaron que las baterías del muelle nuevo parecían inactivas y dirigieron sus botes de desembarco hacia el castillo que protegía Gibraltar por el sur. Los marines ingleses empezaron a escalar las murallas de la fortificación cuando los defensores hicieron saltar una mina que tenían preparada; entre sus ruinas perecieron medio centenar de ingleses y otros cincuenta resultaron gravemente heridos. Parte de los marines trataron de retomar los botes que no habían sido dañados tras la explosión, pero Rooke, testigo de la escena, envió una nueva oleada de desembarco que aumentó la fuerza a 1.500 hombres. Recompuestos después de la voladura del fuerte español, los aliados se hicieron fuertes en el muelle nuevo y quedaron en disposición de avanzar hacia la ciudad en cualquier momento y sin mayor obstáculo.

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Durante el bombardeo, las mujeres y los niños, conducidos por algunos religiosos, habían huido de la ciudad para refugiarse en el santuario de Nuestra Señora de Europa, en la punta sur de Gibraltar. Sin embargo, al verificarse el desembarco aliado en el muelle nuevo, trataron de retornar a la ciudad para evitar verse cercados. La artillería aliada disparó sobre esta multitud que volvía hacia la ciudad y aunque el daño no fue mucho bastó para que los defensores, que veían instalados a sus enemigos en el muelle nuevo y a muchas mujeres aún fuera de la plaza, decidieran parlamentar antes que sufrir el asalto definitivo, y el más que previsible e inevitable saqueo.

La ciudad se rinde a los ingleses

Reunido el cabildo de Gibraltar el 4 de agosto, se resolvió entregar la ciudad para no malograr las honrosas capitulaciones que el príncipe de Darmstadt había concedido, entre ellas, la salida de la guarnición con honores de guerra y la concesión, previo juramento al archiduque Carlos, de los mismos privilegios de que gozaban en tiempos de Carlos II. Los ingleses se comprometieron igualmente a escoltar sanas y salvas a las personas que habían quedado retenidas en el santuario.

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Al día siguiente, la mayoría de los gibraltareños tomaba la triste resolución de abandonar su amada ciudad, asegurando a Felipe V que no consentirían otro soberano y que únicamente "por las fuerzas tan superiores que han combatido [Gibraltar] y por la fatalidad de no haber tenido [una gran] guarnición para su defensa, no han podido resistir semejante invasión". De los cerca de cinco mil habitantes con que contaba la población, tan sólo permanecieron en ella algo más de 60 personas, que juraron al archiduque como rey de España con el nombre de Carlos III.

El día anterior, al tomar posesión de Gibraltar, el príncipe de Darmstadt había izado el estandarte real del archiduque Carlos de Austria, pretendiente al trono español, sobre las murallas de la ciudad. Sin embargo, como escribió un historiador contemporáneo, "resistiéronlo los ingleses; plantaron el suyo, y aclamaron a la reina Ana, en cuyo nombre se confirmó la posesión y se quedó presidio inglés". Gibraltar no habría de pertenecer al archiduque, ni aun cuando éste lograra vencer a Felipe V y convertirse, de este modo, en rey de España; los ingleses habían decidido reservarse la posesión de tan estratégica plaza, que se convertiría desde entonces en una base de operaciones inglesa desde donde su potente armada podría controlar el acceso al Mediterráneo, objetivo largo tiempo ansiado por Inglaterra.

Gibraltar se convertiría desde entonces en una base de operaciones inglesa desde donde podría controlar el acceso al Mediterráneo

Ese mismo año de 1704, y siguiendo órdenes de Felipe V, el marqués de Villadarias intentó recuperar Gibraltar; pero los aliados eran los dueños del mar y la guerra en su conjunto estaba tomando un cariz negativo para los borbónicos. Al final, el conflicto acabó inclinándose de parte de Felipe V, pero para ello el monarca tuvo que hacer importantes concesiones a sus enemigos, entre ellas la misma plaza de Gibraltar, que quedó reconocida como posesión británica en la paz de Utrecht, firmada en 1713. Durante los años siguientes, Felipe V hizo numerosos intentos de recuperar la plaza, tanto por vías diplomáticas como militares. Pero el sitio de 1727 terminó en fracaso, al igual que el que emprendió Carlos III entre los años 1779 y 1782. Así, la conquista de 1704, realizada casi por accidente, terminó siendo una de las consecuencias más duraderas de la guerra de Sucesión.

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