Una novela sobre un crimen

La curiosa historia de 'A sangre fría', la obra maestra de Truman Capote

Truman Capote posa con varios ejemplares de su obra A sangre fría.

Truman Capote posa con varios ejemplares de su obra A sangre fría.

Truman Capote posa con varios ejemplares de su obra A sangre fría. Foto: Cordon Press

El 15 de noviembre de 1959, en un pueblecito de Kansas llamado Holcomb, los cuatro miembros de la familia Clutter, un matrimonio y sus dos hijos adolescentes, fueron salvajemente asesinados en su casa por Dick Hickcock y Perry Smith. A partir de estos truculentos hechos, el novelista norteamericano Truman Capote logró dar un vuelco a su carrera de narrador y escribió A sangre fría, la novela que le consagró definitivamente como uno de los grandes autores de la literatura norteamericana del siglo XX y el creador del estilo de no ficción, caracterizado por narrar una historia o desarrollar un argumento a partir de hechos reales.

La novela de una vida

Cuando Truman Capote leyó la noticia del crimen en la prensa, quedó tan impactado que decidió abandonar Nueva York junto con su amiga y autora del libro Matar a un Ruiseñor, Harper Lee. Ambos viajaron hasta Holcomb para conocer todos los detalles de la masacre de primera mano, entrevistando a los vecinos. El escritor decidió que su investigación sobre la muerte de la familia Clutter ya no sería un simple reportaje para la revista The New Yorker, sino que iba a ser un libro, su obra maestra, tal como comenta él mismo en numerosas cartas enviadas a amigos y editores. Para lograrlo, Capote acudió asimismo a la prisión de Lansing, donde cumplían condena los asesinos, para entrevistarse con ellos (también compraría las transcripciones del juicio).

Cartel de la película "A sangre fría", dirigida por Richard Brooks. 1967.

Cartel de la película "A sangre fría", dirigida por Richard Brooks. 1967.

Cordon Press

Tras leer la noticia del crimen en la prensa, Truman Capote decidió abandonar Nueva York junto a su amiga y también escritora Harper Lee para viajar hasta Holcomb y conocer todos los detalles de primera mano.

Para redactar A sangre fría, el escritor huyó tanto de Kansas como de la bulliciosa Nueva York, para hallar finalmente la paz que esperaba en el pueblecito pesquero de Palamós, en la Costa Brava catalana, donde pasó tres largos veranos (1960, 1961 y 1962). De regreso a la ciudad de los rascacielos, Capote se dio cuenta de que la intensa vida social que llevaba apenas le dejaría tiempo para escribir su novela. Con 4.000 folios para transcribir, Capote no quería escribir la mera crónica de un crimen, sino la historia de una familia buena y decente que fue salvajemente asaltada en mitad de la noche por dos asesinos fuera de control.

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Un competidor inesperado

Desde la publicación en 1966 de A sangre fría, empezaron a circular diversos rumores sobre ciertas contradicciones y omisiones en las que había incurrido Capote, como que los asesinos habían aceptado 5.000 dólares de un tercero para acabar con la vida de los Clutter. Pero el rumor que quizá destacó por encima del resto fue el que sacó a la luz el periodista del Wall Street Journal, Kevin Helliker, que aseguraba que A Sangre Fría no era la única versión escrita de la masacre de Holcomb. Al parecer, uno de los autores de los asesinatos, Richard "Dick" Hickock (una de las principales fuentes de información de Capote en la prisión de Lansing), también había escrito un manuscrito de 200 páginas donde contaba su versión de los hechos. Desde un principio, Capote negó ante los medios y las editoriales la existencia de las páginas escritas por Hickock, pero el Wall Street Journal aseguró de que el relato del preso había sido escrito antes que la novela de Capote viera la luz y que el escritor tenía conocimiento de su existencia. De haberse publicado ¿hubiera sido un duro competidor para A sangre fría?

Fotograma de la película Historia de un crimen, de 2006.

Fotograma de la película Historia de un crimen, de 2006.

Cordon Press

El periodista del Wall Street Journal, Kevin Helliker aseguró que uno de los asesinos de Holcomb, Richard Hickock, escribió su versión del crimen antes que Capote escribiera A sangre fría.

Según esta historia, la única persona que conocía la existencia del manuscrito del preso (aparte de Capote), y que lo habría mantenido bajo protección durante todo aquel tiempo, era un periodista llamado Mack Nations, quien había contactado en 1961 con los dos asesinos mientras trabajaba en un reportaje sobre el corredor de la muerte para el The Wichita Eagle. Pero su correspondencia con Hickock fue bloqueada por orden de las autoridades penitenciarias y el contacto directo o indirecto con los presos se vio restringido (aunque Capote sí lograría, con la mediación de un influyente abogado, conseguir una excepción a la regla de "contacto" con los presos). Aunque la prohibición llegó tarde, porque al parecer Hickock y Nations ya habían llegado a un acuerdo, meramente verbal, por el cual el asesino escribiría su historia y se la enviaría al periodista por correo para que éste la convirtiera en un relato literario y la vendiera a alguna editorial.

Un final trágico

A pesar de la prohibición que había establecido la prisión en 1962, y de que Capote intentara comprar al propio Nations, el periodista hizo llegar a las autoridades de Kansas una copia del manuscrito de Hickok, que acabó en manos de Robert Hoffman, un abogado del Estado implicado en el caso de los condenados y que dejó a su hijo tras su muerte. Nations hizo llegar una segunda copia del manuscrito a la editorial Random House, que le devolvió el texto con la aclaración de que ya tenían un contrato con Capote. Temiendo la posible competencia, Capote intentó comprar la obra de Hickok (que llevaba por título Autopista al infierno). Sin éxito. Al final, los asesinos fueron ahorcados el 14 de abril de 1965. Un año después, Capote publicaría A sangre fría, que permaneció 35 semanas en la lista de éxitos del The New York Times. Por su parte, Nations, después de ver su carrera periodística en The Wichita Eagle truncada por un caso de evasión fiscal, murió en un accidente de coche en 1968.

El manuscrito de Hickock nunca fue publicado por ninguna editorial. Random House devolvió el texto con la aclaración de que ya tenían un contrato con Capote.

Para celebrar el éxito de lo que Capote dio en llamar su "novela no-novela", el autor organizó el 28 de noviembre de 1966 una gala en "blanco y negro" (los invitados debían ir vestidos con prendas en esos tonos) en el hotel Plaza de Nueva York para 500 personas. Muchos le rogaron que los invitara. En una fascinante columna en el The New York Times del 7 de diciembre de ese mismo año, Russell Baker ironizó así sobre el evento: "Los sociólogos todavía están debatiendo si fue la fiesta más importante del siglo XX, y se dice que un gran número de personas que no fueron invitadas fueron eliminadas por completo del mercado social y que al final tuvieron que empeñar sus corbatas blancas y sus zapatillas de baile".

Capote se prepara para asistir a la fiesta en "blanco y negro" en el Hotel Plaza de Nueva York, en 1966.

Capote se prepara para asistir a la fiesta en "blanco y negro" en el Hotel Plaza de Nueva York, en 1966.

Cordon Press

Pero la misma fama que al principio convirtió a Truman Capote en el personaje más mimado y querido de sociedad neoyorquina lo conduciría hasta el abismo de la soledad. Según confesaría tiempo después el propio autor a su biógrafo Gerald Clarke, más que fama, el libro le acabaría trayendo la ruina: Capote culpó a su novela, de la cual se vendieron 50.000 ejemplares semanales durante los primeros cuatro meses, de sus miserias y adicciones: "Nadie sabrá nunca lo que A sangre fría se llevó de mí. Creo que, en cierto modo acabó conmigo", confesaría.

El 25 de agosto de 1984, en medio de una agonía de alcohol y drogas, Capote murió inesperadamente. De su muerte se ha dicho de todo. En un principio se pensó que fue debida a una sobredosis de drogas (algo que le había llevado al hospital en más de una ocasión). Finalmente, un portavoz de la oficina del forense de Los Ángeles aseguró que el escritor murió por causas naturales, a consecuencia de una dolencia hepática.