Costumbres y tradiciones

¿Cómo era llegar a viejo en la antigüedad?

La visión de la longevidad presenta diferencias entre las diversas civilizaciones. Aunque los ancianos eran normalmente considerados personas con una gran autoridad y se valoraba su sabiduría y experiencia, en ciertas ocasiones su condición de anciano era despreciada, lo que en algunos casos les reportó no pocas desgracias, ya que se convirtieron en personas marginadas que tenían que buscarse la vida a veces de forma degradante.

Apio Claudio el ciego acompañado de senadores de la Curia. Cuadro pintado por el artista italiano Cesare Maccari entre los años 1882-1888. Villa Madama, Roma.

Apio Claudio el ciego acompañado de senadores de la Curia. Cuadro pintado por el artista italiano Cesare Maccari entre los años 1882-1888. Villa Madama, Roma.

Apio Claudio el ciego acompañado de senadores de la Curia. Cuadro pintado por el artista italiano Cesare Maccari entre los años 1882-1888. Villa Madama, Roma.

PD

Como última fase de la vida, la vejez ha sido considerada tradicionalmente por todas la civilizaciones antiguas como una etapa de gran importancia. En casi todas se ha mostrado un gran respeto y consideración hacia los ancianos, aunque no siempre. Hoy en día, los avances de la ciencia y de la medicina han normalizado el hecho de alcanzar una edad avanzada, pero en tiempos pasados llegar a viejo era algo reservado a muy pocos, lo que podía ser considerado una bendición... pero también una maldición.  

El anhelo de disfrutar de una vida larga y plena no es exclusivo de nuestra sociedad; es algo a lo que el ser humano ha aspirado desde que el mundo es mundo. Y ello aunque la vejez era vista como una etapa de declive sin solución. De hecho, la vejez y su inevitable consecuencia, la muerte, han inducido siempre a una profunda reflexión sobre la brevedad de nuestro viaje por la vida.

Artículo recomendado

Meleagro

Llegar a viejo en la antigua Grecia

Leer artículo

A lo largo de la historia, la visión de los ancianos ha oscilado desde el respeto por su sabiduría y la admiración por la suerte de haber vivido una larga vida, hasta el desprecio más absoluto por la vejez y sus consecuencias. Pero veamos a continuación algunos ejemplos de cómo era ser anciano en algunas destacadas civilizaciones del pasado.

llegar a los 110 años en egipto

En el antiguo Egipto, las personas que conseguían alcanzar la vejez eran muy respetadas (entre los egipcios no se ridiculizaba a los ancianos, como sí sucedía en otras culturas). Alcanzar una edad provecta en una época en la que la esperanza de vida, según algunos estudios, era de unos 30 años para las mujeres y 34 años para los hombres (un promedio de vida que variaba en función de las condiciones de cada individuo) no era nada fácil. Además, en el caso de las mujeres las numerosas muertes que se producían durante el parto y el puerperio les hacía más difícil aún llegar a la ancianidad.

De hecho, eran muy pocos aquellos a los que la naturaleza permitía alcanzar esa ansiada etapa (en el antiguo Egipto se consideraba ideal poder llegar a cumplir 110 años, una cifra bastante alejada de la esperanza de vida de entonces), ya que tanto las duras condiciones de vida y de trabajo, la alimentación y las enfermedades de todo tipo (sobre todo parasitarias, como la malaria o la esquistomatosis, causada por un parásito del Nilo) provocaban estragos entre la población.  

En el antiguo Egipto, las personas que conseguían alcanzar la vejez eran muy respetadas por la sociedad (entre los egipcios no se ridiculizaba la vejez como sí hicieron en otras culturas).

Estatua sentada de Amenhotep, hijo de Hapu, expuesta en el Museo de Luxor, Egipto.

Estatua sentada de Amenhotep, hijo de Hapu, expuesta en el Museo de Luxor, Egipto.

Estatua sentada de Amenhotep, hijo de Hapu, expuesta en el Museo de Luxor, Egipto.

Olaf Tausch (CC BY 3.0)

Con todo, existen varios ejemplos de personas que llegaron a la vejez, como es el caso del escriba Ptahhotep, que ostentó el cargo de administrador y visir del faraón Dyedkara-Isesi, de la dinastía V (2414-2375 a.C.), y que, según se dice, alcanzó la tan ansiada cifra de 110 años. Pero a pesar de esta idealización, en un texto sapiencial recopilado por su nieto (Enseñanzas de Ptahhotep), el anciano escriba no cree que la vejez sea algo deseable, sino todo lo contrario: 

"¡Qué penoso es el fin de un viejo! Se va debilitando cada día; su vista disminuye, sus oídos se vuelven sordos; su fuerza declina, su corazón ya no descansa; su boca se vuelve silenciosa y no habla. Sus facultades intelectuales disminuyen y le resulta imposible acordarse hoy de lo que sucedió ayer. Todos los huesos están doloridos. Las ocupaciones a las que se abandonaba no hace mucho con placer, solo las realiza con dificultad, y el sentido del gusto desaparece. La vejez es la peor de las desgracias que puede afligir a un hombre".

Pero Ptahhotep no fue el único en llegar a viejo. Otros ejemplos de personas que lo lograron son Amenhotep, hijo de Hapu, arquitecto real de Amenhotep III y autor, entre otros monumentos, del templo funerario del faraón en Tebas (del cual tan solo quedan en la actualidad los famosos Colosos de Memnón). En realidad, tan orgulloso estaba de su edad, que el longevo arquitecto hizo grabar en una de sus estatuas una inscripción en la que afirmaba haber alcanzado los 110 años.

También llegó a anciano el sabio Imhotep, constructor de la pirámide escalonada de Zoser en Saqqara. Ambos personaje fueron divinizados en épocas posteriores, y a Imhotep se le rindió culto como dios de la medicina. Precisamente respecto a esta materia han llegado hasta nosotros algunos papiros médicos que recogen algunas recetas en las que se explica cómo paliar los indeseados efectos de la vejez. Entre ellos se cuentan los papiros Ebers, Hearst y Edwin Smith

Artículo recomendado

Fragmento de las columnas 6 y 7 del papiro Edwin Smith encontrado en Luxor.

El "Papiro Edwin Smith", un tratado médico del antiguo Egipto

Leer artículo

Finalmente, aunque era muy difícil alcanzar la vejez en el antiguo Egipto, aquellos que lo lograban se ganaban el respeto de los demás, que tenían en consideración sus palabras y consejos, puesto que se creía que contenían una gran sabiduría y experiencia. En el caso de los altos funcionarios, sus consejos también eran muy apreciados en los ámbitos de poder, e incluso el propio faraón valoraba la experiencia que estas personas podían aportar. Asimismo, la sociedad egipcia intentaba que los ancianos vivieran en lo que se conocía como un estado de amaku, que consistía en asegurarles el alimento y el bienestar durante esta crucial etapa de su vida. 

Grecia, entre el respeto y la burla

En Grecia, una sociedad que consideramos la cuna de la civilización occidental, envejecer podía ser considerado un regalo... o una maldición enviada por los dioses. Alcanzar la vejez podía interpretarse de dos maneras: como un regalo que concedían los dioses, que se sentían orgullosos y honrados con la vida que había llevado una persona, o como un castigo en el caso de que no se hubiesen acatado ciertas formas de comportamiento. Así, aquella pretendida bendición podía convertirse en una condena en la que finalmente uno acababa deseando su propia muerte.

Pero la sociedad griega consideraba que los ancianos debían recibir cuidados. De hecho, a comienzos del siglo VI a.C., el legislador y reformador Solón impulsó una ley en la que se amenazaba con la pérdida de los derechos de ciudadanía a todo aquel que no cuidase de sus mayores. También en el siglo VI a.C., el político y orador ateniense Esquines afirmaba que "no se permite hablar ante la Asamblea a quien golpea a su padre o a su madre o no los alimenta o no les proporciona residencia".

Pero la realidad era más compleja. Y es que teniendo en cuenta que la esperanza de vida en la antigua Grecia era de unos 35 años, los ancianos que no tenían familia que se ocupara de ellos y que, además, no dispusieran de medios económicos suficientes, corrían el grave peligro de quedar abandonados a su suerte.

Solón impulsó una ley por la que se amenazaba con la pérdida de los derechos de ciudadanía a todo aquel que no cuidase de sus mayores.

Vieja ebria, estatua de época helenística que representa a una anciana bebiendo vino. Gliptoteca de Múnich.

Vieja ebria, estatua de época helenística que representa a una anciana bebiendo vino. Gliptoteca de Múnich.

Vieja ebria, estatua de época helenística que representa a una anciana bebiendo vino. Gliptoteca de Múnich.

PD

Hubo casos en los que se intentó paliar este problema. Por ejemplo, la Atenas democrática ordenó mantener a todos los ancianos que fueran ciudadanos de pleno derecho y cuyos hijos hubieran muerto en el campo de batalla, y que no tuvieran otros familiares que pudieran hacerse cargo de ellos. Existían asimismo otras soluciones para estos casos. Por ejemplo, algunos ancianos cuando se quedaban solos optaban por adoptar a alguien que les hiciera compañía y los cuidara en su vejez. Era otro recurso para combatir la soledad y el abandono.

Pero en la misma Atenas, a pesar de estas medidas sociales, los más jóvenes a menudo se burlaban de los ancianos por su debilidad física o mental. De hecho, podemos ver ejemplos de ello en el género cómico ateniense, en el cual la vejez es blanco de bromas e invectivas, principalmente referidas a sus limitaciones físicas y mentales. Un ejemplo de ello es la comedia Pluto, la última conservada de Aristófanes, el máximo representante de este género.

Por el contrario, los espartanos respetaban enormemente a sus mayores, escuchando en silencio sus sabios consejos en el órgano de gobierno conocido como la Gerusía, formada por veintiocho miembros, todos ellos de más de sesenta años. Cuando uno de ellos moría, los candidatos a sucederlo desfilaban por la sala y el que recibía más aplausos resultaba elegido.

Roma, el poder de los ancianos

Según las fuentes clásicas, la sociedad romana llamaba senex, senior, a todos los hombres cuya edad oscilara entre los 46 y los 60 años. A veces eran ellos mismos lo que se hacían llamar a si mismos "viejos" cuando llegaban a esta edad. En Roma, el número de ancianos varones duplicaba al de mujeres debido a los altos índices de mortalidad a la hora de dar a luz, por eso eran muy escasos los matrimonios en los que la pareja envejecía junta y, sin embargo, era muy habitual ver a ancianos casarse con mujeres mucho más jóvenes que ellos. 

De todos modos también hubo notables excepciones, ya que algunas mujeres llegaron a vivir muchos años, como es el caso de Terencia, esposa de Cicerón, que al parecer llegó a vivir nada menos que 102 años, o Livia, la esposa del emperador Augusto, que murió a los 86.  

Aunque en muchas ocasiones los romanos podían dar una visión negativa de los ancianos (por ejemplo en algunas comedias, como en la Asinaria, de Plauto), la realidad era muy distinta. En Roma, las personas mayores eran muy respetadas ya que se las consideraba sabias y dignas. Esta cualidad se aprecia perfectamente en los retratos de personajes relevantes, que a la hora de ser representados en estatuas y bustos no escondían, sino todo lo contrario, los rasgos propios de la edad, como las arrugas, los pómulos caídos o la boca hundida.  

Aunque en muchas ocasiones los romanos dieran una visión negativa de los ancianos, la realidad era muy distinta.

Retrato fúnebre de una mujer anciana procedente del oasis de El Fayum, Egipto. 

Retrato fúnebre de una mujer anciana procedente del oasis de El Fayum, Egipto. 

Retrato fúnebre de una mujer anciana procedente del oasis de El Fayum, Egipto. 

Sailko (CC BY 3.0 )

Asimismo, el derecho romano concedió un gran poder en el ámbito familiar a los ancianos en la figura del pater familias, cuya autoridad sobre los miembros de la familia (esposa, hijos o esclavos) no tenía límites; incluso podía tener potestad sobre la vida y la muerte de todos ellos. Pero en algunos casos este enorme poder generó graves problemas en las familias, e incluso suscitó odios y envidias en quienes se hallaban bajo su autoridad, ya que debían obedecerle incluso cuando el pater familias sufría problemas de demencia a causa de su avanzada edad. Con todo, el concepto de pietas romano (virtud filial) obligaba al cuidado de madres y padres ancianos hasta el momento de su muerte.

Por otra parte, los romanos consideraban que los ancianos eran los garantes del respeto hacia las tradiciones y los encargados de tomar las decisiones más importantes. De hecho, este sería el origen del Senado, una asamblea de ancianos (senes) compuesta por magistrados con mucha experiencia y por hombres que destacaban por sus cualidades y posición social. Muchas de estas personalidades de la política romana llegaron a la vejez desempeñando sus cargos políticos como fue el caso de Catón el Viejo, que estuvo en activo hasta su muerte, a los 85 años. 

Artículo recomendado

El anciano senador Apio Claudio el ciego acude a una sesión del Senado en Roma. Fresco por Cesare Macari. 1882-1888.

Llegar a viejo en la antigua Roma, un auténtico privilegio

Leer artículo

Pero no todos los ancianos eran ricos senadores y tenían la suerte de poder vivir una vejez sin privaciones. En realidad, en las calles de todas las ciudades romanas podía verse a ancianos que se buscaban la vida como mensajeros, jornaleros, vendedores, mendigos o músicos. Han llegado hasta nosotros algunas esculturas en las que se representa a personas mayores vestidas como pescadores, es decir, vestidos con harapos, lo que daría a entender que la pesca tuvo que haber sido una ocupación bastante habitual entre los ancianos con menos recursos.

Por contra, los más afortunados llegaban a la vejez desempeñando un oficio respetable, ya fueran maestros (magistri), nodrizas (nutrix), que se dedicaban a cuidar a los niños de la élite romana, o comadronas (obstetrices), que se encargaban de asistir en los partos.

patriarcas y sabios en israel

Si queremos saber cómo vivieron y cómo estaban considerados socialmente los ancianos en el antiguo Israel a lo largo del I milenio antes de nuestra era, los libros del Antiguo Testamento contienen información abundante sobre el tema. Desde la época de los patriarcas (1813-1506 a.C.), hasta el período de los jueces (1398-1043 a.C.), los ancianos desempeñaron un papel fundamental y fueron considerados los jefes naturales del pueblo, disponiendo de amplios poderes religiosos y judiciales. De hecho, según los textos, algunos personajes bíblicos llegaron a alcanzar edades inverosímiles, como Matusalén (969 años) o Noé (950 años).

Los libros del Antiguo Testamento contienen información que permite conocer la situación de los ancianos a lo largo del I milenio antes de nuestra era.

Eli, el sumo sacerdote de Shiló, maestro de Samuel, cuadro pintado por el artista John Singleton Copley en 1780. Ateneo de Wadsworth, Connecticut.

Eli, el sumo sacerdote de Shiló, maestro de Samuel, cuadro pintado por el artista John Singleton Copley en 1780. Ateneo de Wadsworth, Connecticut.

Eli, el sumo sacerdote de Shiló, maestro de Samuel, cuadro pintado por el artista John Singleton Copley en 1780. Ateneo de Wadsworth, Connecticut.

PD

Junto con los grandes patriarcas bíblicos, como Abraham, Isaac o Jacob, los ancianos integraban un consejo de sabios cuya misión sagrada como portadores de un espíritu divino fue alabada en los escritos, proverbios y salmos más antiguos. De hecho, la ley mosaica garantizaba el respeto a los ancianos y a los padres de edad avanzada, considerando la longevidad como la máxima recompensa a una vida de virtud y una muestra de la bendición divina. De hecho, el cuarto mandamiento de la ley mosaica lo dice bien claro: "Honrarás a tu padre y a tu madre".

Existen numerosos ejemplos en los textos bíblicos del respeto debido a los ancianos: "Ponte de pie y muestra respeto ante los ancianos. Muestra reverencia por tu Dios. Yo soy el Señor" (Levítico 19, 32), o "Los ancianos tienen sabiduría; la edad les ha dado entendimiento" (Job 12, 12). Pero también en algunas citas se pide a los jóvenes no perder ese respeto y cuidarlos cuando no puedan valerse por sí mismos: "No me desprecies cuando ya sea viejo; no me abandones cuando ya no hay fuerzas" (Salmo 71, 9).

Y es que partir del año 935 a.C., durante el reinado de Salomón, empezaron a surgir discrepancias entre el rey y el consejo de ancianos. Descritas en el Libro de los Reyes, estas desavenencias provocarán que la imagen social del anciano sufra algunos cambios, como cierta perdida de autoridad y respeto a causa de la desintegración del poder de los clanes tribales.

Así pues, el prestigio del que gozaron los ancianos en la época de los patriarcas irá disminuyendo progresivamente a partir de la época de los Reyes, momento en el cual empezarán a intensificarse las crueles alusiones a los límites físicos y las debilidades propias de la vejez. Aunque eso no quiere decir las personas de edad avanzada no siguieran manteniendo un elevado estatus, como por ejemplo como miembros del Sanedrín o consejo de sabios, compuesto por 71 ancianos, un organismo que en época romana juzgaría a Jesús de Nazaret.