- La Abeja
Internacional

Por Juan Carlos Suttor
Con la seguridad de que por este artículo seré criticado por abogados principistas y otros —de hecho ya me han criticado en mis redes y otros grupos—, paso a expresar y poner en blanco y negro mi humilde opinión con respecto a los hechos ocurridos en la Embajada de México en Ecuador el 5 de abril, fecha que, curiosamente, coincide con el autogolpe de Alberto Fujimori, en 1992 y que la mayoría de los peruanos aplaudimos, menos, coincidentemente, los abogados principistas y otros.
No me ha sido fácil escribir este artículo considerando que no soy un experto en el tema, no conozco de relaciones diplomáticas, ni de la Convención de Viena de 1961 y menos del asilo político o de la corrupción en Ecuador en tiempos de Rafael Correa, así que me ha tocado investigar mucho y escribo la opinión de un ciudadano cualquiera, con profundas raíces ecuatorianas, por parte de padre y de madre.
Comenzaré por la consulta que hice al Dr. Google y Wikipedia, algo básico, acerca del asilo político y encontré lo siguiente:
“El asilo político es el derecho que tiene una persona a no ser extraditada de un país a otro que lo requiere para juzgarle por delitos políticos.​
 
Cuando el asilo político se concede a personas que se encuentran en lugares que por las convenciones diplomáticas se consideran una extensión del territorio nacional, tales como la sede de embajadas o consulados, la residencia del embajador o los buques de guerra anclados en puertos extranjeros, se lo denomina asilo diplomático.”
Que se entienda entonces, que el exvicepresidente de Ecuador, el señor Jorge Glas, no era requerido por el gobierno ecuatoriano para ser juzgado por delitos políticos y, por lo tanto, no merece un asilo político.
Las cosas claras: Jorge Glas es un ladrón, un delincuente. Este sinvergüenza entró a la Embajada de México, coludido con cómplices y encubridores, huyendo de la justicia ordinaria ecuatoriana. A este individuo se le persigue por haber recibido sobornos y coimas millonarias mientras ejerció la vicepresidencia entre los años 2013 y 2017 cuando era presidente el sátrapa Rafael Correa, condenado por la justicia y hoy refugiado en Bélgica.
Está demostrado que en el caso Odebrecht hubo delito de asociación ilícita y Jorge Glas fue condenado a fines del 2017 a seis años de prisión. Odebrecht le pagó al exvicepresidente 13 millones y medio de dólares. Después pagó como 20 millones de dólares a importantes políticos ecuatorianos. El estilo de la empresa brasileña lo conocemos todos, es aceitar y coimear a políticos y autoridades para obtener contratos, por supuesto con sobreprecio. De los seis años a los que fue sentenciado, solo cumplió cuatro años y pico en prisión.
Estando en prisión, en el año 2020, antes de que el bribón salga con libertad condicional, se descubrió que había robado muchos millones de dólares más, a raíz del terremoto ocurrido en Manabí el año 2016. Rafael Correa, una rata, lo nombró presidente del comité de reconstrucción y este empezó a expedir contratos, como, por ejemplo, el de una carretera de 68 millones de dólares, recibiendo a cambio sobornos y coimas. Quedó demostrado que Jorge Glas había robado al pueblo ecuatoriano. Por el asunto de la reconstrucción de Manabí se le impuso una pena de ocho años de cárcel, cuando aún no había cumplido los seis años de prisión de su primera condena. En total eran catorce años cárcel para este delincuente.
Sin embargo, de pronto y de manera sospechosa, un juez provincial, supuestamente relacionado con el narcotráfico y a cambio de dinero, acogió un habeas corpus de los abogados del exvicepresidente, dejándolo en libertad condicional.
En rigor y observancia de las leyes, Jorge Glas debería seguir purgando su pena en prisión, lo cual fue ratificado por La Corte Constitucional del Ecuador, señalando que el delincuente debía volver a la cárcel. Por ello en diciembre pasado se emitió una orden de captura en su contra.
Pero ¿Qué hizo Jorge Glas? Para evitar que la justicia de su país lo devolviese a prisión, por delitos de corrupción, por ser un ladrón, por robarle al pueblo ecuatoriano, decidió refugiarse en la Embajada de México, que ya sabemos, recibe a todo tipo de delincuentes.
Las embajadas mexicanas, desde que asumió Manuel Andrés López Obrador, un comunista muy relacionado con el narcotráfico, se han convertido en cuevas de ladrones. A saber, ahí estuvieron el mismo Jorge Glas en Ecuador y en Perú ofrecieron asilo al golpista y corrupto expresidente Pedro Castillo y su sucia delincuente ex primera ministro Bettsy Chávez, quienes no pudieron llegar por acción de la Policía Nacional del Perú y hoy se encuentran recluidos en una cárcel.
Andrés Manuel López Obrador, el peor presidente que ha podido tener México, lo sabemos, es un enfermo mental, un izquierdista (disculpen la redundancia) que apoya a dictaduras como las de Cuba, Nicaragua o Venezuela, que ha apoyado la invasión de Rusia a Ucrania, a quien se le relaciona con cárteles de la droga como el de Sinaloa y con el narcotraficante mexicano Chapo Guzmán. Este orate, a quien en más de una ocasión hemos visto brindando declaraciones a la prensa en aparente estado de ebriedad o por lo menos, divagando y con lagunas mentales, cree, sin ningún derecho, que puede intervenir en los temas internos de cada país, como sucedió en Perú, luego del golpe de estado que pretendió dar Pedro Castillo y ahora, en Ecuador (https://bit.ly/3PZwLNA).
Jorge Glas, que quede claro, no es un perseguido político, es un ladrón. Ecuador es una democracia, un país soberano y no una dictadura como Cuba, Venezuela, Bolivia o Nicaragua, y Daniel Noboa no es ningún autócrata, es un demócrata.
El presidente Daniel Noboa ha hecho lo correcto, ha hecho respetar la soberanía de Ecuador. Es cierto que se infringió un convenio internacional, de 1961, caduco y que debe ser revisado y actualizado, pero no cabía otra alternativa, lamentablemente era la única, antes que el ladrón huyera a México con la ayuda de López Obrador.
A mi me queda claro, independientemente de la obsoleta Convención de Viena, que Daniel Noboa ha actuado y defendido al pueblo ecuatoriano. El joven presidente solamente está cumpliendo el encargo de quienes votaron por él: Limpiar a su país de la delincuencia organizada, el narcotráfico y la narcopolítica.
Daniel Noboa ha elegido por la mejor herencia que puede dejar un gobernante y es el legado de haber escogido a Dios y al bien para sus decisiones y actos, mandando sobre el mal.
Obviamente, la hipocresía de la diplomacia mundial “reprobará” lo hecho por el gobierno ecuatoriano, pero estoy seguro de que, en el fondo lo aprueban. Tan solo México y Nicaragua han roto relaciones con mi hermano país. ¿Lo de Nicaragua es gravísimo verdad? Seguramente la economía ecuatoriana temblará al no tener relaciones con ese país bananero.
Y reitero lo dicho al principio. Que me disculpen los obsoletos y principistas abogados. Vivimos en el siglo XXI. ¡Actualícense, no vivan del pasado! En 1961 el narcotráfico y la narcopolítica prácticamente no existían.
¡Que viva Ecuador, país soberano! ¡Que viva Daniel Noboa!

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