Historia del cristianismo

El nacimiento de Jesús

Basílica de la Natividad

Basílica de la Natividad

Basílica de la Natividad. Situada en Belén (Cisjordania), alberga en su interior este espacio: la gruta donde se creía que María alumbró a Jesús. La estrella de plata en la hornacina marca el lugar del nacimiento.

Foto: Zuma Press / Alamy / ACI

Aparte de Año Nuevo, la festividad más celebrada del mundo probablemente es el 25 de diciembre, día del nacimiento de Jesús de Nazaret, el mesías cristiano: más de dos mil millones de personas la festejan con regocijo. Sin embargo, de entre todos los hechos relacionados con el cristianismo esta festividad es la que goza de menos fundamentos rigurosamente históricos.

Cronología

4 a.C.

Muere Herodes el Grande; Jesús nace durante su reinado, quizás en 6 o 5 a.C.

30 d.C.

Los romanos crucifican a Jesús en abril de este año o del año 33.

Siglo I

Composición de los evangelios de Marcos, Mateo, Lucas y Juan.

Siglo II

Primeros evangelios apócrifos. Los últimos aparecerán en los siglos V-VII.

Siglo VI

Dionisio el Exiguo data erróneamente el nacimiento de Jesús.

La historicidad de esta fiesta se apoya únicamente en dos de los cuatro evangelios canónicos, los admitidos por la Iglesia. Se trata del conjunto de textos que forman el llamado «Evangelio de la infancia», integrado por los dos primeros capítulos de los evangelios de Mateo y Lucas, que fueron compuestos entre los años 85 y 90. El más antiguo de los cuatro evangelios canónicos, el de Marcos, escrito entre 71 y 75, no dice ni una palabra sobre este tema, probablemente porque quien lo redactó no sabía nada seguro al respecto. Y el último que se compuso, el evangelio de Juan, escrito hacia el año 100, lo omite quizá voluntariamente, pues el nacimiento de Jesús no interesa en absoluto a su autor, cuya atención se centra en Jesús como encarnación de la Palabra o Sabiduría divina.

También hablan del nacimiento del mesías los evangelios apócrifos, no reconocidos por la Iglesia, en particular el Protoevangelio de Santiago (escrito hacia el año 150) y el Evangelio del Pseudo Mateo (cuyo texto data del siglo VI, pero incluye leyendas de en torno al año 200). Hay extractos sobre el alumbramiento del mesías en apócrifos tardíos, de los siglos IX-X, que utilizan leyendas anteriores: el Libro sobre el nacimiento de Jesús, el Libro sobre la natividad de María y el Libro sobre la infancia del Salvador. Pero estas obras están muy alejadas cronológicamente de los hechos que narran, y sus autores se dejaron llevar continuamente por su fantasía e imaginación.

La adoración de Cristo niño

La adoración de Cristo niño

"La adoración de Cristo niño". Sandro Botticelli dio este nombre al óleo del que aquí vemos un detalle. A la izquierda, al fondo, representó la huida a Egipto. Hacia 1500. Museo de Bellas Artes, Houston.

Foto: Album
estrella de belén

estrella de belén

Estrella de Belén. Grabado. Siglo XVI.

Foto: Alamy / ACI

Una infancia prodigiosa

Las iglesias cristianas han elaborado una historia de la concepción y nacimiento del mesías entrelazando sobre todo las narraciones de Mateo y Lucas. La representación más vívida de este relato mixto se plasma en los populares «belenes» o «pesebres». Desde la Edad Media, sus imágenes pusieron a disposición de un público cristiano analfabeto el núcleo más interesante de estos dos evangelios. Nunca faltan en ellos el nacimiento de Jesús en una cueva, en la que siempre están el buey y el asno o la mula, y tampoco la adoración de los pastores, el malvado Herodes y los tres reyes magos, con sus nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar (muy tardíos, pues se fijaron en torno al siglo V). Sólo faltan la matanza de los inocentes ordenada por el monarca judío y la huida a Egipto de la familia de Jesús para escapar de la masacre.

En realidad, los relatos de Mateo y Lucas son tan diferentes entre sí que parecen relatar el nacimiento de personajes distintos: es como si estuvieran contando los orígenes no del mismo héroe, sino de dos. Las fuentes de ambos son muy diferentes y a menudo contradictorias: las genealogías, los hechos y las circunstancias narrados en uno y otro son imposibles de casar entre sí. Mateo habla de los magos, del malvado Herodes, del episodio de los inocentes y de la huida a Egipto, cosas que ignora Lucas. Éste, a su vez, cuenta otras, como la visita de María a su pariente Isabel (madre de Juan el Bautista) o la adoración de los pastores, de las que nada sabe Mateo.

Es muy probable que los datos ofrecidos en estos relatos de la infancia empezaran a recogerse muchos años después de la muerte de Jesús, acaecida en el año 30 o en el 33, cuando ya no vivía nadie, o casi nadie, que pudiera confirmar si tales noticias sobre su nacimiento e infancia eran reales o imaginarias. Este proceso no es extraño, pues lo mismo ocurrió con la inmensa mayoría de los personajes importantes de la Antigüedad judía y grecorromana, como Moisés, Pitágoras, Platón, el emperador Augusto e incluso Alejandro Magno. Una vez muertos, se recopilaron «historias» de sus prodigiosos nacimientos y peripecias infantiles, cuando nada seguro se sabía de ellos. Con Jesús sucedió lo mismo: cuando, además de su trascendencia teológica (como mesías y salvador, sentado a la derecha del Padre y juez de vivos y muertos), se consideró extraordinaria su vida en este mundo, creció el deseo de saber algo de su nacimiento e infancia, pues de su vida pública se sabía lo suficiente.

Melchor

Melchor

Melchor señala la estrella que ha guiado a los magos a Belén. Rijksmuseum, Ámsterdam.

Foto: Bridgeman / ACI

Mateo y Lucas, un enigma

Se puede afirmar que los dos primeros capítulos de Mateo y Lucas fueron añadidos cuando ya se habían compuesto los dos evangelios. Hay una sólida razón para sostenerlo: en el resto de ambos evangelios, los personajes principales no parecen tener ni la menor idea de lo que ha ocurrido anteriormente, es decir, no saben nada de la infancia de Jesús. María, su madre, no muestra el menor conocimiento de que el nacimiento de su hijo hubiera sido portentoso, virginal; de que ya desde muy pequeño Jesús, de doce años, sabía que «debía ocuparse de las cosas de su Padre». También ignora que Jesús había sido declarado mesías desde su concepción misma («el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios», le anuncia el ángel Gabriel a María en Lucas 1, 35) y que estaba destinado a grandes empresas en Israel; más bien pensaba, como su familia, que estaba fuera de sí, como cuenta Marcos (3, 20).

Dos razones pudieron llevar a Mateo y Lucas (o, más plausiblemente, a otros autores, ya entrado el siglo II) a añadir estos capítulos. La primera, que quienes los escribieron habían caído en la cuenta de que el primer evangelista, Marcos (a quien copian en parte), había producido una «biografía» imperfecta de Jesús, ya que faltaban los primeros pasos del héroe en este mundo. La segunda, indicar que Jesús, como otros grandes personajes de la Antigüedad, tuvo una infancia prodigiosa, más trascendental incluso que la de los héroes paganos, dioses o semidioses.

¿Nacido en Belén o en Nazaret?

Según dice el evangelista Mateo, «nació Jesús en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes» (2, 1). Según Lucas, «subió José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén […], y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron [a María] los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito» (2, 4-7).

Pero los otros dos evangelistas, Marcos y Juan, presuponen o dan a entender que el nacimiento de Jesús ocurrió en Nazaret, en la región de Galilea. Era una tradición bien asentada, pues a Jesús jamás se le llamaba «Jesús de Belén», sino «de Nazaret». El evangelio de Juan muestra que algunos dudaban de que Jesús fuera el mesías porque no había nacido en Belén: «¿No dice la Escritura que el Cristo [es decir, el ungido o Mesías] vendrá de la descendencia de David y de la ciudad de Belén?» (7, 41).

Este último texto apunta que, tanto entre los cristianos como entre sus enemigos, había una pugna entre dos tradiciones que hacían provenir al mesías de Belén o de Nazaret. Parece más verosímil pensar que la realidad se encuentra en la tradición del evangelio de Marcos: «Salió de allí y vino a su patria», es decir, a Nazaret (6, 1). Y también en el evangelio de Juan, cuando el apostol Felipe le dice a Natanael (el futuro apóstol Bartolomé): «Hemos encontrado a aquel de quien escribió Moisés en la Ley, y también los profetas; es Jesús, el hijo de José, el de Nazaret», y Natanael le contesta: «¿De Nazaret puede haber cosa buena?» (1, 45-46). En este mismo evangelio, cuando Jesús acude a Jerusalén en la fiesta del sukkot o de las cabañas y los guardias no lo detienen creyéndole un profeta, los fariseos le dicen a uno de ellos: «Indaga y verás que de Galilea no ha salido ningún profeta» (7, 52).

Lo más probable es que Jesús naciera en Nazaret, un pueblo oscuro y desconocido. Sólo pasados los años, cuando se creyó que era el mesías, se compuso la historia de su nacimiento en Belén para que se cumplieran las profecías, sobre todo la de Miqueas: «Y tú, Belén de Efratá, pequeña entre los clanes de Judá, de ti saldrá quien señoreará a Israel, cuyos orígenes serán de antiguo» (5, 2). De ahí que Mateo haga vivir a los padres de Jesús en Belén, mientras que Lucas los presenta morando en Nazaret y trasladándose a Belén porque un censo romano obligaría a José a empadronarse allí, donde había nacido.

 

maría y josé en belén

maría y josé en belén

Según una tradición, José no halló alojamiento en Belén y por esta razón María alumbró a Jesús a las afueras de dicha localidad. Ilustración por  James Tissot para La vida de Cristo. Hacia 1886-1894.

Foto: Bridgeman / ACI
censo romano

censo romano

Realización de un censo romano en el relieve de Domicio Ahenobarbo, procedente del Campo de Marte, en Roma. Siglo I a.C. Museo del Louvre, París.

Foto: Scala, Firenze

¿En qué año nació Jesús?

¿Jesús nació en el año 1 de nuestra era? Posiblemente no. Esta fecha sería un error del monje Dionisio el Exiguo, que vivió en el siglo VI. Por entonces se fechaban los años según la llamada «era de Diocleciano», desde el comienzo del reinado de este emperador, que había perseguido a los cristianos. Por ello, Dionisio pensó que había que modificar la manera como los cristianos numeraban los años, y decidió tomar como «año 1» la fecha del nacimiento de Jesús. Según los evangelios de Mateo y Lucas, Jesús había nacido en tiempos de Herodes, y Dionisio determinó que este rey había muerto en el año 753 a.u.c., ab urbe condita, es decir, desde la fundación de Roma, un hecho que constituía la referencia universal para el cómputo del tiempo en Occidente.

Según Dionisio, Jesús habría nacido en los últimos días de aquel año, de manera que el día 1 de enero del año 754 a.u.c. sería el primero de la era cristiana, esto es, del año 1 d.C. o después de Cristo. Sin embargo, sabemos que Herodes murió en el año 750 a.u.c. Si a esta fecha le añadimos uno o dos años (los que se dice que Jesús vivió en Belén antes de la matanza de los inocentes), tenemos que Jesús nació en 748 0 749 a.u.c., es decir, cinco o seis años antes de la fecha calculada por Dionisio. Así pues, Jesús habría nacido en el año 6 o en el 5 a.C.

También puede que Dionisio no estuviera equivocado, sino que hubiera escogido una fecha simbólica aproximada. En la Antigüedad, al número 7 se le concedía un gran valor simbólico, así como al número 27. Como múltiplo del 3 y del 9, el 27 desempeñó en la Antigüedad un papel importante en la explicación de la formación del universo desde una obra de Platón, el Timeo. El 27, además, era fundamental en la proporción de los edificios sagrados y públicos de la arquitectura romana. Así, el número 7(00) + 27 + 27 = 754 era mucho más significativo que el 748 o el 749 para designar el cambio más importante en la historia del mundo, la venida de Jesús.

Es probable, pues, que Dionisio tomara la decisión, en contra de la cronología, de hacer coincidir su nacimiento con el número sagrado más cercano. En cuanto al día en que nació Cristo, los evangelistas no dicen nada. No sería invierno, pues el evangelio de Lucas dice que los pastores guardaban sus rebaños al aire libre. El 25 de diciembre es arbitrario, como reconoce la propia Iglesia, que escogió esa fecha para contrarrestar la fiesta pagana del Sol Invicto. ¿Superpuso la Iglesia el nacimiento de Jesús al del dios Mitra, nacido también el día 25? Esta suposición es insegura, porque no hay un solo texto de la Antigüedad que afirme que Mitra naciera ese día.

 

La estrella se detiene sobre Belén

La estrella se detiene sobre Belén

"La estrella se detiene sobre Belén". Ilustración por William Ladd Taylor para la Biblia de los niños, de Charles Scribner. 1922.

Foto: Bridgeman / ACI
La adoración de los pastores

La adoración de los pastores

En el siglo XVII, Georges de la Tour pintó "La adoración de los pastores", un episodio que se relata en el evangelio de Lucas. Museo del Louvre, París.

Foto: Franck Raux / RMN-Grand Palais

¿Acudieron a Belén tres reyes magos?

Mateo cuenta en 2, 1-12 cómo «unos magos» adoran a Jesús y le ofrecen dones, pero todo lo que sabemos de ellos se reduce a este relato. Otros detalles son expansiones posteriores, fantasiosas, de los evangelios apócrifos; por ejemplo, que los magos eran reyes y que eran tres. La palabra «magos» tenía dos significados: que practicaban la magia negra o blanca, o bien que eran sacerdotes del zoroastrismo, la religión de Persia, y a la vez estudiosos de los astros y de su repercusión en los humanos, la astrología.

Los magos preguntan por «el rey de los judíos que ha nacido»; con ello, Mateo afirma que Jesús es el rey verdadero del mundo y no el emperador romano. Aunque este evangelista no habla de Jesús como Hijo de Dios, sino sólo indirectamente al señalar que los magos «se postraron y lo adoraron», los lectores de su evangelio ya han leído en un pasaje anterior que su concepción fue obra del Espíritu Santo.
Los magos, dice Mateo, «venían del Oriente», y si eran «magos», procederían de Persia. Otros estudiosos han pensado que eran magos de Arabia, pues ofrecen a Jesús «dones de oro, incienso y mirra», y el oro y el incienso eran los regalos que, según profetizó Isaías (60, 6), traerían los pueblos de esa región a Jerusalén como regalo al rey y alabanza a Dios.

Con todo, la historicidad del relato de los magos es nula y la Iglesia misma lo reconoce. El texto de Mateo está plagado de inverosimilitudes intrínsecas: una estrella de Oriente que aparece sobre Jerusalén y gira al sur hacia Belén, donde se detiene, habría constituido un fenómeno sin paralelo en la historia astronómica; sin embargo, las crónicas de entonces no la registraron. El modo en que se comporta el astuto Herodes es increíble: no hace ningún intento por seguir a los magos que pretenden adorar a un rey opositor, y su policía es incapaz de descubrir a qué niño han visitado tres grandes magos en una pequeña localidad. El relato de los magos no se puede conciliar con el evangelio de Lucas, donde quienes adoran a Jesús son pastores y no se mencionan la intervención de Herodes, la matanza de los inocentes ni la huida de la familia de Jesús a Egipto, los otros episodios que relata Mateo.

El mensaje teológico de este evangelista es claro: Jesús nace en la ciudad de David para que se cumplan las profecías referidas al rey-mesías, es decir, al salvador no sólo de Israel, sino de todo el mundo. Es un rey tan importante que su nacimiento es anunciado por una estrella, y Dios revela este hecho a gentes no judías: los magos representan a todos los gentiles que creerán en la predicación sobre Jesús como salvador.

Adoración de los magos

Adoración de los magos

"Adoración de los magos". Gaspar ofrece oro en una taza de porcelana; Baltasar, una copa de ágata llena de mirra, y Melchor, un incensario. Andrea Mantegna. 1495-1505. Museo J. Paul Getty.

Foto: Album
Llegada de los magos a Belén

Llegada de los magos a Belén

"Llegada de los magos a Belén". Óleo por el pintor francés Octave Penguilly L’Haridon. Hacia 1864. Museo de Bellas Artes, Reims.

Foto: Thierry Lemarge / RMN-Grand Palais

¿Mató Herodes a recién nacidos?

Cuenta Mateo que el rey Herodes, informado por los magos del nacimiento de un rival, mandó matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén, para suprimir aquella amenaza. Hay quien sostiene que la historia sucedió como la narra Mateo y encaja con la crueldad de Herodes. Sabemos, por ejemplo, que viéndose el rey a punto de morir ordenó a su hermana Salomé que reuniera en el anfiteatro de Jericó a trescientas personas de las familias más ilustres del país y las acribillaran a flechazos: «Así, cuando yo muera, el país llorará de verdad, porque tendrán también de qué lamentarse», dijo.

Sin embargo, la mayoría de los comentaristas, incluidos los católicos, sostienen que la narración de Mateo es pura fantasía, una tradición popular cristiana, o mejor una «historia teológica» compuesta por Mateo o por algún desconocido basándose en textos del Antiguo Testamento aplicados simbólicamente a Jesús. La matanza de inocentes se enmarca en el relato de los magos de Oriente, que es absolutamente legendario. Además, en las narraciones posteriores de la vida pública de Jesús no encontramos rastro alguno de un acontecimiento tan extraordinario.

Por otra parte, este relato y la huida a Egipto que emprenden José y María con Jesús, después de que un ángel les diga que Herodes quiere matar al niño, no casan en absoluto con lo que afirma Lucas, quien dice que, poco después del nacimiento de Jesús, su familia regresó a Nazaret sin el menor incidente: «Así que cuando cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor [la presentación del niño Jesús en el templo de Jerusalén y la purificación de María], volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret» (2, 39). Este episodio es ignorado en la detallada narración de los últimos días de Herodes que el historiador judeorromano Flavio Josefo hace en sus Antigüedades de los judíos. De muy pocos personajes de la Antigüedad grecorromana tenemos un relato tan minucioso del final de un rey, y si ese suceso hubiese ocurrido en realidad, el historiador lo habría recogido con absoluta seguridad en su historia.

La tradición sobre el número de muertos de la matanza varía. La más seria habla de unos veinte niños, calculando que Belén tendría unos mil habitantes por aquella época. En el siglo II, Justino Mártir, en su Diálogo con Trifón, no menciona ninguna cifra. Sin embargo, la liturgia bizantina de la Iglesia ortodoxa habla de 14.000, y ciertos santorales de la Iglesia siria antigua mencionan 64.000.

 

Herodes el Grande

Herodes el Grande

Herodes el Grande. Relieve tallado en mármol y policromado. Lado norte del cerramiento del coro de Notre Dame de París. Siglo XIII.

Foto: Bridgeman / ACI
Escena de la matanza de los inocentes

Escena de la matanza de los inocentes

El francés Léon Cogniet es el autor de este sobrecogedor óleo: "Escena de la matanza de los inocentes", pintado en 1824. Museo de Bellas Artes, Rennes.

Foto: Adélaïde Beaudoin / RMN-Grand Palais

La huida a Egipto y el regreso a Israel

Los estudiosos suelen sostener que la historia de los magos acababa con la matanza de los inocentes, y que Mateo añadió como epílogo la historia de la huida de la Sagrada Familia a Egipto. Según el evangelista, cuando murió Herodes, un ángel dijo a José que volviera a Israel con su familia, «pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, [José] tuvo miedo de ir allí; y avisado en sueños, se retiró a la región de Galilea, y fue a vivir en una ciudad llamada Nazaret, para que se cumpliese el oráculo de los profetas: “Será llamado Nazoreo”» (2, 21-23). En realidad, este último término no deriva de Nazaret; seguramente Mateo, para evocar la misión divina de Jesús, utilizó dos palabras de tono mesiánico: nazir / nazoreo, que significa «consagrado» o «santificado para Dios», como lo fueron Sansón y Juan Bautista; y néser, «vástago» o «retoño», de David, según la profecía de Isaías: «Saldrá un renuevo del tocón de Jesé [padre de David] y de su raíz brotará un vástago» (11, 1).

Los creyentes dicen que todo el episodio de la huida a Egipto debe entenderse como algo que realmente ocurrió, y también como un símbolo. El retorno de la Sagrada Familia a Israel habría sido predicho por el regreso de los judíos de su exilio en Babilonia: allí los había enviado el rey Nabucodonosor II en 589 a.C., cuando arrasó Jerusalén, y allí permanecieron hasta que el rey persa Ciro les permitió volver a su tierra en 500 a.C. Mientras que con la adoración de los magos Mateo había simbolizado la aceptación del mensaje de Jesús por los paganos, la matanza ordenada por el rey Herodes simbolizaba claramente el rechazo por parte de las autoridades judías de la revelación divina que aporta Jesús.

Esta historia sería, además, un adelanto de la historia de la pasión. Del mismo modo que Dios libró a su hijo de la muerte llevándoselo
a Egipto, y trayéndolo otra vez a Israel, años más tarde las autoridades judías y los habitantes de Jerusalén intentaron acabar con Jesús crucificándolo, pero no fueron capaces de destruirlo, porque resucitó: Dios había librado a su Hijo no permitiendo que su vida acabara en el sepulcro.

Según Mateo, la estancia de Jesús en Egipto tuvo lugar cuando era muy niño. Por tanto, carece de todo fundamento histórico la tradición judía que, forjada a partir del Talmud (los comentarios de los rabinos de los siglos V-VII sobre los textos bíblicos), afirmaba que Jesús había aprendido en Egipto artes mágicas, se había tatuado sortilegios... y había ejercido como mago durante su vida pública, engañando al pueblo.

 

La huida a Egipto

La huida a Egipto

"La huida a Egipto". El pintor italiano Jacopo Bassano recreó en este óleo el episodio relatado por Mateo. Siglo XVI. Museo Cívico, Bassano del Grappa.

Foto: Scala, Firenze
Jesús vuelve a Nazaret desde Egipto con sus padres tras la muerte de Herodes

Jesús vuelve a Nazaret desde Egipto con sus padres tras la muerte de Herodes

"Jesús vuelve a Nazaret desde Egipto con sus padres tras la muerte de Herodes". Óleo por William Charles Thomas Dobson. Siglo XIX.

Foto: Bridgeman

Este artículo pertenece al número 204 de la revista Historia National Geographic.