Hoy, 25 de noviembre

Hoy, 25 de noviembre
La imagen de santa Catalina de Alejandría, tallada por los hermanos Messa para la Parroquia de San Felipe (foto DBB).

Hoy 25 de noviembre, sábado de la XXXIII semana del Tiempo Ordinario, la Iglesia celebra memoria de santa Catalina, mártir, que, según la tradición, fue una virgen de Alejandría del siglo IV dotada tanto de agudo ingenio y sabiduría como de fortaleza de ánimo. Su cuerpo se venera piadosamente en el célebre monasterio del monte Sinaí (elog. Martirologio Romano).

Los antiguos relatos de su martirio incluyen una escena que se ha hecho famosa: la jovencísima virgen cristiana disputando, en presencia del emperador, con los más grandes sabios de la ciudad (principal centro filosófico y científico de la época), empeñados en hacerla apostatar del cristianismo, pero que quedan confundidos ante los argumentos de la santa, apoyados en la firmeza de su fe. En estos hechos tiene origen su patronazgo sobre los filósofos cristianos al preferir la Iglesia como modelo la sencilla, pero no menos profunda, sabiduría de esta joven mártir alejandrina, subrayando así donde está la verdadera fuerza de la Verdad: en el mismo Jesucristo; Verdad que no contradice, desde luego, sino que ilumina todos los senderos del pensamiento humano.

Iconográficamente suele representarse con los atributos típicos de su martirio (la rueda dentada, la palma y la espada), estando expuesta al culto en templos zaragozanos como la Parroquia de San Felipe y Santiago el Menor, tallada por los hermanos Messa, no debiendo resultar extraña su presencia puesto que la citada parroquia era la sede de la Cofradía de la Minerva, y precisamente santa Catalina representa en la filosofía cristiana a una “Minerva cristiana” por su sabiduría y elocuencia, interpretándose también en un sentido eucarístico y contrarreformista como la victoria del Sacramento sobre la herejía por medio de la dialéctica.

Evangelio del día (Lc 20, 27-40): Se acercaron algunos saduceos, los que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron: «Maestro, Moisés nos dejó escrito: “Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero sin hijos, que tome la mujer como esposa y dé descendencia a su hermano”. Pues bien, había siete hermanos; el primero se casó y murió sin hijos. El segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete, y murieron todos sin dejar hijos. Por último, también murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete la tuvieron como mujer». Jesús les dijo: «En este mundo los hombres se casan y las mujeres toman esposo, pero los que sean juzgados dignos de tomar parte en el mundo futuro y en la resurrección de entre los muertos no se casarán ni ellas serán dadas en matrimonio. Pues ya no pueden morir, ya que son como ángeles; y son hijos de Dios, porque son hijos de la resurrección. Y que los muertos resucitan, lo indicó el mismo Moisés en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: “Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob”. No es Dios de muertos, sino de vivos: porque para él todos están vivos». Intervinieron unos escribas: «Bien dicho, Maestro». Y ya no se atrevían a hacerle más preguntas.