CEGUERAS Y LUCES DEL ALMA

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Cegueras y luces del alma
Benito de Canfield, también llamado en español Benedicto, en otras lenguas Benoît o Benet de Canfield o Canfeld, anteriormente conocido como William Fitch fue un sacerdote capuchino y escritor ascético-místico inglés de gran influencia en la espiritualidad del siglo XVII. Wikipedia

ACLARACIÓN NECESARIA

Se hace precisa una aclaración antes de comenzar con esta serie de artículos que a continuación vamos a iniciar. Esta es una obra psicografiada, dictada por un espíritu amigo que tuvimos la oportunidad de conocer y apreciar mientras estuvo encarnado en la Tierra.

Con anterioridad, y desde el lugar en que se encuentra, nos honró con una autobiografía titulada como “Benet de Canfield”, el nombre real que tuvo en otra vida anterior, allá por el siglo XVI. Esta obra fue también publicada en esta revista bajo el título “Reflexiones desde el otro lado” en 17 artículos, desde septiembre de 2016 a Febrero de 2018, y en ella expresaba las impresiones personales e íntimas sobre la espiritualidad y el descubrimiento de la misma que tuvo en su última existencia, enrolado en la tarea de la divulgación de la filosofía espírita por todo el mundo.

Por expreso deseo del autor, seguimos manteniendo el anonimato de su nombre en esa última vida y tenemos la honra de presentar el último trabajo que nos ha dedicado, a fin de transmitirlo a todos los lectores por si puede servir para iluminar conciencias y ayudar en el camino del progreso y crecimiento espiritual que tanto necesitamos.

Por consiguiente, salvo el prefacio que acompañamos a continuación, los artículos irán firmados con su nombre, porque es este espíritu generoso el autor de los mismos, siendo así que la única responsabilidad que nos compete es la de haber transmitido al papel, mejor o peor, el pensamiento de este amigo singular que nuevamente nos distingue con su sabiduría y afecto personal, sin duda inmerecido por nuestra parte.

Con el sincero deseo de servicio al prójimo con el que este amigo nos impulsa, aquí les dejamos su aportación, confiando en que será útil y de su agrado.

PREFACIO

De nuevo estoy regresando, con enorme satisfacción por poder ser útil y aprovechar las experiencias milenarias que acumulo, tratando de exponerlas con la mejor transparencia a fin de que sirvan y ayuden a tantos como yo, necesitados de progreso y elevación moral.

La gratitud siempre ha de ir por delante, pues es el sentimiento noble que surge hacia Dios desde las profundidades de nuestra alma, cuando comenzamos a vislumbrar el plan que tiene para nosotros y las oportunidades de misericordia, amor y justicia que nos brinda a lo largo del camino ascendente del alma.

También mi gratitud a los espíritus que me ayudan en la confección de este trabajo y al amigo querido que transcribe al papel mis pensamientos, a fin de que lleguen a todos los lectores de esta humilde obra y puedan servir para reflejarse en ella muchas situaciones que a todos acontecen antes o después en la Tierra.

De aquella última encarnación como espírita, quedan los recuerdos de la lucidez que sedimentaron mi alma y la dotaron de mayor consciencia de la realidad y de las verdades de la vida. En cuanto a la otra reencarnación que es conocida, cuando a finales del siglo XVI desempeñé -sin serlo- el rol de maestro espiritual junto a otros, anidó en mi interior las condiciones de vislumbrar a Dios en la intimidad del alma, trascendiendo hacia el exterior la abnegación activa de una vida de entrega al prójimo.

Si como Benet de Canfield desempeñé un trabajo importante para mi progreso espiritual, en la última reencarnación conocida, en la que milité en el movimiento espírita, también trabajé intensamente por esclarecer a mis hermanos de la Tierra al tiempo que mi propia alma se iba esclareciendo.

No pretendo con esto, en absoluto, resaltar mérito alguno, sino dejar en evidencia que la evolución del espíritu no se produce a saltos, sino que lleva una continuidad, de ahí que las diferentes reencarnaciones sean solidarias entre sí. La vida es siempre la misma, en la Tierra o en el espacio. El espíritu también lo es, pero este último crece poco a poco hacia nuevos estados de claridad y perfección, ampliando su conciencia y su visión de la realidad a medida que enfrenta retos y objetivos que, unidos a etapas y circunstancias anteriores, le proponen crecer espiritualmente superándose así mismo.

De esta forma, todo lo que fue planificado antes de encarnar y que luego en la Tierra no fue realizado queda pendiente. Es la asignatura no superada que es preciso incorporar al nuevo programa de estudios que deberemos conquistar en una nueva aparición en la Tierra.

Bajo esta premisa de progreso constante y paulatino, de retos no afrontados o renuncias a los compromisos adquiridos en vidas anteriores, es como el alma va labrando su programa de trabajo. ¡Son tantas las conquistas a realizar! ¡Es tan infinito el camino que debemos recorrer!

Por ello, en ese camino encontramos de todo, y la mejor manera de recorrerlo es, en primer lugar comprender dónde nos encontramos, de dónde venimos y cuál es el reto principal que nos compete en cada vida. Si enfocamos correctamente estas preguntas y obtenemos las respuestas adecuadas, nuestra vida alcanza dimensiones superiores de trabajo, servicio y felicidad interior.

No importan los errores que cometamos, no importan tampoco los fracasos o las equivocaciones, si nuestro compromiso de esfuerzo y superación moral vive permanentemente en nuestra alma, volvemos a levantarnos y corregirnos, superando obstáculos y alcanzando nuevas metas que poco tiempo atrás nos parecían imposibles.

Así es la vida del espíritu en la Tierra cuando vislumbra el camino que ha de recorrer y los obstáculos que le esperan. Estos últimos los denomino como “cegueras del alma” y no son más que las herencias negativas del pasado que nuestro espíritu arrastra de forma milenaria y que hemos de saber sustituir por las “luces del alma”; aquellas que nos liberan de la ignorancia y del error, del egoísmo y el materialismo, acercándonos al cumplimiento de nuestro programa en la Tierra, y con ello dando sentido a nuestra vida y paz a nuestra alma.

De todo esto trataremos en los próximos capítulos: cegueras y luces del alma. Veremos también algunas cuestiones de tipo material que condicionan estas actitudes,  comprobaremos que en el recorrido que hemos de desarrollar, muchas evidencias, no solo de nuestro pasado sino de nuestro presente, son ayudas o entorpecimientos no tanto en cuanto a su naturaleza sino en la manera en la que afrontamos esas pruebas o evidencias que salen a nuestro paso.

Tan importante es discernir que las cosas que la vida nos presenta son retos y pruebas para aprovecharlas en nuestro progreso espiritual, como entender la mejor manera de afrontarlas, a fin de obtener de ellas la enseñanza y la claridad que necesitamos para convertirlas en herramientas poderosas en el crecimiento moral de nuestra alma y en la forma en que podamos ponerlas al servicio desinteresado de nuestro prójimo.

Si somos capaces de dar lo mejor de nosotros mismos, comprendiendo de la mejor manera cuál es nuestro compromiso y trabajo en la Tierra, estamos sembrando en el futuro de nuestra alma la recogida de una siembra extraordinaria asentada en la lucidez y la claridad del camino que deberemos recorrer de ahora en adelante.

Descubramos pues algunas cosas que ciegan el alma humana y la apartan o la retrasan de su verdadero objetivo de felicidad, para que, iluminados por la acción correcta y el enfoque adecuado hacia el bien, sepamos obtener el mayor beneficio que podamos conseguir en nuestra iluminación personal.

Benet de Canfield

Psicografiado por: Antonio Lledó Flor

©2023, Amor, Paz y Caridad

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