Día de la Mujer Boliviana (11 de octubre de 1854) – LHistoria

Día de la Mujer Boliviana (11 de octubre de 1854)

El Día de la Mujer Boliviana se celebra cada 11 de octubre como parte del homenaje a Adela Zamudio Ribero.

El Día de la Mujer Boliviana fue instaurado para conmemorar a Adela Zamudio Ribero quien nació el 11 de octubre de 1854, la fecha fue establecida por la presidenta Lidia Guiler Tejada quien en su breve mandato presidencial mediante un Decreto Supremo en 1980 estableció el 11 de octubre como el Día de la Mujer Boliviana.  En vida Adela Zamudio incitó con todos sus esfuerzos la formación del pensamiento feminista en Bolivia, esta mujer fue escritora, maestra y una luchadora inalcanzable por el derecho de las mujeres de su país natal.

Durante su infancia Adela acostumbraba a visitar a Solariega de Nataniel Aguirre quien era un escritor de gran influencia, y quien contribuyo con el futuro prometedor de Adela. La maestra quien desde temprana edad tuvo un espíritu de poetisa llego a escribir su primer poema cuando apenas era una niña, a este le dio el nombre de simplemente “poeta”.

A la  edad de 15 años Adela logro hacer público su primer poeta titulado “El Heraldo”, para el entonces la escritora firmaba bajo el  pseudónimo de "Soledad". Según la historia para la época la población boliviana era muy conservadora por lo que varios de sus versos no se llegaron a entender. En la vida de Adela fueron pocos los amores por lo que fue más el tiempo que estuvo sola, la soledad le ayudo a escribir  "en un ambiente estrecho, plagado de beatas y de prejuicios sociales", su espíritu rebelde hizo que en  cada una de sus escrituras y discursos desafiara a la saciedad desconocedora de sus ideas revolucionarias a favor a su a feminidad.

En 1926 Adela llego a ser coronada en Bolivia como parte del conmemorativo que se le hacía por ser una mujer exponente de la cultura del país. Para la ocasión el rector de la Universidad Mayor de San Simón, Félix del Granado dijo:

Pueblo, honra y ama al poeta; ámalo porque con sus manos desgarradas, heridas por los espinos del camino, recoge la dorada espiga y amasa el pan; porque, con sus pies sangrantes, desciende a las profundas cisternas en pos del agua con que escancia el ánfora; ámalo porque así sacia tu hambre de belleza y apacigua tu sed de ideal.


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