Frank Sinatra: ¿Tuvo algo que ver la mafia en su éxito?

¿Tuvo algo que ver la mafia en el éxito de Frank Sinatra?

Una sospecha de por vida

La de Frank Sinatra fue una vida plagada de éxitos. Sin embargo, su trayectoria siempre se vio ensombrecida por sus vínculos con el crimen organizado

Hollywood: luces, drogas... y acción

Vertical

Frank Sinatra en una foto en Los Ángeles hacia 1958

Michael Ochs Archives/Getty Images

Francis Albert Sinatra se crio entre mafiosos. Como muchos otros adolescentes hijos de inmigrantes italianos que vivieron a principios del siglo XX en un barrio obrero de Estados Unidos (en su caso, Hoboken, Nueva Jersey), Frank simpatizaba con esos compatriotas, que habían sido capaces de prosperar y hacerse respetar en una sociedad que los rechazaba. 

Sinatra se relacionó con mafiosos gran parte de su vida. Desde su juventud, cuando era un chico enclenque, aficionado a meterse en líos, hasta los años sesenta, cuando la mayoría de los locales en que actuaba pertenecían al crimen organizado. 

Lee también

La Merica: italianos en busca de la tierra prometida

Javier Moncayo
Horizontal

Como dijo en sus memorias su socio Jerry Lewis (Dean and Me: A Love Story), “en la década de los cuarenta y cincuenta, antes de que la mafia perdiera el control sobre Las Vegas, era literalmente imposible para un artista no tratar con ellos”. ¿Desconocía el cantante las actividades ilegales de sus amigos o estaba enterado de todo y se aprovechó de ello?

Los primeros rumores

Algunas biografías del artista sugieren que estuvo estrechamente vinculado a la mafia desde el principio de su carrera, en los treinta. Sin embargo, las primeras especulaciones surgieron en 1942. En esa época trabajaba como vocalista en la orquesta de Tommy Dorsey, una de las big bands más exitosas del momento. Dorsey era un músico de jazz que había ayudado mucho a su pupilo a progresar como cantante.

Consciente de su creciente popularidad, Frank decidió que era el momento de emprender el camino en solitario. El problema era que todavía le quedaban varios años de contrato. Cuando le comunicó su decisión a Dorsey, este se sintió traicionado. Amenazó con demandarle y hacer valer una cláusula que le garantizaba una tercera parte de sus beneficios futuros en régimen vitalicio. Sin embargo, acabaron llegando a un acuerdo. ¿Cómo fue posible que alguien inflexible como Dorsey accediera a liberar a su protegido sin casi oponer resistencia?

Foto publicitaria de Frank Sinatra en la década de 1940.

Foto publicitaria de Frank Sinatra en la década de 1940.

Dominio público

Hay versiones para todos los gustos. Una de ellas se basa en unos archivos del FBI desclasificados en 1998 (Sinatra acumuló 1.275 páginas de expedientes). Según los mismos, un confidente de la agencia reveló que alguien extorsionó a Dorsey a punta de pistola para que aceptara liberar al cantante. Esa propuesta que “no pudo rechazar” fue la que inspiró el célebre pasaje de la novela de Mario Puzo El padrino (1969), llevada al cine por Francis Ford Coppola en 1972.

¿Quién sería ese “alguien”? Todo apunta al gánster Willie Moretti. Se sabe que este miembro de la familia Genovese (uno de los principales clanes mafiosos de Nueva York, del que también formaba parte Johnny Barbato, primo de la entonces mujer de Sinatra, Nancy Barbato) mantuvo una relación profesional con el cantante. Moretti era dueño de varios clubes en Nueva Jersey en los que actuaba Sinatra.

Reunión en la cumbre

En diciembre de 1946 Sinatra recibió una invitación envenenada. Joe Fischetti, un gánster que había sido vecino suyo en la infancia, le propuso viajar a Florida junto a su esposa para pasar unas cortas vacaciones. Después volarían hasta La Habana, donde les esperaba un admirador muy especial: Lucky Luciano. Sinatra aceptó la invitación. ¿Por qué corrió ese riesgo?

Sean cuales fueran sus motivos, lo que sí parece claro es que no sabía que la invitación escondía un propósito oculto. Luciano, que vivía exiliado en Cuba desde que fue deportado por el gobierno de EE. UU., le invitó a La Habana para que le sirviera como tapadera de la reunión de líderes de la mafia que estaba organizando. Como el propio capo explicó en el libro El último testamento de Lucky Luciano: “Si alguien hacía preguntas, había un motivo para justificar el encuentro: se trataba de rendir homenaje a un chaval italiano de Nueva Jersey llamado Frank Sinatra”.

Horizontal

Lucky Luciano. 

Terceros

Pero eso no fue todo. Como aparece reflejado en los informes del FBI, se sospecha que este pudo viajar a La Habana llevando un maletín con dos millones de dólares. Sobre ello existen dos versiones. La primera dice que el maletín con el dinero lo portaba el propio cantante, que estaría haciendo de correo para la mafia. En la otra, el dinero lo llevaban los que se hicieron pasar por sus guardaespaldas, los hermanos Fischetti. Cierto o no, desde entonces, los rumores de sus contactos con la mafia volaban libres por las redacciones y emisoras de todo el país.

Prestigio por los suelos

Una de las personas que más hizo por mancillar su nombre fue Lee Mortimer, un periodista que escribía en el diario conservador New York Daily Mirror. Mortimer publicó varias columnas en las que hablaba de la relación del cantante con “matones de tres al cuarto”. Sinatra reaccionó como lo haría uno de sus supuestos amigos del hampa: abordó al periodista en el Ciro’s, el popular club nocturno de Hollywood, y la emprendió a golpes con él. El resultado fue su detención, un pleito por el que tuvo que indemnizar a Mortimer con nueve mil dólares y una mancha en su imagen que nunca conseguiría limpiar.

El cantante, influido por la militancia de su madre en el Partido Demócrata, fue gran parte de su vida un firme defensor de ideas progresistas. Durante esa época estuvo involucrado en la campaña a favor de Franklin D. Roosevelt, criticó abiertamente la “caza de brujas” y luchó con especial vehemencia contra la segregación racial. De hecho, mucho antes de que saltaran los rumores sobre sus relaciones con la mafia, el FBI ya le estaba investigando como sospechoso de llevar a cabo actividades antiamericanas.

Lee también

Expediente Hoover: Los secretos mejor guardados del ’capo’ del FBI

Teresa Amiguet
John Edgar Hoover fotografiado en mayo de 1958

Sinatra no tenía duda de que los violentos ataques de Mortimer eran debidos más a razones políticas y raciales que a otras estrictamente profesionales. De hecho, siempre sospechó que el periodista facilitaba información sobre su vida al FBI. Y tenía razón. Cuando se desclasificaron los archivos, se supo que Mortimer había sido la principal fuente de la agencia federal en cuanto a las relaciones entre Sinatra y la mafia.

Del fracaso a la eternidad

En todo caso, a partir de ese momento comenzó la cuesta abajo en la carrera de Sinatra. En poco tiempo pasó de ser un hombre felizmente casado, cantante de éxito y actor de comedias musicales a ser considerado un despreciable adúltero (mantenía una sonada y tormentosa relación con la actriz Ava Gadner), amigo de criminales, cantante anticuado y actor mediocre. A principios de la década de los cincuenta tocó fondo. Sus últimos discos y películas habían sido un fracaso y su imagen pública –acababa de divorciarse de su mujer– estaba por los suelos.

Lee también

Ava Gardner, la Cenicienta de Hollywood en constante rebelión

Enric Ros
Vertical

Para colmo de males, en diciembre de 1950 fue citado por el Congreso de EE. UU. para ser interrogado sobre sus supuestas conexiones con la mafia. Sinatra declaró que conocía a gente del mundo del espectáculo, sí, pero no lo que hacían. Se sentía por esa época tan inseguro y vulnerable que incluso envió una carta a Clyde Tolson, subdirector del FBI, en la que mostraba su disposición a colaborar como informante.

Horizontal

Ava Gardner sonríe en el descanso de un rodaje en Tossa (Girona) mientras Sinatra enciende un cigarrillo junto a Frank Grant y su esposa.

Propias

Sinatra necesitaba dar un vuelco a su carrera. Cuando se enteró de que se estaba preparando la adaptación de la novela de James Jones De aquí a la eternidad (1951), uno de sus libros favoritos, lo vio como la oportunidad que estaba esperando. A partir de ese día hizo todo lo posible por conseguir interpretar el personaje del soldado Angelo Maggio. ¿Cómo pudo Sinatra, a quien por esa época no se tomaba muy en serio como actor, hacerse con un papel en la que sería la gran película de aquel año?

Nuevamente, existen dos versiones. La primera, y seguramente más exacta, dice que lo obtuvo después de que Eli Wallach, el actor elegido por el estudio, lo rechazara por sus compromisos en Broadway. Gracias a la intermediación de Ava Gadner, en esos momentos su esposa, hizo una prueba y recibió el papel. La segunda versión sostiene que fue la mafia la que movió sus hilos en Hollywood para ayudar a su protegido.

En realidad, esta versión se popularizaría, sobre todo, a raíz del estreno de El padrino, cuando muchos espectadores vieron en el personaje del cantante Johnny Fontane un trasunto de Sinatra. Sea como fuere, ganó el Oscar y demostró que era un actor mucho más versátil de lo que se pensaba. La repercusión de la película también ayudó a dar un impulso a su carrera musical. Modernizó su repertorio y se abrió a otros estilos y públicos. Sinatra había vuelto, y esta vez para quedarse.

Amigo de presidentes

Desde que en 1944 apoyó la candidatura de Roosevelt, Sinatra hizo campaña todos los años a favor de los candidatos del Partido Demócrata. Pero, sin duda, fue con John F. Kennedy con quien mantuvo un vínculo más estrecho. El cantante y el futuro presidente se conocieron a través del actor Peter Lawford, cuñado de Kennedy y miembro del llamado Rat Pack, el grupo de amigos que por entonces lideraba Sinatra y que incluía a otros artistas, como Dean Martin, Sammy Davis, Jr. o Joey Bishop. Los lazos entre ambos fueron de amistad y cierto compadreo. Sin embargo, una persona ensombreció su relación: el capo de la mafia de Chicago, Sam Giancana.

Sinatra conocía a Giancana por ser el dueño de varios hoteles y salas de fiestas de Las Vegas. El cantante le estaba muy agradecido, porque fue de los pocos que le dio trabajo en la época en que nadie lo hacía. El mafioso, por su parte, disfrutaba de la compañía de Sinatra porque le permitía acercarse al glamur de Hollywood. Pero, según algunos investigadores, su contacto fue mucho más allá, e involucraría a terceros: los Kennedy.

Sam Giancana (con gafas de sol) bajo custodia policial en 1965

Sam Giancana (con gafas de sol) bajo custodia policial en 1965

Bettmann / Getty Images

Los presuntos vínculos entre Sinatra, Giancana y la familia de JFK han suscitado casi tantas especulaciones y teorías conspiratorias como las del asesinato de este último. Las hay para todos los gustos. Desde implicaciones en la muerte de Marilyn Monroe hasta planes para matar a Fidel Castro. Una de las más extendidas habla de que este, por mediación de Sinatra, ayudó a financiar ilegalmente la campaña del candidato demócrata con dinero procedente de los casinos y de los fondos del sindicato de camioneros, controlado por Jimmy Hoffa. ¿El supuesto motivo? Ganarse el favor del futuro presidente.

En realidad, de entre todas estas conexiones a tres bandas, la que parece más probable es también la más “inofensiva”. Según declararon al FBI varias prostitutas, Giancana suministraba compañía femenina a Sinatra para sus juergas del Rat Pack. ¿Disfrutó el futuro presidente de estas compañías? Su cuñado Peter Lawford, según palabras que le atribuyen, lo tenía claro.

Lo que no esperaba Sinatra, y mucho menos Giancana, es que su relación con Kennedy se deteriorase tan pronto. En 1961, el recién investido presidente nombró fiscal general del Estado a su hermano Robert. Su intención estaba clara: limpiar el país de toda influencia de la mafia. Esta decisión también salpicó a Sinatra.

En 1962, el presidente anunció que tenía previsto hacer un viaje a la Costa Oeste y pensaba hospedarse en la residencia que el cantante tenía en Palm Springs. Frank, entusiasmado con la noticia de tener en casa a su poderoso amigo, se gastó miles de dólares en acondicionarla. Incluso mandó construir un helipuerto. Todo cayó en saco roto. Aconsejado por su hermano, el presidente terminó alojándose en otra casa: la del republicano Bing Crosby.

Sinatra junto a Eleanor Roosevelt en 1960.

Sinatra junto a Eleanor Roosevelt en 1960.

Dominio público

¿Influyó este desaire en el giro que Frank dio hacia la derecha en 1970, apoyando al republicano Ronald Reagan en su candidatura a gobernador de California? Puede ser. El cantante nunca dio demasiadas explicaciones. En 1980 se implicó enérgicamente en la campaña republicana para la presidencia, llegando a recaudar más de 250.000 dólares. Frank se sentía a gusto con Reagan, quien, a diferencia de Kennedy, no tenía ningún reparo en dejarse ver en público con él.

En 1981 algo cambió. La publicación de la novela de Ovid Demaris El último mafioso reavivó una vieja polémica que Sinatra, de 65 años, creía ya olvidada: sus teóricas relaciones con la mafia. Estas nuevas acusaciones sorprendieron al cantante mientras dirigía los preparativos de la gala de inauguración de la presidencia. Preguntado Reagan por los rumores, declaró: “Hemos oído esta clase de cosas sobre Frank durante años. Esperamos de todo corazón que no sean ciertas”.

Sinatra junto a Reagan a mediados de los años 80.

Sinatra junto a Reagan a mediados de los años ochenta.

Dominio público

Estas palabras cayeron como una losa sobre Sinatra, convenciéndole de que había llegado la hora de limpiar su reputación de una vez por todas. Con la excusa de solicitar una nueva licencia de juego, hizo una declaración jurada en el ayuntamiento de Las Vegas que fue retransmitida por la CNN. En ella se defendió, punto por punto, de todas las acusaciones que a lo largo de su vida le relacionaron con la mafia. ¿Consiguió su propósito? A juzgar por la cantidad de bibliografía que ha seguido generando este tema, parece que no. 

Este texto forma parte de un artículo publicado en el número 573 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...