Mujer Ángel - La Cámara del Arte

Mujer Ángel

Ficha técnica

Título: Mujer Ángel
Autor: Graciela Iturbide
Cronología: 1979
Estilo: Fotografía documental
Materiales: Copia en papel baritado con emulsión de gelatina y plata
Ubicación: Colección Manuel Álvarez Bravo
Dimensiones: 32.7 x 46.5 cm

COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE MUJER ÁNGEL

ANÁLISIS DE LA OBRA

Se descubre al paso de esta montaña aislada del desierto una extraña entidad que rehúye al encuentro. El eco de un misticismo ancestral resuena en todo el valle.

Graciela Iturbide centra su discurso desde una perspectiva antropológica en la cotidianidad de las vidas, costumbres y rituales de las culturas nativas de México, que han sido subrepresentadas, con una tensión espiritual siempre en suspensión, siendo estas unas constantes recurrentes en sus obras.

Hay algo en los habitantes del desierto que hace que se les imprima el enigma, suelen ser grupos étnicos peculiares allá donde quiera que moren, en constante metáfora con su mundo.




La larga y ostentosa falda, plisada de aquella manera, pero en cierta connotación estética, arrastra por un suelo repleto de plantas pinchosas adaptadas a la escasez de agua, sobre restos secos de numerosas plantas que resisten; en sus bajos el olor a tierra y plantas aromáticas del desierto.

La parte superior de la vestimenta tradicional, bien ceñida a la cintura, realza aún más la voluptuosa falda que puede parecer errática para el medio.

Una opalina melena propiamente latina, de pelo fino pero desmesurada juega con el viento a retarlo para hacerle volar de nuevo a la par que la falda es insuflada por el aire, pareciera que el ascenso fuera inminente.

No sabemos dónde se dirigiría, pero puedo imaginar como de un impulso se desplaza a los montes de enfrente, tras rebotar en la hondonada del desierto, puesto que es lógico pensar que pueda desplazarse a modo de impulsos ingrávidos.

Con una mano esta mujer de esencia angelical va palpando las rocas a su paso como si de un rito chamánico se tratara la comprobación, mientras en la otra lleva una radio portátil, un elemento en principio distorsionante, pero que hace sonar una alegre melodía folclórica, de letras enérgicas llenas de deseos, y sobre todo esperanzas.

El detalle del contacto de la mano con la roca suscita un dato interesante que se concibe en la cultura seri a la que pertenece, y es que consideran que si ellos tocan algo, su esencia se les transmite; perteneciéndoles.

La edad de la Mujer Ángel es incierta, si es que de ello se puede hablar, se puede imaginar el rostro curtido como el suelo cuarteado o una piel de mujer de edad intermedia aún firme, y de aquel brillo radiante latinoamericano, en cualquier caso, intuyo una mirada profunda.

Unos ojos negros cuya mirada de vértigo costaría sostener, por la incredulidad. Entonces se crearía otro silencio en todo el desierto, hasta volver a despertar, saciados de la luz reparadora, sin que sea motivada por alucinaciones a causa de la deshidratación.

Mujer Ángel
Mujer Ángel

Al fondo, se abisman los estertores del desierto, un mosaico de plantas de tipo matorral bajo que inhiben unas a otras el crecimiento, pinta en parches toda la extensión que la vista abarca.

Con la salvedad, de unas montañas aisladas al fondo, con una presencia de isla en un desierto de confines desapercibidos, desgastada por el tiempo que la Mujer Ángel es probable que pudiera presenciar.

La planta y la roca desenfocadas del primer plano participan en crear la sensación de estar dentro de la escena, envuelven, para adentrarte en este pasaje alegórico.

El cielo nos indica incluso la dirección del viento a baja altura. Estoy seguro de que se trata de una presencia que con su sola aparición calma todos fluidos internos, es una suerte de hallazgo que hace vibrar toda la piel sostenidamente en ese instante, para aliviar cualquier mal.

Caminar el desierto a solas, apartarse en sus adentros, buscar el aislamiento o cobijo en dicho lugar inhóspito, es un acto mesiánico al alcance de un ser que bien rezuma clásico misticismo y mitología popular.

El grano de la fotografía de un tamaño medio alto favorece el pictorialismo del paisaje, e indudablemente el patrón en mosaico dibujado por la vegetación, que incluso confiere esos halos de calvas de tierra seca que se proyectan como un punto de fuga que empieza en el margen inferior derecho hacia el extremo izquierdo de las montañas, acompaña la dirección del leve giro que parece tomar la Mujer Ángel.

El horizonte se difumina calimoso en una franja inidentificable. Esta fotografía reivindica a su vez la importancia del paisaje en la formación indisoluble de la identidad personal, como un factor más de su constitución. Incluso se podría decir, que el paisaje es otro protagonista de la imagen.

La atmósfera mística, nutre a su vez a sus pobladores, donde los ritos mágicos, la superstición, la moralidad, la sabiduría secular constitutiva de su cultura todo ello ha sido interferido por la propia idiosincrasia del paisaje.

Conocimientos que en algunos casos se convierten en ciencia, como la que se deriva del conocimiento etnobotánico de las plantas adaptadas a esas altas condiciones de estrés térmico y de irradiación inclemente, convirtiéndolas en plantas con múltiples particularidades sanadores, mientras el veneno se enrolla en algunas de ellas. 

La andadura fotográfica de Graciela Iturbide comienza en el mundo rural de México, en donde se afianza.

Esta fotografía, como muchas otras de su imaginario, es fruto de un ensayo fotográfico de estigma antropológico denominado Los que viven en la arena, realizado con el trabajo obtenido tras un mes de convivencia con los nativos seris, un pueblo pescador nómada, habitante del desierto de Sonora (hoy día una trampa mortal de numerosos inmigrantes que emprenden su suerte), y constituye su segundo libro editado con textos del antropólogo Luis Barjau que le acompañó en este periplo.

Señala en sus obras la incorporación ciertamente equilibrada del legado ancestral y la nueva sociedad tecnologizada.

La realización de esta fotografía fue definida por la propia autora como “un golpe de suerte, como si la cámara, solita, hubiera tomado la foto”, como si se hubiera visto forzada al disparo controlado por la propia Mujer Ángel en su representación más pletórica, eterna. Incluso llegó a afirmar que: “Yo no recordaba haber tomado esa fotografía”.

Expele una placidez seráfica magnética. Si hay unos organismos, en este caso incorpóreos, capaces de vivir retirados en el desierto eso son los ángeles, a la espera de algún necesitado.

En las tentaciones de Jesucristo, narradas en el Nuevo Testamento, tras ser incitado por el Diablo, fueron los ángeles los que acudieron a servirle de comer y beber en mitad del desierto, reconfortando su resistencia, de ahí quizá esta reminiscencia; y es que: “No solo de pan vive el hombre”.

Para los nativos seris, debe suceder algo parecido, que no existe mayor reino terrenal, y gloria asociada, que su entorno, sin ambicionar más allá de la vasta extensión del desierto, en un modo de viva consistente en la subsistencia, aunque se fueran adaptando en cierto grado a los nuevos tiempos.

Este trabajo invita a la reflexión acerca de la cohabitación y pervivencia de este tipo de sistemas culturales atravesados y sumidos dentro de otros entramados sociales que ejercen su carácter dominante, y a la disquisición, sobre el hecho de vivir a camino de dos mundos.

Debo de confesar, que fue doloroso no encontrar atisbo de la autora en algunos libros de recopilaciones sobre historia de la fotografía, se reafirma una vez más esta lacra en la que se impone lo masculino, queda una asignatura pendiente para nuevas ediciones.

Graciela Iturbide cursó estudios en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos, aunque acaba siendo prontamente cautivada por la fotografía, después se hace asistente del fotógrafo Manuel Álvarez Bravo (periodo de 1970-71), que es lo que le permite valorar el filón de la diversidad de oportunidades que las comunidades rurales indígenas podían proporcionarle, y esa temática va a determinar sus referencias artísticas.

Este fotógrafo, que es además un pionero de la modernización de la fotografía en México, ejerce de su profesor, el más influyente y útil.

La producción de la obra de Graciela Iturbide, aún viva, es un auténtico arraigo de todo un universo fotográfico basado en la identidad nacional mexicana. Saldrás de esta fotografía intensamente bajo sugestión.

BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA 

FOTOTECA DEL INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA DE MÉXICO

https://mediateca.inah.gob.mx/repositorio/islandora/object/fotografia%3A405415 (Consulta 9/10/2023)

FUNDACIÓN MAPFRE

https://www.fundacionmapfre.org/arte-y-cultura/colecciones/graciela-iturbide/desierto-de-sonora/mujer-angel-desierto-de-sonora-mexico/ (Consulta 9/10/2023)

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