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Arde Troya (en Cádiz)

Esta huelga indefinida aparenta una revolución fuera del tiempo y el espacio, aunque yo veo que principia algo que se está calentando.

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Víctor Guillot
Víctor Guillot
Víctor Guillot es periodista y adjunto a la dirección de Nortes. Ha trabajado en La Nueva España, Asturias 24, El Pueblo de Albacete y migijon.

Estamos en la frontera movediza de noviembre/diciembre, con nubarrones de otoño y lluvias de invierno sobre nuestros hombros, con la vista mojada y desolada observando lo que pasa en el sur, o sea, una revolución. Mientras en el Norte, querido y desocupado lector, el cine pasa por la vida, en el Sur la vida nos pasa por delante como  una película de cine, con la huelga de Einsenstein envolviendo el aura de la ciudad en una nube de humo proletario. Lo que está pasando en Cádiz, ya digo, es una película políticamente violenta, con la clase obrera del metal como protagonista, declarada en huelga indefinida. Decía Ortega que las revoluciones tienen, entre otros, un perfil positivo, porque la revolución no es sino el pensamiento en acto, las ideas que actúan. En España nunca hubo grandes revoluciones, pero sí  revoluciones municipales, pequeña filosofía convertida en ensayo, así que los trabajadores del hierro llevan ocho días en la calle reclamando lo de siempre, la subida salarial, o sea, el pan.

La tanqueta de Grande-Marlaska han salido a la calle a disipar al gentío. Tanto en Podemos como en Más País se han quejado del uso desproporcionado de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. Marlaska no ha dicho nada, con ese silencio arrogante que hace lo que no dice y dice lo que no hace. El alcalde también ha dicho que eso de la tanqueta por las avenidas de la ciudad está muy feo. Lo que ignora Chiqui, el alcalde de Cádiz, es que este país sigue siendo feo, católico y sentimental, según la vieja fórmula que Don Ramón María del Valle-Inclán se aplicó humildemente a si mismo. Marlaska nos ha salido también otro ministro feo, católico y sentimental, pero según la fórmula polaca que barre inmigrantes con tanquetas, gas lacrimógeno y chorros de agua, en la frontera bielorrusa. Ya está tardando demasiado en dimitir el subdelegado de Gobierno, al octavo día de huelga indefinida.

“Ya está tardando demasiado en dimitir el subdelegado de Gobierno, al octavo día de huelga indefinida”

A la tanqueta de Marlaska le ha salido a responder la mujer de un obrero, una mujer de Cádiz, encarada ante los antidisturbios con toda la mística y toda la dignidad oriental de aquel estudiante chino paseándose ante los tanques de la Plaza de Tiananmen.  Ha dicho esta señora que «si es necesario, que arda Troya, porque esto hay que defenderlo con uñas y dientes».  La voz de una mujer siempre es estimulante. Desvela el constante asalto de nuestro tiempo. La historia del siglo XXI es la historia de un atraco. Efectivamente, vivimos la víspera de un incendio. Arde Troya, arde Cádiz, como ardía en la Eneida que fue la llama con la que comenzó  a arder todo Occidente hasta nuestros días. Porque Cádiz ha sido siempre una Troya revolucionaria y liberal, nuestra pequeña Iliada ardiendo siempre a manos del poder de los de siempre, desde Tartesos hasta hoy, mientras bailaban su minué los reyes y los mercaderes.Parece que hay ciudades condenadas a vivir el eterno retorno de las huelgas y las revoluciones.

Esta huelga indefinida aparenta una revolución fuera del tiempo y el espacio, aunque yo veo que principia algo que se está calentando en otras ciudades que reclaman la misma subida del salario. Y como esto siga así, no va a haber división acorazada que lo pare, aunque la dirija el ministro de Interior. En Cádiz la democracia es una revolución televisada, mientras Grande.-Marlaska nos escribe otra carta de ajuste y una mujer grita “Arde Troya” con perfil de Pasionaria.

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