De todos los títulos que tenemos en las plataformas, Escenas de un matrimonio destaca por sus antecedentes y sus implicaciones.
En 1973, el cineasta sueco Ingmar Bergman sorprendió al mundo con una miniserie donde reflexionaba sobre las relaciones de pareja de una manera particularmente profunda.
Tuvo tanto éxito que esta propuesta se convirtió en una película muy famosa, de las que en aquel entonces los especialistas llamaban cine de arte.
Se llamaba Escenas de un matrimonio y era tan increíblemente buena que también se hizo en teatro. Aquí en México se ha puesto varias veces.
Por favor ubiquémonos en el tiempo y en el espacio: siglo XX, años 70. ¿Cómo era la concepción del matrimonio para aquellas parejas? ¿Cuál era el rol de las mujeres? ¿Cuál, el de los hombres?
¿Qué otras opciones había? ¿Qué pasaba con la fidelidad, con la separación y con el divorcio? ¿Qué ocurría con la religión y la diversidad sexual?
Evidentemente en aquel contexto, Escenas de un matrimonio era una bomba. ¡Imagínese!
Hoy el mundo es diferente: el matrimonio no es precisamente la mejor opción para muchas parejas, personas del mismo sexo se pueden casar sin mayor problema y cada vez se habla más de relaciones abiertas.
Las mujeres pueden mantener ser el eje económico de la familia, los hombres pueden criar a sus hijos y ni hablemos de religión. ¡Vivimos en otro planeta! No sé si mejor o peor, pero es otro planeta.
¿Por qué le estoy escribiendo esto? Porque hace un par de semana la plataforma HBO Max estrenó Escenas de un matrimonio, el refrito de la gran miniserie de Ingmar Bergman y yo la estoy sufriendo.
Me queda claro que esto pertenece a la marca HBO, que estas señoras, que estos señores, tienen la obligación de producir material premium para justificar su existencia en el mercado y que Bergman es un manjar para cualquier compañía con ese perfil tan sofisticado.
Pero cometieron un error: adaptaron, volvieron gringo algo sueco, colocaron todos los elementos políticamente correctos que Hollywood exige en la actualidad y el resultado es un atentado contra Bergman.
Todo lo que en el original generaba los más desgarradores conflictos dramáticos, desapareció.
Esto ya no es una pieza, es miniserie hípster y, para acabarla de amolar, sus responsables se quisieron ver tan vanguardistas que decidieron hacer aquello como la innecesaria representación cinematográfica de una representación cinematográfica.
¿No se dieron cuenta de que al hacerlo aniquilaron toda la verdad que Bergman había puesto en esa obra?
Escenas de un matrimonio de HBO Max es una serie cara, con un reparto espectacular y una producción exquisita, pero ya no es una bomba.
¿Me creería si le dijera que hay escenas casi idénticas a las de la propuesta original sólo que ahora lo que decía la mujer lo dice el hombre y viceversa?
Estos personajes sufren porque quieren, no porque estén condenados.
Estamos hablando de parejas interraciales, donde se vale la diversidad sexual, donde lo menos importante son las apariencias.
¿Qué necesidad había de hacer esta miniserie? ¿Por qué la adaptaron en lugar de grabarla en su contexto original?
Me da miedo pensar que las plataformas, en su voracidad por hacer, hacer y hacer, comiencen a despedazar los grandes clásicos del cine y la televisión.
¿Ahora entiende por qué le digo que Escenas de un matrimonio destaca por sus implicaciones?
¡Qué tal si hace escuela! ¡Qué tal si mañana a HBO, así como le dio por tropicalizar a Bergman, le da por hacer lo mismo con otros autores! Tengo miedo. ¿Usted no?
alvaro.cueva@milenio.com
