Ejemplos
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eclinada sobre tapices persas, pálida y triste, entre humaredas de pebeteros que la envuelven en nubes de exóticos inciensos y violentos sahumerios orientales, la zarina tiembla, pues va a regresar su esposo, su terrible esposo, de la guerra o de la caza.
Emilia Pardo Bazán
Y cuando regrese, sufrirá la zarina el suplicio de la marmórea indiferencia y el desdén brutal con que la mira y la trata su dueño, harto de su hermosura y airado contra la mujer que no consigue atraerle a sus brazos.
Emilia Pardo Bazán
Hoy te esperan en el convento de la Panaxia. Allí conducen la misma noche a la zarina. Emparedada en su celda, cuando se despierta, cree al pronto haber soñado un horrible sueño, pero no puede dudar; reconoce las tres ventanas, desde las cuales ve la iglesia, el jardín, el cementerio con sus túmulos de césped y sus cipreses oscuros.
Emilia Pardo Bazán
Cuando se adelanta, dispuesta a hacerlo, con gesto amoroso, el zar la rechaza. -Zarina, te detesto. Tu vista me es amarga como el absintio.
Emilia Pardo Bazán
La zarina, temblante, apresta la sonrisa, pinta sus mejillas, se prende en el seno una rosa de Teherán, cogida del rosal, que ella misma cuida, y sale al encuentro del esposo, como debe hacer toda esposa fiel y amante.
Emilia Pardo Bazán
Mientras despojan al zar de sus arreos cinegéticos y le visten ropaje prolijamente bordado, la zarina espera para abrochar a su dueño el redondo broche de turquesas y granates que sujeta la túnica.
Emilia Pardo Bazán
Entró la zarina, triunfante de sedas y encajes, pieles blanquísimas y diamantes blancos, con sus pupilas de turquesas muertas y una harmonía quejumbrosa de violines zíngaros inició la fiesta de la luz.
ublicado el 22 de Julio de 1763 en la Por la Gracia de Dios Nosotros, Emperatriz y Soberana de todos los rusos en Moscú, Kiev, Vladimir, Novgorod, Zarina de Kasan...
sí, diez mil veces peor que Babilonia en los desenfrenados excesos en que sus habitantes de todas clases -corte, nobleza y pueb lo- se sumieron y se entregaron», escribe otro comentarista, «instigados por el fatal ejemplo de la tan lisonjeada pero desvergonzada zarina.» Estos eran los tiempos en que floreció la joven .
¿Por qué la aborrece el zar? La zarina lo ignora. Sus espejos de plata bruñida le dicen que es bella. Su caudalosa mata de pelo, color de cobre limpio, ondea y se encrespa hasta el borde del pesado caftán de terciopelo verde recamado de oro.
Emilia Pardo Bazán
Déjame libre, zar ortodoxo, y mendigaré mi sustento! ¡Déjame que ocupe el último lugar entre las servidoras del palacio, y no me acordaré nunca de que he sido la zarina!
Emilia Pardo Bazán
Pasan meses y meses: viene la primavera; la negra gleba humea y se esponja bajo el sol de abril; dijérase que las cortezas crujen y las yemas de los árboles revientan; dijérase que la estepa ríe y que los pájaros están locos. La zarina deja deslizarse sus abrigos de rica peletería y se asoma a la ventana.
Emilia Pardo Bazán
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