
La sociedad europea (inglesa, suiza y alemana) en la primera mitad del siglo XIX pasó por muchos cambios enmarcados en la Revolución industrial, quedando marcada por el gran movimiento que afectó todos los aspectos de la vida humana. La Revolución industrial empezó en la segunda mitad del siglo XVIII y repercutió por décadas en el ámbito mundial.
En la sociedad europea (y en todo el mundo) se vieron revoluciones en lo político, con el avance del imperialismo y las nuevas ideas de pacto con la clase obrera para evitar que esta tomara el mando. Para ello se creó un sistema de elección de poderes restringido que luego cedió el paso al sufragio universal.
La medicina avanzó al deslastrarse de su pasado de religión y misticismo para permitir el desarrollo de la ciencia. El gran número de guerras y revoluciones —junto con las migraciones que ello generó— provocó tal hacinamiento que se propagaron enfermedades y fue necesario responder. De este esfuerzo nacieron la medicina preventiva y el sistema de salud pública.
Campos del conocimiento y de las artes, como la arquitectura, la filosofía, la pintura y la música, entre otras, se influenciaron y beneficiaron de los cambios propuestos por los representantes principales de cada una de esas áreas.
El siglo XIX abundó en artistas y científicos como Beethoven, Alfred Nobel, Thomas Alva Edison, Nikola Tesla, los hermanos Lumière, Louis Pasteur y Charles Darwin, entre muchísimos otros.
La sociedad europea (inglesa, suiza y alemana) en la primera mitad del siglo XIX
Sociedad inglesa
La Inglaterra de 1800 no pasaba de ser una sociedad rural y agraria. Todo esto cambió cuando la reina Victoria ascendió al poder. Esta monarca fue la que más tiempo duró en su reinado (64 años, para ser exactos) y dejó un legado de avance e industrialización en todas las áreas.
Como es lógico pensar, dichos cambios no sucedieron de forma calmada. Por el contrario, hubo numerosas y graves epidemias en Inglaterra, con saldos notables de mortalidad. También hubo desabastecimiento de productos básicos por falta de producción y distribución de los mismos. Todo ello llevó a una enorme debacle económica a la que se tuvo que hacer frente.
Si a esto agregamos los muchos disturbios sociales reclamando comida, medicina, igualdad de derechos y restitución de ciertas leyes (establecidas durante las guerras napoleónicas), tendremos un panorama sombrío para un incipiente reinado. Sin embargo, el tiempo demostró que ninguno de estos problemas significó una barrera infranqueable.
Ámbitos político y económico
El reino de Gran Bretaña estuvo en permanente guerra durante este siglo, y la forma del manejo interno provocó un aumento tanto en la tensión como en los conflictos con sus colonias en Sudáfrica.
A medida que avanzó el siglo, el parlamento bicameral se tornó en uno más liberal, con reformas políticas que apuntaban a la extensión del derecho al voto.
En plena Revolución industrial, Inglaterra experimentó un crecimiento exponencial de su requerimiento de materia prima, como madera y carbón, y materiales pesados como hierro y acero. Esto generó que nuevos mercados se abrieran y que se requiriera más mano de obra.
La creación de vías férreas a ciudades antes aisladas permitió que nuevas economías entraran en juego, lo que sin dudas generó retroalimentación y crecimiento.
Sociedad suiza
Suiza, tal como la conocemos hoy, fue el fruto de la unión de diversos territorios amalgamados por los intereses comunes de sus regentes.
Desde el año 1000 de nuestra era, tras la caída del Imperio de Carlomagno y la entrada de los territorios al sistema feudal, Suiza evolucionó hacia una Confederación, reconocida como independiente al final de la llamada Guerra de los 30 años.
En el siglo XIX, el suelo suizo fue ocupado por tropas revolucionarias francesas y se libró un número considerable de batallas de las que nació la República Helvética, por encima del sistema de cantones que prevaleció hasta ese momento.
En la primera mitad del siglo XIX, y luego de que Napoleón Bonaparte interviniese para abolir la República, nació el Estado Federal de Suiza. Este escribió su propia Constitución y fundó un parlamento federal.
Sociedad alemana
Al igual que su par suizo, la Alemania que se nos presenta hoy en día nació como crisol de conquistas, inmigraciones e invasiones de distintos territorios que siglos atrás fueron dominados por imperios como el romano y, tiempo después, por el de Carlomagno.
Una vez que desapareció el Imperio carolingio surgió el reinado de la dinastía sajona. Este linaje controlaba distintos ducados, como el de Baviera. Al frente de estos territorios estaba el rey de Alemania, coronado emperador del Imperio romano germánico.
Cuando el último rey del Imperio abdicó, inició la necesidad de crear un Estado nacional único. Esto no fue fácil porque en aquella época los intereses se dividieron entre formar un Estado con un número limitado de territorios o integrado por todos aquellos germanoparlantes.
Con el paso de las décadas surgió el Congreso de Viena para definir de nuevo los límites de las naciones que conformaban el disuelto Imperio, así como la Confederación germánica, el Parlamento alemán y la Constitución alemana.
La vida cotidiana de las sociedades europeas de mitad del siglo XIX
La mayoría de los europeos de esa época podrían ser calificados como puritanos debido a la intransigencia de sus valores morales, su fanatismo por el trabajo, su iniciativa por el ahorro y sus deberes vinculados con la fe.
A pesar de ello, existían marcadas diferencias, aunque en todas la mujer estaba relegada a un segundo plano, siempre en casa y dedicada al cuidado de sus hijos. Se habló de clases sociales y apareció una clase alta o aristocrática, una media o burguesa y el proletariado.
Sin embargo, como la mayoría de las sociedades a lo largo de la historia, en ese momento existió una doble moral y la prostitución, los abusos y un sinfín de vicios se dieron en paralelo a todo este discurso moralista.
Optimismo
Llama la atención que en este periodo de la historia se tuvo una visión sumamente optimista de la vida. La base de ello fue el crecimiento económico producto de la Revolución industrial y los numerosos descubrimientos científicos que se hacían. Se abría a la humanidad una era de expansión y crecimiento, y las personas sentían que había enormes posibilidades en el futuro (lo que no significaba que no existiese la miseria).
Esta abundancia permitió tener más tiempo para socializar, viajar y conocer otras culturas. No es extraño que entonces empezaran a proliferar sitios para reuniones al aire libre, como los conocidos cafés.
Dichos cambios en el ámbito social también hicieron eco en las costumbres de aseo personal, en la higiene y en la vestimenta, por lo que se ampliaron las redes de agua corriente y agua servida en la mayoría de las ciudades principales. El urbanismo, como disciplina, dio sus primeros pasos, y también el alumbrado público.
En esas ciudades, los burgueses —que ahora dedicaban tiempo al ejercicio y deportes elitescos— ya no vestían con los elaborados trajes y las enmarañadas pelucas, y usaban jabón y aguas perfumadas provenientes de la famosa ciudad alemana de Colonia.
Cada vez se establecían más vías de comunicación entre las ciudades, lo que trajo como consecuencia una mayor afluencia de personas de todas partes e influencias extranjeras en las ciudades, que enriqueció culturalmente las metrópolis, como Londres, París o Berlín.
Referencias
- Siglo XIX. Recuperado de es.wikipedia.org.
- Historia de Alemania. Recuperado de es.wikipedia.org.
- Historia de Suiza. Recuperado de swissinfo.ch.