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El 16 de abril de 1746, las tropas jacobitas y los ejércitos hannoverianos se enfrentaron en los campos de Culloden, Escocia. La batalla puso fin al levantamiento jacobita y supuso el declive total de la cultura highlander.
Culloden es uno de esos lugares que son propios de un país, un nombre que solo escuchan aquellos que han nacido en el lugar o que, por decisión propia, han sentido un deseo incontenible de conocer la historia de otros pueblos; una mezcla de vergonzosa derrota y orgullo patrio por la sangre derramada con valor. Podría ser ese “más se perdió en Cuba” de los españoles, el Waterloo de los franceses o las Termópilas para los antiguos espartanos. Culloden fue el final de un intento de subir al trono y defender el legado de un pueblo, una batalla perdida de antemano y aun así luchada. La sangre de mártires y traidores bañando los campos de Escocia.
En 1745, tras muchos intentos por parte de sus predecesores de volver a Gran Bretaña y sentarse de nuevo en el trono, un joven príncipe llamado Carlos Eduardo Estuardo, malcriado, pretencioso, que no conocía a su supuesto pueblo y sin experiencia militar; decidió reunir un pequeño ejército y partir hacia Escocia para reclutar a un pueblo que debería besar el camino por el que él pasara. Ese pueblo, los rudos highlanders del norte de Escocia, veían cómo los gobernadores ingleses intentaban sacarles de sus tradiciones y arrebatarles aquello que los diferenciaba y que para ellos era tan importante como su vida: el sistema de clanes. Por último, y frente a ellos, se encontraba un rey inglés (alemán de nacimiento en realidad) que no pensaba ceder ni una pizca de terreno en favor de otros y al que no le importaba soltar a un perro rabioso para conseguirlo.
Culloden, al igual que todo el levantamiento jacobita, fue una guerra de intereses entre dos familias y un pueblo dividido. Como suele ocurrir en todas las guerras, hombres de origen humilde se lanzaron los unos contra los otros para que nobles señores pudieran sentarse en un trono o en otro. Una hora de tiempo costó la vida de más de 2.000 hombres, muchos de ellos arrojados a la muerte por los caprichos de sus propios líderes. Habrá quien lo considere un sacrificio digno de honores y canciones, mientras que otros verán una fila de ovejas yendo al matadero.
Siendo ambas visiones correctas y erróneas al tiempo, lo cierto es que la batalla de Culloden tuvo enormes consecuencias en un país que marcó el ritmo de Europa durante muchos siglos. Tantos años después de su herencia perdida, Escocia parece haber recuperado parte de sus tradiciones en un tozudo premio de consolación para aquellos que no quieren terminar de olvidar su pasado. Culloden fue esa batalla perdida que hizo caer el alma de un país entero.
Una guerra de sucesión de más de 60 años
Desde 1603, los tronos de Inglaterra, Irlanda y Escocia se reunían en la figura de James VI, miembro de la casa Estuardo. Sin embargo, el levantamiento de 1668, conocido como Revolución Gloriosa, quitó del trono a Jacobo II y sentó a su hija Mary y a su marido, Guillermo de Orange, rechazando a cualquier pretendiente católico al trono de Gran Bretaña. Tras la muerte de Mary y su hermana sin descendencia, se decidió que la corona pasara a Jorge I de Hannover, un alemán protestante. Esto hizo que los Estuardo, desde su expulsión, intentaran recuperar el trono porla fuerza de las armas llevando a cabo numerosos levantamientos populares a lo largo de los años.
Bonnie Prince Charlie
Carlos Eduardo Estuardo fue el último de los pretendientes de su casa que intentaron recuperar el trono de Gran Bretaña. Hijo de Jacobo III, pasó su vida viviendo en Francia e Italia, siendo un joven despreocupado y caprichoso. A pesar de tener poca experiencia militar y de que el rey Luis XV de Francia rechazó otorgarle ayuda, decidió llevar a cabo un nuevo levantamiento en las islas británicas creyendo que sería fuertemente apoyado. En 1745, desembarcó en Escocia y avanzó rápidamente por las zonas rurales del país, llegando incluso a tomar Edimburgo. El avance del ejército leal a Jorge II le obligó a retirarse y sus malas decisiones, además del empeño de liderar él mismo a sus tropas, provocaron el terrible enfrentamiento y la derrota de los jacobitas en Culloden. Consiguió huir a Francia y pasó sus últimos días en Roma.
Jorge II de Hannover
Gobernó Gran Bretaña desde la muerte de su padre en 1727 hasta su muerte en 1760. Al igual que su predecesor, su fuerte convicción protestante hizo que desarrollara políticas que relegaban a los católicos a un segundo plano. Sus políticas internas se basaron en ampliar el control que poseía sobre los territorios escoceses e irlandeses y, en el extranjero, centró sus esfuerzos en controlar el poder y la influencia de Francia y España en Europa y las colonias. Es conocido por haber participado activamente en la Guerra de Sucesión Austriaca (1740-1748) y por la derrota que la armada británica sufrió frente a los españoles durante el sitio de Cartagena de Indias.
El duque de Cumberland
Guillermo Augusto, duque de Cumberland, fue el militar elegido para dirigir a las tropas leales a Jorge II durante la rebelión jacobita de 1745. Aunque tuvo una carrera militar brillante desde sus primeros años, su habilidad comenzó a destacar durante la Guerra de Sucesión Austriaca, donde había sido nombrado Comandante en Jefe de las fuerzas aliadas británicas. Jugó un gran papel en la rebelión de 1745, sobre todo tras la derrota de Hawley en Falkirk, y fue responsable de la victoria en la batalla de Culloden. Aunque fue reconocido como un gran militar y el principal responsable del fin de la guerra, la brutalidad empleada durante la contienday la durísima represión le valieron el apodo de ‘el Carnicero’.
Los highlanders, vanguardia del ejército jacobita
Los antiguos clanes escoceses fueron el principal apoyo de las pretensiones de Bonnie Prince Charlie al trono. La familia Estuardo había tratado bien a los clanes y había demostrado comprender y respetar su forma de vida y sus tradiciones, por lo que los ocupantes de las Tierras Altas escocesas abrazaron al joven pretendiente como su nuevo rey. Además, muchos de ellos eran católicos o episcopalianos y los Hannover los habían marginado en beneficio de los protestantes. Por último, el sistema de clanes escocés era muy antiguo y seguía fuertemente arraigado en sus gentes, y la cada vez mayor presencia de ingleses que interferían en el gobierno de sus tierras les convenció definitivamente para luchar contra ellos.
El ejército hannoveriano
Cumberland entró en Escocia con un potentísimo ejército, bien adiestrado y con un equipamiento mejor y más moderno que el de sus rivales jacobitas. El ejército inglés durante la época Hannover se basaba en una infantería armada con mosquetes y bayonetas que se dedicaba a soltar ráfagas para después cargar, una caballería de gran número y que solía estar compuesta por las temidas tropas conocidas como ‘dragones’ y una artillería pesada formada por cañones. La fuerza de este ejército, sumado a la disciplina y buena dirección de Cumberland, hicieron que la resistencia de los jacobitas fuera mínima.
El terreno
El lugar elegido por el príncipe Carlos Eduardo para hacer frente a los ejércitos de Jorge II fue Culloden, un terreno pantanoso y plagado de marismas muy próximo a la ciudad escocesa de Inverness. El clima durante el día de la batalla fue lluvioso y frío, haciendo que el terreno estuviese lleno de barro, dificultando el avance de las tropas. Carlos Estuardo eligió este terreno, aconsejado por su secretario e ignorando los consejos de sus generales, porque pensó que las tropas hannoverianas no estarían preparadas para luchar en un lugar así, a diferencia de los highlanders. Sin embargo, el uso de artillería y armas de fuego reducía enormemente la necesidad de las tropas de Cumberland de desplazarse.
Ataque nocturno
Las tropas jacobitas estaban desestructuradas, mal equipadas y agotadas tras días de marcha a pie para llegar al campo de batalla. Carlos Eduardo, a pesar de las quejas de sus oficiales, decidió combatir en campo abierto contra los ingleses en lugar de emplear una técnica más similar a la guerra de guerrillas. Se planeó que en la noche previa a la batalla, mientras el campamento inglés celebraba el cumpleaños del Duque de Cumberland, un grupo de unos 300 hombres se aproximaría a ellos bajo el manto de la noche y realizaría un ataque sorpresa con el objetivo de provocar el mayor daño posible y desaparecer. La mala comunicación, la falta de luz y el estado del terreno impidieron que el plan se llevara a cabo, saliendo el sol antes de que pudieran atacar y teniendo que retirarse para intentar descansar antes del combate.
Antes de la batalla
El ejército jacobita, formado por unos 5.300 hombres de infantería y una caballería de no más de medio millar de soldados, se dispuso en dos filas frente al enemigo, esperando un ataque directo y con Carlos Eduardo comandando desde lo alto de una loma, fuera del alcance de los cañones. Por el contrario, Cumberland situó a sus 8.000 soldados de infantería en dos filas muy próximas y preparadas para usar mosquetes, contando con el refuerzo de los cañones y la caballería en un lateral para atacar desde un flanco en caso de que los jacobitas cargasen. Con obvias diferencias de equipo, hombres y formación, la batalla comenzó en la mañana del 16 de abril de 1746.
Cargando bajo el fuego de los cañones
Cumberland, siendo consciente de su superioridad, desplegó el potencial de su artillería pesada para cubrir las filas enemigas con fuego de cañón. Las primeras bajas del bando jacobita fueron enormes y se produjeron durante los primeros minutos, mientras Carlos Eduardo no daba la orden del avance. Tras mucha presión por parte de los líderes de clanes, y a pesar de la inminente derrota, muchos highlanders decidieron presentar batalla y cargaron contra los ingleses en un acto de valentía, orgullo o locura. El terreno pantanoso hizo que todo el ataque se centrara en el flanco izquierdo de las filas británicas, donde se encontraban fuertemente equipados con artillería y contaban con el respaldo de la caballería. Se produjo una verdadera masacre y la batalla terminó en menos de una hora, aunque el baño de sangre solo acababa de comenzar.
Resultado y bajas
El victorioso ejército inglés terminó el combate con 50 muertos y unos 300 heridos, cifras mucho menores que las que tuvieron que afrontar los jacobitas: más de 2.000 muertos durante los combates y cientos de heridos. Pero esa cifra siguió creciendo cuando se acallaron las armas, pues Cumberland dio la orden de convertir Culloden en un ejemplo para futuros levantamientos. Se remató a los heridos, se degolló a los prisioneros y se persiguió a los huidos en un conjunto de represalias desmedidas que le valieron a Cumberland el merecido título de ‘el Carnicero’. Bonnie Prince Charlie consiguió huir del campo de batalla y refugiarse en la isla de Skye, desde donde partió a Francia disfrazado de sirvienta.
Consecuencias de la batalla
La batalla de Culloden fue el final de las pretensiones de los Estuardo al trono de Gran Bretaña y puso fin a los levantamientos que venían dándose desde 1689. En el ámbito internacional, este conflicto fue un nuevo frente abierto para Gran Bretaña, que se encontraba en guerra tanto en Europa como en las colonias para asegurar su dominio frente a Francia y España. Por último, las tácticas empleadas por Cumberland en Culloden cambiarían el mundo de las estrategias militares en los conflictos siguientes, siendo por ejemplo utilizadas ampliamente durante la Guerra de los Siete Años o durante la Guerra de la Independencia Estadounidense. Pero, sin duda, las consecuencias más graves se vivieron en Escocia.
El acta de prohibición
La derrota de Culloden fue el final definitivo de la cultura y el modelo de gobierno de las Highlands escocesas. Inglaterra vio la oportunidad de asentar su dominio sobre el territorio y machacó duramente a los rebeldes escoceses: se desposeyó de sus tierras a los jefes de clan que habían apoyado al pretendiente Estuardo y se ejecutó o detuvo a cientos de personas. Además, en 1747 se lanzó el llamdo Act of Proscription, que erradicaba el sistema feudal escocés, prohibía a los jefes de clanes impartir justicia y se declaraban ilegales el hablar o escribir gaélico, llevar prendas con tartan, tocar la gaita, llevar espada o cualquier religión que no fuera el protestantismo.
Tumbas entre la hierba
Los caídos durante la batalla, principalmente los del bando jacobita, fueron enterrados en fosas comunes según el clan al que pertenecían pero sin ningún tipo de reconocimiento. En 1881, los dueños del terreno donde tuvo lugar la batalla decidieron colocar cairns (piedras funerarias) en los lugares de descanso de todos los clanes, para recordar su sacrificio. Actualmente, las piedras funerarias se encuentran distribuidas por todo el lugar y es común ver a gente, muchos de ellos descendientes del clan, que van a visitarlos.
Outlander
La popular serie de televisión, basada en la serie de novelas ‘Forastera’ de Diana Gabaldón, ha sido una de las principales ventanas para conocer esta convulsa época de la historia escocesa. Tras una historia de amor fuera del tiempo, ‘Outlander’ cuenta con una excelente documentación y realismo del momento que se representa, además de estar rodado en Escocia casi en su totalidad. Durante los dos últimos capítulos de la segunda temporada y el primero de la tercera, podemos ver una representación bastante exacta de los acontecimientos ocurridos durante la batalla de Culloden.
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