Jeffrey Epstein, el hombre que murió matando al príncipe Andrés

Dos meses y tres días. Eso es lo que Jeffrey Epstein duró en el centro penitenciario en el que permanecía tras ser detenido el 6 de julio de 2019 acusado de varios delitos, entre ellos abusar y traficar con menores. Quién sabe si por el trato que recibía de parte de otros presos, si por la culpa o si por miedo a todo lo que se le venía encima, pero el 10 de agosto de ese mismo año decidió quitarse la vida. Se ahorcó en su celda de la prisión metropolitana de Manhattan.

Todo terminó para él ese día, pero no para el resto de implicados en una trama que conmocionó al mundo, entre ellos el príncipe Andrés. En aquel momento, lo único de lo que el hijo favorito de la Reina Isabel II -al menos, eso han dicho siempre- era de haber sido amigo de Epstein y de haber asistido a sus fiestas, un vínculo que manchó su imagen por aquello de “dime con quién andas y te diré quién eres” pero inimputable.

Con buena parte de la opinión pública inglesa -y mundial- en contra, la Casa Real británica se vio encima una crisis de reputación sin precedentes que parecía imposible de salvar. Recordemos que en aquel momento el duque de York era un miembro activo de la Corona y que solía representarla en varias ocasiones, y que alguien con tanto peso en la institución estuviera involucrado de cualquier forma en un escándalo como ese podía hacer tambalear los cimientos de Buckingham.

Con toda la presión encima, el equipo de prensa del príncipe Andrés sucumbió a la insistencia de una productora de la BBC que consiguió que aceptara una entrevista en directo en “Newsnight”. ¿No aprendieron en palacio con Lady Di que las entrevistas en caliente en la televisión pública no suelen ser buena idea?

Lejos de limpiar su nombre, el encuentro entre cámaras del príncipe Andrés con la periodista Emily Maitlis se recuerda como desastroso. El príncipe Andrés titubeó, cayó en varias contradicciones y excusas banales que no solo no convencieron a la opinión pública, sino que le hicieron parecer más culpable. A partir de ahí, todo fue en picado.

Como si de una broma de la vida se tratase, el 10 de agosto de 2021, justo dos años después del suicido de Epstein, se hizo público que Virginia Giuffre, una de las víctimas del magnate estadounidense, denunció formalmente al príncipe Andrés por supuesto abuso sexual cuando todavía era menor. Por más que el duque de York asegurara que no la conocía, una fotografía demostraba lo contrario. Se encontraba en un callejón sin salida.

Aunque todos podamos sacar nuestras propias conclusiones, lo cierto es que nunca sabremos si el príncipe es culpable o inocente de los cargos de los que se le acusó, puesto que llegó a un acuerdo millonario con Giuffre que le libró del juicio administrativo, pero no del público.

Despojado de sus títulos reales y apartado de la vida pública, el príncipe Andrés vive desde entonces una especie de muerte en vida que no parece tener un final cercano. Ni siquiera su hermano el Rey Carlos III parece apoyarle en su ostracismo, y prefiere tener a la manzana podrida bien alejada antes de que pueda corromper el regio cesto.