Las razones por las que el militarismo prusiano condujo a Alemania al desastre en dos guerras mundiales
El historiador Peter H. Wilson desmonta en el libro 'Hierro y sangre: una historia militar de Alemania' los mitos sobre la historia militar del mundo germánico
Filtran los planos del búnker de Putin en el mar Negro, «el objeto más secreto y protegido de Rusia»
De Jovellanos a Vox: así es la historia de la derecha española sin tópicos

El militarismo prusiano, que Hitler asumió en su máximo simbolismo, ha quedado tatuado para siempre al estereotipo histórico sobre el ser alemán, que por naturaleza se presenta con la cabeza cuadra, el espíritu belicoso y el cuerpo hecho a los campos de batalla antes que a los pastos de la paz. Frente a este arraigado mito, el historiador británico Peter H. Wilson publica el libro 'Hierro y sangre: una historia militar de Alemania', editado en España por Desperta Ferro, que desmonta todas las ideas preconcebidas sobre el supuesto 'genio especial para la guerra' de los alemanes y se lanza a un viaje de quinientos años entre imperios forjados en acero donde el primer mandamiento es no hacer análisis presentistas.
«No está predeterminado que Alemania vaya a surgir de la manera en que lo hace, y no es una historia que se deba definir a partir de lo que sabemos sobre las dos guerras mundiales y luego leer hacia atrás como una especie de relato de origen», advierte Wilson en una entrevista facilitada por la editorial. Este especialista británico no es de los que investigan sobre cosas fáciles o de recorrido corto, como así lo avalan sus últimas obras, desde 'La Guerra de los Treinta años. Una tragedia europea' a 'El sacro imperio romano germánico', de modo que estudiar la historia militar de los territorios de habla alemana a lo largo de cinco siglos tampoco es un traje que le quede grande.
Una empresa monumental que le ha obligado a profundizar en estados tan complejos como el Imperio austrohúngaro o Prusia y en épocas tan variadas como la Reforma protestante o el ascenso nazi. Tecnología, política, cambios sociales, táctica, economía y logística, entre otros aspectos técnicos, se agitan en este ensayo brillantemente narrado de casi 900 páginas que alumbra lo que es por naturaleza oscuro: la guerra en el corazón de Europa.
Religión y nacionalismo
En consonancia con los nuevos estudios sobre la guerra, el libro analiza los conflictos dentro de su contexto humano, mostrando cómo se organizaban y dirigían las contiendas más allá de una visión propia de un tablero de mesa. No son piezas de juego para los generales Habsburgo, Hohenzollern o del resto de reinos alemanes, sino seres humanos que por una serie de vericuetos han acabado en la primera línea de combate. La motivación, el estatus legal de los soldados, su relación con la sociedad, así como el impacto demográfico y económico de la guerra, son cuestiones prioritarias de una obra que va desde el año 1500 hasta la actualidad.
El punto de partida del libro es el Sacro Imperio Germánico, donde los señores de la guerra se vanagloriaban de atrincherar sus fronteras más alto que el vecino y donde los problemas de nacionalismo (primero tímido y luego salvaje) y de religión fueron minando la convivencia entre territorios hasta confluir en la Guerra de los 30 años. De las cenizas de este territorio nacería Prusia, llamada a unificar los territorios alemanes desde el lugar más inesperado, un estado extremadamente poco fértil y con escaso protagonismo hasta entonces.

«De estos comienzos poco prometedores surge la gran potencia que es Prusia, lo cual lo convierte en un relato muy poderoso. Pero en realidad, tenían una serie de activos a su favor. A mediados del siglo XVII eran el segundo bloque territorial más grande, así que ya tenían dentro del imperio el 15% y controlaban el estado soberano de Prusia, un aspecto fundamental y que lo diferenciaba del resto de principados alemanes. Su éxito posterior se debe a las alianzas», apunta Wilson sobre un imperio que no sustituyó hasta siglos después a los Habsburgo como potencia hegemónica, a pesar del empeño de la propaganda por enterrar a los austriacos cuando seguían muy vivos.
Más sangre que hierro
'Hierro y Sangre', cuyo título procede de la famosa afirmación de Bismarck de que el poder duro triunfaba sobre los debates parlamentarios, busca las raíces del militarismo alemán y la fama de pueblo terrible que arrastran desde el siglo XIX. Lo que se llama la forma alemana de hacer la guerra tiene su origen en Prusia, en tiempos de Federico el Grande y luego de las victorias de Bismarck sobre Francia en 1871. No es que Prusia, un reino de gran voluntad ilustrada y capaz de grandes conquistas sociales, fuera solo guerra, pero de cara al imaginario quedó solo el retrato del hierro y la sangre abriéndose paso hacia el cetro europeo.
«Esta forma alemana de hacer la guerra se sustenta en la idea de que uno se halla acorralado por potencias hostiles, y por ello, hay que priorizar la capacidad de atacar primero, que hay que luchar de forma rápida y decisiva porque, de lo contrario, uno se verá desbordado en una guerra de desgaste de dos frentes. Se trata de una premisa sumamente seductora porque promete la posibilidad de una victoria rápida y relativamente barata, en términos económicos y humanos», aprecia el autor de la obra.
Esa admiración generalizada por los métodos alemanes ha omitido a menudo cómo la forma alemana de hacer la guerra estaba estrechamente relacionada con el genocidio
Los éxitos inesperados de Prusia contra Austria y Francia en el siglo XIX convencieron a los líderes de este reino de que, efectivamente, estaban bendecidos por un aura especial. Una idea que los alemanes, una vez unificados, llegaron a creerse de cara a la Primera Guerra Mundial y que, en conjunto, les llevó al desastre. Estos métodos de hacer la guerra estaba estrechamente relacionada con la explotación y el genocidio, especialmente durante la Segunda Guerra Mundial, y con librar guerras ofensivas que, si los objetivos no están previamente delimitados, suelen conducir irremediablemente al caos.
MÁS INFORMACIÓN
Con todo, Alemania no fue un hueso fácil de roer durante esas dos guerras mundiales. Fueron muy eficaces a nivel táctico y estiraron al máximo sus recursos, aunque no lo suficiente como para lograr la victoria. «La experiencia alemana en ambos conflictos impresionó profundamente a sus enemigos. De esto se desprende la idea de que, dado que los alemanes lucharon con éxito durante tanto tiempo contra viento y marea, algo debemos aprender de ellos. De modo que existen este tipo de razones objetivas y luego, por desgracia, creo que también nos sentimos atraídos por las apariencias, como los uniformes o la forma en que se presentaba la sociedad durante el régimen nazi», afirma este catedrático de la Historia de la Guerra en el All Souls College de la Universidad de Oxford sobre la fascinación por un militarismo que resultó mortal.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete