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Cualquiera que est� bajo los focos se expone a lidiar con esc�ndalos, reales o imaginarios, simplemente porque el mundo lo est� mirando. Los royals lo tienen peor que la mayor�a, porque cualquiera con un m�vil es un paparazzo en potencia. Al pr�ncipe William se le descascarill� la imagen cuando su hermano Harry lo retrat� en sus memorias como un mat�n que lo noque�. Ahora The Sun, Daily Mail y The Mirror -malas lenguas-sugieren adem�s que ha sido infiel.
Con estas cosas los tabloides hacen caja convirtiendo supuestos cuernos en seguros barullos. Hay mucha hipocres�a en eso de que el pecado se refiera sobre todo a la carne, como si no hubiera un libertinaje, una perversi�n de mayor hondura, en la pol�tica y en el dinero. El poeta Ovidio ve�a la verdadera perversi�n de la raza humana en el regateo de una de las pocas cosas placenteras que tenemos. Ni �l ni Leopardi, ni los poetas en general, pudieron entender que se convierta el amor en esc�ndalo.
El pr�ncipe y su amiga marquesa
Tal vez recuerden que Kate Middleton y el pr�ncipe William se separaron una temporada en 2007. El desencuentro se debi� al comportamiento coqueto de William en discotecas, que Kate no llev� bien. Arreglaron las cosas y el resto es historia hasta que Rose Hanbury ha vuelto a aparecer. El heredero de la Corona habr�a pasado con ella el D�a de San Valent�n.
Para los menos enterados: esta exmodelo y actual marquesa de Cholmondeley (pron�nciese 'Chomley') es una vieja amiga de los Windsor. Naci� en la alta sociedad, su abuela fue dama de honor en la boda de la reina Isabel II, y era amiga �ntima de Kate Middleton hasta que en 2019 'The Sun' habl� de una 'terrible pelea' porque Kate hab�a llegado a ver a su vecina Rose como su 'rival rural'.
Casada con David Cholmondeley, s�ptimo marqu�s de Cholmondeley y 24 a�os mayor que ella, su marido fue uno de los solteros de oro de Reino Unido y Lord Gran Chambel�n hasta el pasado septiembre. Fue una boda apresurada a la que Rose lleg� embarazada de cinco meses (tuvo gemelos). Lo de 'rival rural' no alude, claro, que Rose sea una paleta, sino todo lo contrario: a que vive en el Palladian Houghton Hall de Norfolk, cerca de Anmer Hall, la finca de campo de Kate y William.
La gente dice cosas
Los rumores de una aventura entre William y Rose se han cocido a fuego lento desde que, en 2019, se publicaron fotograf�as de ambos en actitud cari�osa en una fiesta privada. Pero no todos los miembros de la realeza que han sido acusados de infieles lo fueron realmente. A veces, se inventan historias para vender peri�dicos o la gente dice cosas que tienen un efecto multiplicador en las redes. Aunque desde que el mundo es mundo y los pr�ncipes son pr�ncipes muchos matrimonios reales han considerado la fidelidad una beater�a laica en desmedro de otras invenciones afectivas m�s amigables, como el adulterio.
Al principio de su matrimonio con la reina Isabel, Felipe de Edimburgo se sent�a rejuvenecer en sus escapadas con su entra�able amiga Lady Penny u otras 'amistades especiales'. La reina, como quien oye llover. O eso dec�an los cortesanos m�s pr�ximos: 'Felipe siempre ha tenido carta blanca para divertirse'. Empez� a pasar las tardes con otros dos hombres casados -se llamaban a s� mismos 'los tres pichones'- en un apartamento londinense donde recib�an a actrices j�venes. Felipe, el actor Richard Todd y el fot�grafo de la corte Baron Nahum eran inseparables. Con motivo de la invitaci�n a visitar la ciudad australiana de Melbourne para inaugurar los Juegos Ol�mpicos de 1956, algunos bi�grafos cotillas apuntan que durante una escala en Melbourne tuvo un hijo ileg�timo. (No pregunten).
De la tolerancia de la reina se habr�a beneficiado con Zsa Zsa Gabor, Patricia Hodge y otras mujeres con las que navegaba en el 'Britannia' o se llevaba a Balmoral cuando no estaba la reina. La serie 'The Crown' profundiza en la leyenda y sugiere, pero no confirma. Cuando le preguntaron por el asunto, Felipe dio una respuesta algo mordaz, pero plausible: "�Dios m�o, no me muevo a ning�n sitio sin que me siga un polic�a. �C�mo diablos podr�a salirme con la m�a?".
Ana y los Gales
En otros siglos, el matrimonio entre royals era una trata bendecida por la Iglesia, pero muy alejada de los ideales rom�nticos. Poco ten�a que ver con el amor, sino con la diplomacia o el patrimonio, por eso las relaciones extramatrimoniales de los reyes eran tan normales y toleradas como tomar un postre. Solo ahora los tabloides convierten los cuernos en esc�ndalo.
El primer matrimonio de la princesa Ana estaba condenado desde todos los �ngulos. Mientras estuvieron casados, Ana y Mark Phillips se enga�aron mutuamente. �l tuvo una hija extramatrimonial (Felicity, nacida en agosto de 1985) con la neozelandesa Heather Tonkin y ella enga�� a Mark con el ayudante de la reina Timothy Laurence. Cuando salieron a la luz sus cartas de amor Ana y Mark se divorciaron y ella se cas� con Timothy.
Lo de Carlos con Camila tuvo no una sino varias respuestas contundentes. Como donde las dan las toman, tambi�n Lady Di recurri� a las trampas como revel� el Squidgygate, el asunto de la grabaci�n de una llamada en la que la princesa revelaba su preocupaci�n por quedar embarazada de alguien que no fuera su marido. 'Squidgy' ('Blandita') era el nombre cari�oso con el que James Gilbey se refer�a a la princesa.
Seg�n propia confesi�n, la princesa de Gales tuvo otra aventura con James Hewitt, de quien se ha dicho y redicho que podr�a ser el padre biol�gico del pr�ncipe Harry. Hewitt lo niega en 'Love and War' ('Amor y guerra'), el libro en el que cuenta su love story.
Fergie y Margarita
El matrimonio del pr�ncipe Andr�s y Sarah 'Fergie' Ferguson termin� en 1996 por unas fotos publicadas en el 'Daily Mirror' que, entre otras im�genes para adultos, mostraban al millonario texano John Bryan chupando los dedos de los pies de la duquesa de York. Fergie confes� a los cuatro vientos que se hab�a hecho la prueba del sida en tres ocasiones y que hab�a pasado noches enteras en vela, temerosa de tener el virus por sus desprotegidos lances.
Incluso Isabel II tuvo que aguantar insinuaciones sobre el tama�o de su amistad con Lord Porchester, aka 'Porchey', el entrenador de sus caballos y seg�n algunos algo m�s que eso. Tras la emisi�n de 'The Crown', que reflej� el afecto de la Reina por su palafrenero, la historiadora Kate Williams rompi� una lanza por Isabel II: 'La reina ten�a una amistad muy cercana con Lord Porchester, pero no eran m�s que buenos amigos que compart�an el amor por los caballos'.
Otra cosa fue su hermana Margarita. En 'Ma'am Darling', su bi�grafo Craig Brown da cuenta de su lujoso tren de vida. Como se podr�a imaginar de una princesa, nunca us� su ropa m�s de una vez antes de llevarla al tinte. Su escandalosa vida social gozaba de indulgencia general. Ya casada con el fot�grafo Antony Armstrong-Jones, los paparazzi la cazaron con su amante de entonces en la isla caribe�a de Mustique. Era el jardinero paisajista Roddy Llewellyn, de 23 a�os, (17 menos que ella). Menos documentados quedaron sus presuntos l�os con Mick Jagger, aunque un cortesano asegur� que 'definitivamente, algo hubo'.
M�naco y la 'maldita' familia
En el hotel Hermitage de Montecarlo escuch� cierta leyenda acerca del pr�ncipe monegasco Rainiero I, que rein� en el siglo XIII. Secuestr� a una doncella, la viol� y cuando la abandon� ella lanz� una maldici�n: 'Ning�n Grimaldi ser� feliz en su matrimonio'. El hechizo, por lo visto, urdi� el destino inconsolable del linaje, que alcanz� a Grace Kelly cuando, a los tres meses de su boda, supo que su marido no hab�a renunciado a los j�bilos de otras camas. Para echar agua al vinagre de la decepci�n, pag� a Rainiero con la misma moneda: Brando, Sinatra y David Niven engrosaron la apuesta legi�n de caballeros rendidos a su luminoso encanto. Sinatra le dur� a�os; David Niven, toda la vida.
La princesa Carolina hered� ese tono moreno aceitunado de su abuela paterna Carlota, que naci� en Argelia y era hija ileg�tima del pr�ncipe Luis II Grimaldi con la cantante de cabaret Marie Juliette Louvet. Como el ad�ltero no tuvo hijos con su leg�tima, la actriz Ghislaine Dommanget, reconoci� a Carlota y la cas� con el pr�ncipe de Polignac para dar continuidad a la dinast�a. No hubo amor, y si lo hubo no dur� nada, como en un eco del conjuro de la doncella medieval.
Princesas de cuento y de cuernos
Cuenta John Glatt en 'The Royal House of Monaco' que, para diluir la estirpe de piratas de su marido, la princesa Grace se obsesion� con casar a su primog�nita con el joven Ernesto Augusto, un pura sangre descendiente de Jorge III de Inglaterra y del k�iser Guillermo II de Alemania. Grace fracas� como celestina, pero la vida da m�s vueltas que un tiovivo. Cuando enviud� de su segundo marido, Stefano Casiraghi -todav�a recuper�ndose de la alopecia que le produjo el estr�s postraum�tico- comenz� su affaire con el pr�ncipe alem�n, que estaba casado con Chantal Hochuli, una de las mejores amigas de Carolina. A principios de 1996, en el Hotel Oriental de Bangkok, Carolina y Ernesto compartieron una suite de 2.800 euros la noche. A la desconsolada Chantal le fue imposible retenerlo, era como atrapar un p�jaro dopado de helio.
Se casaron en 1999 y 10 a�os despu�s, mientras ella esquiaba con sus hijos en la estaci�n de suiza de Crans-Montana, 'Paris-Match' mostraba a su marido morreando en las calientes aguas tailandesas de Freedom Beach, en Phuket, con una marroqu� llamada Myriam. Carolina le dio puerta, pero no el divorcio y 14 a�os despu�s sigue siendo princesa de Hannover.
El maleficio monegasco alcanz� a Charlene. Antes de su boda, la nadadora sudafricana ya sab�a -como todo el mundo- que su marido era padre de dos hijos ileg�timos. Lo que no sab�a a�n es que, seg�n el 'Daily Mail', durante su noviazgo de cinco a�os hab�a tenido otra hija con una amante italiana.
Otras cortes, otros l�os
De las laxas costumbres de los Borbones y de sus aficiones se ha escrito lo que no est� en los escritos, empezando por Fernando VII y acabando por el marido de la reina Sof�a, en cuya familia griega tampoco se privaban. Su abuelo Constantino I de Grecia mantuvo un affaire de lujo y adulterio con la actriz italiana Wanda Paola Lottero.
Tambi�n en Italia el rey V�ctor Manuel II fue conocido como 'Il Re Galantuomo', por la abundancia de sus aventuras y su colecci�n de hijos ileg�timos. No es que el Mediterr�neo tire al monte, es que los cuernos, como Putin y otros p�jaros, no conocen fronteras: ah� est�n el rey Alberto II de B�lgica, obligado por los tribunales a reconocer a una hija extramatrimonial, o los devaneos del rey Carlos Gustavo de Suecia.
Otros tiempos
La relaci�n de los grandes campeones de la infidelidad da para un libro tan gordo como el Petete. Carlos II de Gran Breta�a tuvo no menos de 14 bastardos con su larga lista de amantes. De ellas desciende la flor y nata de la actual nobleza brit�nica.
A Eduardo VII lo llamaban Bertie the Caresser (el Acariciador). Sus amores con la actriz Lilly Langtry y la condesa de Warwick sacaron los colores a la pacata Inglaterra victoriana. Qued� abducido por la socialite Alice Keppel, la bisabuela de la actual reina consorte Camila y, aunque �l le doblaba la edad, fueron amantes hasta la muerte de Eduardo en 1910. Alejandra de Dinamarca, la reina consorte, toleraba a Alice lo bastante como para enviarle una carta de consuelo cuando su esposo enferm� de tifus y permitirle ver al rey en su lecho de muerte.
Con el archiduque Rodolfo, el heredero del Imperio austroh�ngaro, frecuentaba en Par�s el Chabanais, un lupanar con una treintena de habitaciones cuya decoraci�n abarcaba la geograf�a del mundo. Eduardo, un habitual de la hind�, mandaba llenar la ba�era de champ�n antes de meterse en ella en compa��a de tres damas.
Rodolfo, el hijo de Sissi de Baviera, ya casado con la princesa Estefan�a de B�lgica, ahogaba su angustia en alcohol, morfina y muchas mujeres, no siempre condesas y no siempre higi�nicas. Muri� en oscuras circunstancias en el pabell�n de caza de Mayerling junto a su amante adolescente Mary Vetsera.
En Alemania, aquel gran amante de la Grecia cl�sica que fue Luis I de Baviera perdi� la cabeza por la bailarina irlandesa Lola Montes y tambi�n perdi� el trono. Ahora, cuando tiran al monte, los royals ganan portadas.
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