Un rugido de leona. Fue un bramido adolescente que escondía una promesa: «A mí esa no me gana». En aquel momento, Ana Peleteiro (Ribeira, La Coruña, 1995) no destacaba en la especialidad de triple salto. «Era bastante penosa», recuerda la atleta olímpica. Pero aquella compañera de entrenamientos, que nunca le había superado en nada, hizo mejor marca y consiguió plaza para el campeonato de España. Ana tuvo que verlo desde casa. Y el gruñido le brotó de las entrañas. No iba dirigido a aquella chica, más bien a sus propias piernas con un «tenéis que despertar». Al año siguiente, en 2010, fue ella la que acudió a la competición nacional. Quedó primera. «Me demostré que podía conseguir todo lo que me propusiera», dice, y así arrancó su colección de medallas, batiendo incluso el récord de España dos veces, ambos establecidos por ella. Su piel también comenzó a albergar los valores que le ardían en su pecho. Se tatuó una leona en el antebrazo y, sólo unos centímetros por encima, se grabó en inglés Prohibido rendirse. En su mano derecha, Saudade, Vive y Why Not, y lleva muchos más, todos con un significado personal. Con un carisma que hipnotiza y una desenvoltura inteligente, busca incansable los retos. Mantiene la rabia y el deseo, la ambición y un carácter tan competitivo que le hace multiplicarse en las grandes oportunidades. Superarse es su meta. Compite como la gladiadora que anunció que sería tras la vuelta de su maternidad. Sabe que para ganar una medalla en los Juegos Olímpicos de París, sólo necesita saltar lo que vale, que es mucho. Más de los 14,75 m que hizo en el último mundial indoor de Glasgow. Porque no hay imposibles para las personas que pelean. Y eso saltará Ana para triunfar en la Ciudad de la Luz.

tras ser madre, la atleta de triple salto ana peleteiro vuelve a la pista con el objetivo de ganar el oro en los juegos olimpicos de paris
Foto: Pedro Walter. Realización: Beatriz Moreno de la Cova.
Top bordado con perlas y pantalón vaquero de la colección ‘Dioriviera’, minibolso ‘Book Tote’ de cuero y sandalias de cuero, todo de Dior, y pulsera ‘Bois de Rose’ de oro amarillo, pendiente ‘Rose des Vents’ de oro dorado y nácar y anillos ‘Rose des Vents’ y ‘Gem Dior’, todo de Dior Joaillerie.

¿Qué es para ti un centímetro?

Un mundo. Lo es todo. Saltar uno más me cambia la vida.

¿Sueñas con el oro?

Soñar es fácil. Hay creer, luego soñar y después hacer. No depende sólo de ti. Tus rivales también compiten. Soy realista, sé que pueden pasar muchas cosas.

¿Crees en el destino?

Claro, soy gallega. También en las meigas y las tradiciones.

¿Cuál es tu palabra preferida del gallego?

Morriña. Aunque más que un término es un sentimiento.

De pequeña te llevaron a ballet, pero preferiste el atletismo... ¿Es una buena metáfora de que los clásicos clichés asociados al género no funcionan?

Ni mi padre, que fue el que me apuntó, ni yo consideramos que el atletismo fuera cosa de chicos. Es un deporte para todos. Abarca tantas capacidades físicas que es fácil para cualquiera. Antes me llevaron a ballet porque tenía los pies planos y se lo habían recomendado. Pero vieron que eso no bastaba para cansarme, salía de allí con más energía.

Te tatuaste Prohibido rendirse. ¿Te daba miedo olvidarlo?

Me lo tatué para recordar que hay que tirar hacia adelante. Tras mi primer gran triunfo, en 2012, se generó mucha expectación a mi alrededor. De repente, me lesiono el calcáneo y no voy a Río. Fue una leche grande. Llevé mal el fracaso. No sabía muy bien qué hacer, estaba un poco perdida.

¿Cómo recuperaste la motivación?

Al saber que Iván Pedroso quería entrenarme y que apostaba por mí. Empezamos de cero y me instó a que hiciera marca personal. Pasé de ser una niña que practicaba atletismo por amor al arte a trabajar profesionalmente para ello.

tras ser madre, la atleta de triple salto ana peleteiro vuelve a la pista con el objetivo de ganar el oro en los juegos olimpicos de paris
Foto: Pedro Walter. Realización: Beatriz Moreno de la Cova.
Vestido con estampado ‘Toile de Jouy Soleil’ y sandalias de cuero de la colección ‘Dioriviera’ de Dior, y collar y pendientes ‘Rose des Vents’ de oro rosa y nácar de Dior Joaillerie.

¿En el atletismo ponen muchas zancadillas?

Existe mucha envidia, y como yo la cazo al vuelo, pues no me rayo, voy a lo mío. Tienes que cuidarte al máximo. Luchar por ser el mejor saca lo peor de ti. Yo soy muy competitiva y nunca le deseo el mal a nadie, pero en la pista quiero ganar. Sin embargo, en la vida no pienso así. A la cara, todo el mundo te da la enhorabuena, y por detrás dicen: «A ver si se lesiona». O se alegran por tu victoria y, en realidad, les gustaría ser tú, porque, aunque hayan ganado la misma medalla, la repercusión es diferente. Es triste que pienses que la gloria de los demás te perjudica. Esto es lo más negativo de mi deporte, esa envidia incontrolable. Aunque la entiendo, porque yo he estado ahí, pero he sabido verla y gestionarla.

También tienes una leona en el antebrazo.

Me gusta mucho los temas astrales, soy creyente y espiritual. Cuando me la tatué, descubrí que el tótem de la leona, sus características, casaban con las mías. Y, claro, me encantó. Significa fuerza, poder, garra, sacrificio, protectora, pelear por lo suyo y celosa de los suyos. Y aunque la Ana de entonces no tiene nada que ver con la de ahora, mi ADN es el mismo, ahora con un punto más soft y maduro.

¿Quién te pone los pies en el suelo?

Mi familia. Cuando voy a casa, apenas nada ha cambiado. Bueno, sólo una cosa, que hay menos sillas llenas, que es triste, pero a la vez hay nuevos carritos.

Sé que uno de tus faros, de tus referentes, era tu abuela Juana. ¿Qué es lo que admirabas de ella?

Su capacidad de lucha. Cómo sacó adelante a sus tres hijas cuando su marido, un pescador que pasaba largas temporadas echando la red en Terranova, enfermó. Ella falleció en 2019. Tuve un bajón terrible. No dormía, tenía ansiedad... Parezco dura, pero soy vulnerable. A día de hoy me encanta hablar de ella, es un poco como la película Coco.

Bueno, como decía el escritor Eduardo Galeano, recordar es volver a pasar por el corazón...

Sí, sí. Lo único que me da pena es que no pueda seguir disfrutando de esto. Yo creo en Dios y sé que ella me está viendo. Todos mis abuelos ya han fallecido y, a los que conocí, sé que están conmigo y que me dan esa fuerza que nunca falla en los momentos decisivos.

tras ser madre, la atleta de triple salto ana peleteiro vuelve a la pista con el objetivo de ganar el oro en los juegos olimpicos de paris
Foto: Pedro Walter. Realización: Beatriz Moreno de la Cova.
Top y falda de guipur de la colección ‘Dioriviera’ de Dior, pendiente de oro y nácar y pulseras finas ‘Rose des Vents’ de Dior Joaillerie.

¿Tu carácter competitivo es el mismo tras la maternidad?

Hoy hablaba con Iván de que estoy mejor que nunca: más rápida, más fuerte, más técnica, más segura de mí misma, más ordenada mentalmente y más empoderada. La maternidad me ha hecho ver una Ana que yo desconocía. Una Ana que no se rinde. Siempre he sido cabezona y ahora me noto plena y con los objetivos definidos. De hecho, repetiría ser madre. No de inmediato, sí dentro de un par de años.

¿Siempre quisiste serlo?

Toda mi vida lo he tenido claro. Mi primer sueño, antes de querer convertirme en campeona olímpica, era ser madre. En el cole me preguntaban qué quería ser de mayor y yo decía: «Mamá». Las medallas y los triunfos deportivos son temporales. Quiero cuidar de mi niña y vivir la maternidad, pero también deseo seguir trabajando, no detener mi carrera deportiva. Durante mi embarazo, muchas mujeres me escribieron para darme las gracias por demostrar que sí es posible compaginar maternidad y deporte. Para lograrlo, también hay que saber con quién te juntas. Yo he visto qué tipo de padre es Benjamin (Compaoré, su marido, atleta francés), cómo se dedica a sus tres hijas.

¿Cómo os conocisteis?

Los dos veníamos de relaciones tóxicas, de las que habíamos salido muy quemados. Soy consciente del maltrato psicológico que había sufrido y me sirvió para aprender. He crecido en un ambiente sano y no piensas que ciertas actitudes puedan ser un abuso. Como decía mi abuela, cabrones hay en todos lados. Tuve suerte, porque me costó casi tres años tomar la decisión. Pero lo hice gracias a la terapia, que me abrió los ojos. Cuando salgo de ahí, quería vivir la vida y, un día, sin saber cómo, empecé a seguir a Benjamin en Instagram, sin ninguna intención, y vi que él también lo hacía. Mi objetivo de continuar soltera durante al menos un año se fue a la porra. Lo estuve sólo 15 días, aunque de corazón y de mente ya llevaba sola mucho tiempo. Conocí a la persona más buena y respetuosa del mundo. Los dos determinamos que, si no hubiésemos experimentado lo que nos pasó, no nos habríamos reencontrado tan maduros y queriendo sacar adelante una relación que, en 2016, decidimos no tener cuando nos conocimos por primera vez.

«Estoy mejor que nunca: más fuerte, más rápida, más segura de mí misma, más empoderada»

Añadiste a tu nombre su apellido. ¿Qué significa ese gesto?

Me gusta llevar el mismo nombre que mi hija, Lúa, y mi marido, somos una familia, un equipo. Es una muestra de cariño, de reconocimiento y de amor a mi familia política, que nos ayuda a conciliar, porque nosotros tenemos una niña, pero también tengo a mis hijastras, y mis suegros son un pilar fundamental en mi vida.

Fue ver a Lúa por primera vez, ¿y qué pensaste?

En ese mismo instante, me sorprendió no quererla tanto. A ver, yo la amaba, pero la tenía en brazos, miraba a Ben y le quería mucho más a él. Yo creo que fue el boom de las hormonas, en ese momento estaba enchochadísima con él. Aunque fue un parto complicado, mediante cesárea, terminó siendo maravilloso gracias al personal sanitario que me asistió. Hice piel con piel con mi hija durante dos días y me explicaron que cada día la iba a querer más. «Eso es imposible», pensé. Y sí. Desde que soy madre, entiendo lo mucho que la mía me quiere. Y eso que yo soy adoptada, que podría no ser así.

¿Cómo ha forjado tu identidad ser adoptaba?

Me ha dado mi carácter. Al fin y al cabo, he crecido en una sociedad blanca. Cuando mis padres me adoptan, era la única negra de Ribeira. Bueno, como me dijo Ben, no soy negra, soy mestiza, la mezcla de dos culturas y dos colores de piel. Me adoptaron con dos días de vida y, cerca de los 12 años, me doy cuenta de que soy diferente. Le digo a mi madre que ella es de un color y yo de otro. «Claro, hija, porque eres adoptada», me responde. Yo podría haber gestionado esto como un drama: mi madre biológica me abandonó, no me quiso. Y si ella no lo hizo, que me tuvo dentro, entonces quién lo hará. Pero no lo enfoqué así. Ella tomó una decisión y fue la mejor de su vida y de la mía, porque gracias a ello conocí a mis padres, que son maravillosos. Nunca fue un tema tabú en casa y se habla con total libertad. Tampoco me han prohibido buscarla. Nunca lo he necesitado y no lo he hecho. Mis padres me han dado las mejores oportunidades que se pueden ofrecer a una hija y todo el apoyo. La adopción es la pera, es un acto de bondad y de amor absoluto, aunque yo no sé si sería capaz de llevarlo a cabo.

tras ser madre, la atleta de triple salto ana peleteiro vuelve a la pista con el objetivo de ganar el oro en los juegos olimpicos de paris
Foto: Pedro Walter. Realización: Beatriz Moreno de la Cova.
Vestido con estampado de ‘Toile de Jouy’, sandalias y cesta de rafia de la colección ‘Dioriviera’ de Dior, y anillo de Dior Joaillerie.

¿Por qué?

No sé si tendría el valor de ellos. Mis padres, hasta que yo no cumplí los 18, vivieron con miedo de que mi madre biológica recurriese y me tuvieran que devolver. Imagínate cómo se sentían cuando empecé a salir en la prensa desde tan joven. Que tocara a su puerta para recuperarme, porque ahora sí le interesaba. No sé si me atrevería a vivir el estrés de lo que supone adoptar a un hijo y lo que conlleva.

¿Ellos siempre desearon ser padres?

Sí. Me lo dicen siempre: «Nosotros lo que queríamos era ser padres». Mi padre no quería que mi madre se sometiera a técnicas de reproducción asistida, que se sometiera a ese estrés. Así que lo tuvieron claro, se dieron de alta, esperaron varios años y entonces llegué yo.

¿En algún momento has sufrido racismo?

De niña, no. Es cierto que mi madre era la profesora del colegio al que iba. En el instituto, sí. Me di de leches muchas veces. Mi padre estaba todo el día en jefatura de estudios y me decía: «Tú dale, dale dos veces». Quería que me defendiese, que no fuese objeto de burla. Mis padres me han educado en el respeto al prójimo. «Nunca juzgues sin conocer, escucha», me decían. Yo intento dar voz al respeto y a que todo el mundo tenga las mismas oportunidades. Me da igual lo que hagas en tu casa; quiero que respetes mi vida, igual que yo respeto la tuya. Con esos valores, el mundo iría mejor.

«Mis padres me han dado las mejores oportunidades que se pueden ofrecer a una hija»

No quiero imaginarme los insultos.

Yo ahora estoy en un proceso de no decir palabrotas porque considero que tengo un público de todas las edades. Además, desde que he sido madre, no me gustaría que mi hija viese en YouTube a una chavala que es una crack en el deporte pero que habla fatal. He hecho mucho examen de conciencia y ahora estoy limpiándome la boca. En general insultamos con facilidad. Mucha gente lo hace a conciencia, pero otra por desinformación y por desconocimiento. Las grandes empresas tienen que filtrar eso un poco. Ojalá algún día se regule para crearte un usuario, tengas que identificarte, incluir tu DNI, que estés más controlado. Ya no tengo Twitter porque me parece un estercolero, no me interesa leer a gente que no tiene ni un avatar. Las redes sociales son un espacio donde la gente se inspira de forma muy positiva, aunque estúpidos hay en todos lados. A uno que me estaba faltando mucho al respeto, mandándome mensajes de odio, racistas, desde un perfil falso, lo denuncié. Fui a la policía y no consiguieron detectar a la persona porque se hizo una cuenta falsa.

¿Cómo podemos terminar con todos esos discursos de odio, de inquina, de rabia?

Yo creo que esta gente que pone este tipo de comentarios en las redes sociales son personas que tienen mucho tiempo libre y que tienen unas vidas muy tristes y desamparadas. A mí ya hace muchos años que no me afecta lo que me dicen por redes sociales. Yo tengo la filosofía de comentario negativo, bloqueo. Las personas piensan que, como no se les reconoce, pueden decir lo que les dé la gana. Y es cierto, pueden hacerlo, pero yo también tengo la opción de exponerles para que no disfruten de esa impunidad que les otorga el anonimato. Yo soy muy real. Para lo bueno y lo malo. En la diversidad hay riqueza, en diferentes opiniones, formas de ver la vida, actuar… Hay que quitarle hierro a los asuntos y así la gente es más feliz. Desde que aprendí a focalizar menos en asuntos que no me pertenecen lo soy. Por eso puedo decir que a día de hoy las críticas no me afectan y cuando me regalan los oídos tampoco me lo creo mucho.

tras ser madre, la atleta de triple salto ana peleteiro vuelve a la pista con el objetivo de ganar el oro en los juegos olimpicos de paris
Foto: Pedro Walter. Realización: Beatriz Moreno de la Cova.
Bañador y pañuelo de la colección ‘Dioriviera’ de Dior, collar y pendiente ‘Rose des Vents’ de Dior Joaillerie.

¿Cuánto te ha ayudado tu coach deportivo?

Rebeca me ha ayudado a entender muchas cosas y a salir de situaciones difíciles. A cómo afrontar los miedos y evadirme de las cosas. Y de quererme más. No me dice ‘tienes depresión’, ‘tienes ansiedad’… solo que no estás bien y vamos a trabajar para que vuelvas a ser tú y entiendas por qué estás así. Me da las claves y las herramientas adecuadas. Ella es un pilar más en mi vida.

¿Cuál sería el mal endémico de la sociedad española?

La envidia. Y no de ahora, sino históricamente.

¿Te gustaría que las personas vinieran con un manual?

No, creo que eso le quitaría la magia a la vida, tanto a sus cosas malas como a las buenas.

¿Qué te ha enseñado el paso del tiempo?

Una cosa que siempre digo es que la vida es la pera y todo lo que tiene que ser, se da. Sin embargo, hay que saber esperar y, eso, a nosotros los humanos, nos cuesta.

¿Tienes claro tu futuro tras el atletismo?

Me dedicaré a lo que me llegue, me guste y me ayude a formarme. Seguiré con mis empresas, mis compromisos publicitarios y mis cosas para no estar perdida cuando me retire. Y como confío mucho en mí, buscaré siempre crecer.

¿Te atreverías a hacer una promesa si ganas una medalla?

Así, una en general, no, porque no le debo nada a nadie, o sea, sólo a mi familia y a mi marido. A los únicos. Y a ellos ya les tengo promesas hechas.