El papel olvidado de las mujeres en la Revolución Mexicana

El papel olvidado de las mujeres en la Revolución Mexicana

La irrupción de las mujeres en la revolución no fue algo espontáneo, sino resultado de una larga organización.

El papel olvidado de las mujeres en la Revolución Mexicana (Francisco Meyer)

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León Trotsky (Lev Davidovich Bronstein, Ucrania, 1879-México, 1940) afirmó que: “El rasgo característico más indiscutible de las revoluciones es la intervención directa de las masas en los acontecimientos históricos. [...] La historia de las revoluciones es para nosotros, por encima de todo, la historia de la irrupción violenta de las masas en el gobierno de sus propios destinos[...]”.

Estos conceptos se aplican bastante bien a la Revolución mexicana, 1910–1920, especialmente en el caso de las mujeres de ese tiempo, quienes irrumpieron directa y violentamente en sus propios destinos; se trató de una fase temprana del feminismo en México, pero sumamente trascendental. En una realidad social muy machista y autoritaria, esas mujeres se las arreglaron para ir construyendo, con base en una lucha prolongada en el tiempo, intensa, demandante de fortaleza, ingenio y muchos sacrificios, una realidad social más equitativa y adecuada para las féminas.

La participación de la mujer en la gesta revolucionaria se dio prácticamente desde el inicio y en todos los frentes; muchas de ellas llegaron a alcanzar importantes grados militares por sus méritos en el campo de batalla.

La participación de la mujer en la gesta revolucionaria se dio prácticamente desde el inicio y en todos los frentes; muchas de ellas llegaron a alcanzar importantes grados militares.COURTESY OF DEGOLYER LIBRARY SOUTHERN METHODIST UNIVERSITY

Veamos a la epístola de Melchor Ocampo (1859) y el caso de la señora Laura Fernández de Arteaga y Mantecón-Pacheco (1885), como una muestra del sentimiento sobre los géneros sexuales extendido en el México anterior a la Revolución mexicana. Aquí tenemos este fragmento de un escrito redactado por el liberal Melchor Ocampo, aclarando que este texto se leyó en las ceremonias de matrimonio civil desde 1859 hasta el año 2006, cuando se comenzó formalmente a abandonar esta parte de la ceremonia civil nupcial. A continuación el documento: “El hombre cuyas dotes sexuales, son principalmente el valor y la fuerza, debe dar y dará a la mujer protección, alimento y dirección; tratándola siempre como la parte más delicada, sensible y fina de sí mismo y con la magnanimidad y benevolencia generosa que el fuerte debe al débil, esencialmente cuando este débil se entrega a él y cuando por la sociedad, se le ha confiado.

La mujer cuyas principales dotes son: la abnegación, la belleza, la compasión, la perspicacia y ternura, debe de dar y dará al marido obediencia, agrado, asistencia, consuelo y consejo, tratándolo siempre con la veneración que se debe de dar a la persona que nos apoya y defiende y con la delicadeza de quien no quiere exasperar la parte brusca irritable y dura de sí mismo.”

Estas concepciones sobre la mujer y el hombre fueron idealizadas por el romanticismo, y como desiderata frecuentemente irrealizable duraron bastante tiempo. Hasta mediados del siglo XX en nuestro país, predominó la idea general de que el varón debería ser un déspota benigno y proveedor con su compañera de vida. Estas ideas de género muchas veces —incontables ocasiones— se enfrentaron con una cruda realidad machista, que no dudaba en aplicar la violencia física, económica, verbal o anímica sobre las mujeres. No había suficientes bases de justicia formal para el género femenino, y las que existían no eran aplicadas de manera adecuada, quedando los derechos humanos y legales de la mujer en buena medida sujetos a la voluntad y arbitrio masculinos. Esto se ilustra con el caso de la señora Laura Mantecón, quien en 1885 acusó en los tribunales a su esposo, el general Manuel González, expresidente de la república, de golpearla hasta causarle un aborto, hostilizarla emocionalmente, expulsarla del domicilio conyugal y no atender las necesidades de dinero que su esposa e hijos tenían, siendo González un millonario. Ante la acusación hecha por la mujer agredida, el sistema jurídico y social se puso de inmediato en favor del general González, en detrimento de los derechos humanos y jurídicos de la señora Mantecón, quien falleció a finales de 1900 sin haber recibido el tratamiento justo que entonces merecía.

Previo a la revolución y sobre todo en la etapa maderista, proliferaron los Clubes Antirreeleccionistas por todo el país, varios de éstos estaban organizados por mujeres.

Previo a la revolución y sobre todo en la etapa maderista, proliferaron los Clubes Antirreeleccionistas por todo el país, varios de éstos estaban organizados por mujeres.ASC

Activistas y escritoras de combate

Dentro del sector femenino radicalizado en contra de Porfirio Díaz en su etapa final como Presidente de la República, hubo dos figuras principales: uno, las anarquistas, el otro, las liberales maderistas. Las primeras estaban organizadas dentro del Partido Liberal Mexicano (PLM) —que no era liberal, sino anarquista, pero por estrategia política se titulaban ‘liberales’—, como caso histórico tenemos a la mexicana María Talavera Broussé, quien trabajó intensamente por la causa anarquista a veces desde Estados Unidos, otras ocasiones en México, proveyendo organización y propaganda contra el régimen de Díaz, consiguiendo fondos para la rebeldía en ambos lados de la frontera. Otra mujer que descolló dentro del anarquismo fue Teresa Arteaga, quien llegó a ser capitana segunda dentro de las fuerzas armadas del PLM en 1908, y capitana primera en 1914.

En el antirreeleccionismo maderista, hubo también una presencia femenina influyente, organizada en clubes políticos, como el de los rebeldes hermanos Serdán, en Puebla, donde María del Carmen tenía un papel protagónico. Las obreras en Puebla también se organizaron en contra de Díaz, en el Club Antirreeleccionista Josefa Ortiz de Domínguez en 1909, que se convirtió en Liga Antirreeleccionista el año siguiente. En varios estados del centro operó el Club Hijas de Cuauhtémoc, organizado para luchar en contra del régimen.

Dentro de la Ciudad de México, actuando por cuenta propia, Sara Pérez, esposa de Francisco I. Madero, también se movilizó y fundó un club antirreeleccionista en 1910 que llevaba su nombre, y que actuaba coordinada, aunque independientemente de su esposo. También en ese año funcionó el Club Leona Vicario, mismo que combatió políticamente al gobierno de Porfirio Díaz.

Estas organizaciones femeninas se enfrentaron al régimen en manifestaciones públicas, artículos periodísticos y labor de proselitismo en favor de un cambio democrático. Al mismo tiempo, se fueron preparando para la guerra civil antigubernamental con diferentes medidas, tales como el acopio de armas y municiones, logística rebelde, cursos de enfermería, etcétera. 

La figura de la insurgente Josefa Ortiz de Domínguez inspiro a muchas mujeres que interviniesen en la revolución.

La figura de la insurgente Josefa Ortiz de Domínguez inspiro a muchas mujeres que interviniesen en la revolución.ASC

Soldaderas, militares femeninas y víctimas de la guerra civil

Cuando llegó el tiempo revolucionario, las mexicanas de clase social pobre o media, pertenecientes masivamente al medio rural, se vieron en la coyuntura de incrementar su fortaleza y decisión para sobrellevar una situación de por sí ya difícil. Si bien es cierto que siempre en el campo las mujeres que no tenían acceso a los privilegios debían ser fuertes, trabajadoras y decididas, en los años de la Revolución mexicana esas características se incrementaron.

Tanto los constitucionalistas como los convencionistas mencionan que entre sus filas había ‘soldados femeninos’, entre los zapatistas esta presencia militar fue más notable, aunque también estuvieron muy activas en el villismo.

Las profesoras Paulina Maraver e Ignacia Vázquez formaron parte del contingente del Ejército Libertador del Sur (ELS), junto con María Dolores Jiménez, quien aportó algunas ideas para la redacción del Plan de Ayala (1911). Muchas mujeres más pertenecieron al ELS, y añadieron a sus labores, en pro del cambio en favor de las clases desposeídas, la tarea del espionaje, llevado a cabo en las oficinas de telégrafos y teléfonos durante 1914, bajo el régimen de Victoriano Huerta.

En el ELS la mujer tuvo en general un buen trato y participó activamente en los cambios revolucionarios. Como reconocimiento a la labor de las mujeres, en marzo de 1915, ideólogos del ELS concretizaron una aspiración tradicional entre los anarquistas: la posibilidad de disolver una unión matrimonial deteriorada con un divorcio que garantizara la continuidad de los derechos de la mujer, a un buen trato social, y cumplimiento de las obligaciones económicas por parte del varón. En la facción villista de la revolución, María Felipa Cabrera y María N. Fierro prestaron servicios valiosos en la compra y traslado de armas y municiones, así como tareas confidenciales esenciales. También fue muy notable la labor de las enfermeras en las brigadas sanitarias del villismo. Como en muchos aspectos, el carácter pendular de Villa, que transitaba de la generosidad humanista a lo irritable y sanguinario, las mujeres en sus zonas de dominio fueron objeto de reconocimiento solidario, pero también en ocasiones fueron víctimas de represión cruenta y violaciones, se calcula que Villa ordenó por lo menos 102 feminicidios, siendo el más famoso el fusilamiento de un gran número de mujeres, algunas con niños en sus brazos, en la estación de ferrocarril de Ciudad Camargo, Chihuahua, en diciembre de 1916. La violación masiva de mujeres en Naquimipa, otra población del estado chihuahuense, en abril de 1917, también se hizo bajo las órdenes directas del general Francisco Villa.

Un lado oscuro de la revolución fueron la injusticias o discriminación que llegaron a padecer las mujeres por sus compañeros de armas, una deuda histórica pendiente en la memoria.

Un lado oscuro de la revolución fueron la injusticias o discriminación que llegaron a padecer las mujeres por sus compañeros de armas, una deuda histórica pendiente en la memoria.COURTESY OF DEGOLYER LIBRARY SOUTHERN METHODIST UNIVERSITY

Entre las filas de los constitucionalistas, un contingente femenino formó en 1913 a la Cruz Blanca Constitucionalista, la cual proveyó de servicios médicos de campaña a los soldados de esa facción revolucionaria. También tenemos que —como uno de los resultados de la alianza entre Álvaro Obregón con la Casa del Obrero Mundial, de filiación anarcosindicalista— en marzo de 1915 se llevó a cabo la organización una brigada sanitaria compuesta por mujeres llamada Ácrata, misma que prestó sus importantísimos servicios en la guerra civil mexicana.

Resumiendo, las mujeres participaron como ideólogas y propagandistas revolucionarias, haciendo acopio de elementos de guerra, tales como correos de alto nivel, también con mucha frecuencia acompañaban a sus maridos combatienetes como soldaderas, igualmente fueron espías, enfermeras y en ocasiones con las armas en la mano combatieron tanto a porfiristas como a los huertistas. Tristemente, incluso hubo ocasiones en que fueron víctimas inocentes de crueldades sin cuento por parte de los hombres levantados en armas.

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