Se trata de palpar territorios atractivos, cines lejanos. ĀæQuĆ© puedo recordar de tal o cual aƱo? En muchos casos apenas nada. Una lĆnea de diĆ”logo, un rostro, poco mĆ”s. EstĆ”n allĆ aquellas ilusiones, aquellos espectadores. ĀæCĆ³mo vivirĆan -vivimos- esos espectadores aquel cine? Sea como fuere merece la pena curiosear por el visor del submarino. En el caso de Akira Kurosawa apenas he visto una parte pequeƱa de su cine, pero quiero tenerle presente, y por eso escribo esto.
En 1990 yo tenĆa apenas dieciocho aƱos. No sĆ© como sucediĆ³ pero decidĆ ver esa pelĆcula, āLos sueƱosā. QuedĆ© estupefacto. Era como una pintura en movimiento. No sĆ© si me gustĆ³ o no, pero aquello era magnĆfico, irreal. ĀæQuĆ© significado tenĆa aquello, aquel cine? AĆŗn tardarĆa un tiempo en averiguar que Kurosawa no sĆ³lo era director de cine. TambiĆ©n era pintor, dibujante. QuedĆ© abrumado. Ā”QuĆ© colores! Nada se le parecĆa.
Mientras escribo esto todo son noticias cotidianas de muertes y sufrimiento, de deshumanizaciĆ³n. No sĆ© si tiene mucho sentido escribir sobre cine. QuizĆ” es el momento en el que tiene mĆ”s sentido, por otra parte.
ĀæCĆ³mo es posible tanto sinsentido, tanto absurdo? ĀæCĆ³mo convivir con Ć©l? ĀæCĆ³mo convivir con la muerte?
Cuestionamos, estudiamos los comportamientos del funcionario Watanabe en āVivirā (āIkiruā). Como decĆa, no me quito de la cabeza el sinsentido. Diariamente. Intento encontrar respuestas, alivio. Watanabe no encuentra salida. ĀæQuĆ© paso seguir? Vive rodeado por papeles, inundado por burocracias. Es todo una mĆ”quina pesada, incomprensible, remota. Pero de repente algo saca a Watanabe de su marasmo con inaudita violencia. La noticia le llevarĆ” a abandonar abruptamente su trabajo, a deambular por la ciudad. Busca algo, lo que sea, busca ese alivio al que aludo. Pero parece que no existe medicamento. Sentimos piedad por Ć©l, pero tambiĆ©n rogamos que encuentre la soluciĆ³n, porque tambiĆ©n nosotros queremos nuestra propia soluciĆ³n. Y Akira Kurosawa tambiĆ©n busca soluciĆ³n. SoluciĆ³n al sinsentido. Eso es lo que me interesa. Por eso escribo, por eso lo hago de manera personal. Es posible que estĆ© equivocado, pero no creo que pueda ya escribir de otro modo. Cuando me vea incapaz de comunicarme, o las carencias se apoderen de mĆ, este viaje terminarĆ”.
ĀæY Watanabe? Se convertirĆ” en una especie de samurĆ”i. Es JapĆ³n, es otro mundo. Pero los mafiosos, los bandidos, son universales.
Me distraigo a ratos con un libro antologĆa del poeta JosĆ© Emilio Pacheco. Le leo: āDel habitante nada quedĆ³ en la playa sombrĆa./ Su obra/ vivirĆ” un poco mĆ”s/ y al fin tambiĆ©n se harĆ” polvoā.
Me tropiezo con estos versos tan verdaderos y humildes. Y pienso en Kurosawa, que todavĆa vive en su pintura y su cine. No todo es polvo aĆŗn. Sus pelĆculas estĆ”n dispersas y escondidas. Yo intento aprenderlas, comprenderlas, copiarlas. Veo si puedo poner orden en mis ideas, atento a la dignidad -siempre esa palabra- presente en el cine de Akira. Antes de convertirse en polvo, de desaparecer, nos dejĆ³ sus convicciones. Y nosotros podemos escucharle en silencio. Lo procuro a pesar de mi habitual falta de concentraciĆ³n. Ā”HĆ”blame, Akira! Ā”TĆŗ pareces tener respuestas!
ĀæCĆ³mo serĆa el joven Akira?: āEn mi juventud se nos pedĆa a los estudiantes que nos interesĆ”ramos por la cultura tradicional del paĆs. El patrimonio cultural del JapĆ³n representa para mĆ algo esencial. Y sobre esta base fui influenciado por el cine. Eso fue lo que me permitiĆ³ juzgarlo e intentar absorber de Ć©l lo que me pareciĆ³ mejor y mĆ”s conveniente para mĆ, sin jamĆ”s olvidar las tradiciones japonesasā.
El hermano de Akira, Heigo, se suicida en 1933 con veintisiete aƱos. Akira tiene veintitrĆ©s: āMiraba a mi hermano muerto. Miraba el cuerpo de mi hermano, que llevaba la misma sangre que corrĆa por mis venas y que habĆa vaciado de esta sangre todo su cuerpoā.
Todo son dudas entonces para llegar a ser pintor. Sin rumbo, trabaja como ilustrador de revistas, novelas. ĀæPero cĆ³mo superar algo asĆ? El sinsentido absoluto, perpetuo.
Todo cambia laboralmente en 1935. La futura productora Toho pide ayudantes de direcciĆ³n. En medio de la confusiĆ³n y la incertidumbre aparece el camino para llegar a ser cineasta: āMe habĆa dedicado a la pintura, a la literatura, a la mĆŗsica y al teatro, a todo aquello en definitiva que constituye el cine. Nunca se me habĆa ocurrido pensar que el Ćŗnico campo en el que podĆa aplicar todos mis conocimientos era el cine. ĀæCĆ³mo no maravillarme ante un destino que me habĆa preparado tan bien para el trabajo que iba a ejercer toda mi vida?ā.
Pero vuelvo a āVivirā. El estudioso del trabajo de Akira, Manuel Vidal, dice lo siguiente: āLa voluntad contra la adversidad vuelve a ser aquĆ la proclama que Kurosawa transmite a travĆ©s de sus principales personajesā.
Es magnĆfico esto. Esta posibilidad: tener voluntad. Y si no la tenemos, hacer voluntad. Pero a veces es imposible. No tenemos vitalidad, impulso vital. Estamos en la desesperaciĆ³n, derrotados.
Sigue Vidal: āLejos de cualquier optimismo fĆ”cil, polĆtico o de otra Ćndole, Kurosawa constata en cada pelĆcula la grandeza potencial de cada individuo y los obstĆ”culos, sociales e Ćntimos, que debe superar para conseguir lo que desea. Pero para conseguirlo tiene primero que saber concretarlo con la mayor claridad, y luego obstinarse en lograrlo. En realidad, āVivirā no es mĆ”s que la exposiciĆ³n apasionada de este procesoā.
Se trata, en āLos siete samurĆ”isā, de defender la aldea con sus vidas. Es el propĆ³sito de nuevo de ser capaces, verdaderamente, de encontrar una muerte digna. Es el propĆ³sito de āser samurĆ”iā de Watanabe en āVivirā.
Nos dice Akira: āTodo lo que yo deseo es que cuando un espectador acabe de ver una de mis pelĆculas sienta la necesidad de reflexionar. No me interesa exponer una ālecciĆ³n directaā, sino expresar sencillamente un pensamiento indirecto, sugerĆrselo al espectadorā.
Y no es sĆ³lo el absurdo en āRashomonā. Es la verdad de los hechos. ĀæCĆ³mo averiguar la verdad? Es otro de los secuaces de un mundo incomprensible, tirĆ”nico, tĆ©trico. Mientras, Kurosawa intenta acercarse a los jĆ³venes: āHe olvidado quiĆ©n dijo que la creaciĆ³n es memoria. Mis propias experiencias y las distintas cosas que he leĆdo permanecen en mi memoria y constituyen la base sobre la que creo algo nuevo. No podrĆa hacer algo a partir de nada. Por esa razĆ³n, desde que era joven, he llevado conmigo un cuaderno de apuntes, y cuando me pongo a escribir un guiĆ³n los leo. Me han sido muy Ćŗtiles. Para mĆ”s de una rĆ©plica de los diĆ”logos he acudido a ellos a la bĆŗsqueda de estĆmuloā.
Es maravillosa la sensibilidad de Kurosawa para con los jĆ³venes en la extraordinaria āRapsodia en Agostoā. Vidal: āSi āLos sueƱosā reavivaron su memoria personal, āRapsodia en Agostoā sugiere la necesidad de reanimar esa memoria colectiva, que la pelĆcula describe como prĆ”cticamente inexistente en los mĆ”s jĆ³venes, innombrable por los adultos e imborrable para los mĆ”s ancianosā.
āRapsodia en Agostoā es cine barato que huye de las grandes producciones. Me siento a verla y me produce calma, me ilusiona la bĆŗsqueda de los mĆ”s jĆ³venes, van como a tientas. Kurosawa los mira en su fragilidad. āLa memoriaā, āla memoriaā, sigue repitiendo Akira, como Ćŗnica respuesta al sinsentido de la bomba sobre Nagasaki. Todos lo estamos olvidando y el mismo error se repite. Tantos Nagasakis. Es la muerte provocada por unos seres humanos a otros. Yo quiero mantener āRapsodia en Agostoā en mi memoria, ese Agosto trĆ”gico.
Es una pelĆcula magnĆfica que tambiĆ©n estĆ” en el olvido. QuizĆ” en Nagasaki la tengan para siempre presente. OjalĆ”. SĆ³lo ese recuerdo es ya un tesoro.
El recuerdo. El recuerdo. Kurosawa seƱala que para escribir guiones primero se debe leer las grandes novelas y obras de teatro del mundo. Reflexionar sobre la grandeza de ellas y sobre la emociĆ³n al leerlas y la pasiĆ³n del autor. No sĆ³lo para el cine, los jĆ³venes leen para defenderse del absurdo, que a ellos tambiĆ©n les acecharĆ”. Leer y escribir para formarse. Ā”Y regalar libros! Montones de libros. Ā”Un poema! Ā”Buscarlo! Ā”Copiarlo!
Para los jĆ³venes guionistas, Akira: āCon un buen guiĆ³n un buen director puede realizar una obra maestra; con el mismo guiĆ³n un director mediocre puede hacer una pelĆcula pasable. Pero con un guiĆ³n malo ni siquiera un buen director puede hacer una buena pelĆcula, es imposible. Para conseguir una expresiĆ³n verdaderamente cinematogrĆ”fica, la cĆ”mara y el micrĆ³fono deben ser capaces de āatravesar el agua con el fuegoā. Eso es lo que hace una buena pelĆcula. Y el guiĆ³n deber ser algo que contenga el poder para obtener ese resultadoā.
Pensar: āTodo lo que yo deseo es que cuando un espectador acabe de ver una de mis pelĆculas, sienta la necesidad de reflexionar. No me interesa exponer una ālecciĆ³n directaā, sino expresar sencillamente mi pensamiento indirecto, sugerĆrselo al espectadorā.
Cada uno de nosotros somos cineastas. Podemos mirar al interior, con verdad, tal y como Kurosawa hace consigo mismo. Y ver quien somos y quien queremos ser: āCreo que en mi filmografĆa hay dos tendencias; una realista (āEl perro rabiosoā, āVivirā) y una tendencia artĆstica (āLos siete samurĆ”isā, āEl trono de sangreā). Estas dos tendencias existen en mi obra. Pero ambas brotan en mĆ espontĆ”neamente, sin que yo tenga conciencia. No me considero un realista. Me esfuerzo para serlo, pero no lo soy. No consigo nunca ser realista porque soy un sentimental. Me siento profundamente vinculado a las artes plĆ”sticas, a la belleza. No puedo mirar frĆamente la realidadā.
Esa realidad incomprensible de āRashomonā es un ejemplo. Ante la muerte y la confusiĆ³n, el leƱador intenta llegar a alguna parte, rebelarse a lo que le rodea. Akira Kurosawa se estĆ” rebelando frente al monstruo.
A propĆ³sito de āRanā, Manolo Marinero llamĆ³ a Kurosawa āviejo sabioā. Pero Akira, en 1990, respondĆa a Lola Infante en āCambio 16ā: āQuiero decir que en todas mis pelĆculas sĆ³lo hay tres o cuatro momentos que son verdaderamente cine. Quiero llegar a una pelĆcula que todo sea cineā. De nuevo me viene a la mente su expresiĆ³n maravillosa: āĀ”Atravesar el agua con el fuego!ā.
Es nuestra misiĆ³n como espectadores, encontrar esos momentos.
Ecos. Templo de cines y cineastas. Preparados para luchar con los bandidos. En cualquier momento aparecen. Seamos samurƔis. Defenderemos el templo por un plato de comida. Dignidad frente a los bandidos.
Y aprender de los maestros. A veces esos maestros son viejos sabios, otras veces son jĆ³venes que pueden darnos lecciones. Sigo aprendiendo, decĆa el anciano dibujado por Goya. Yo escucho por azar algo que dice por la calle alguien de sĆ³lo veintiĆŗn aƱos: āHay que tener mĆ”s ganas y mĆ”s entusiasmo que el otro equipo. Si se da el cien por cien, es difĆcil perderā.
DecĆamos una palabra tĆ³tem: sinsentido. Ā”Otra! SamurĆ”i. Es la respuesta. Un pueblo corrompido por las mafias en āYojimboā. El samurĆ”i intenta aprovechar su ingenio para esquivar a los villanos. El espectador le mira, asiste a su aventura y desea que no se despiste, que tambiĆ©n vaya al cien por cien, porque si le capturan serĆ” torturado. No habrĆ” piedad. El mal de la deshumanizaciĆ³n. Me siento afortunado de ver su cine, como con pocos cineastas me ha sucedido. Tengo la sensaciĆ³n de la cercanĆa de otro ser humano, como en una buena conversaciĆ³n con un amigo. Con Kurosawa, escribiendo sobre Ć©l, se siente uno menos solo. Un cine inaudito. SĆ³lo Kurosawa podĆa crear algo asĆ para la Historia del Cine.
El joven Akira perdiĆ³ a su hermano. Pienso en los momentos oscuros que tuvo que superar, incluso la posibilidad de su propio suicidio. El Akira de la experiencia y el joven. āLos siete samuraisā defienden la aldea. Esto quiero recordar. Quiero ser samurĆ”i, su caballerosidad, autĆ©nticos caballeros, pasar por la vida con poco, con un poco de arroz. En fin, atravesar el agua con fuego.