INCREÍBLE PERO CIERTO 7 puntos

(Incroyable mais vrai; Francia/Bélgica, 2022)

Dirección y guion: Quentin Dupieux.

Duración: 74 minutos.

Intérpretes: Alain Chabat, Léa Drucker, Benoît Magimel, Anaïs Demoustier, Stéphane Pezerat.

Estreno en salas de cine.

El francés Quentin Dupieux, disc jockey, músico y cineasta, viene practicando las artes del cine de bajo presupuesto (y, en más de un caso, de alto rendimiento) desde los tiempos de Nonfilm (2002), el relato de un hombre que despierta en medio de una filmación, sin tener idea de cómo llegó allí, segundos antes de que el protagonista de la ficción dentro de la ficción mate a una parte del equipo de rodaje. En nuestro país fue el Festival de Cine de Mar del Plata el que más atención le prestó a su obra, que incluye una película sobre un neumático asesino, Rubber (2010), y la más reciente Mandibules (2020), acerca de un par de jóvenes que se encuentran con una mosca gigante y deciden transformarla en fuente de ingresos económicos. Prolífico, veloz para los rodajes y crecientemente admirado por la crítica y las estrellas de su país, el ascenso a la Primera A llegó por estos días: su nuevo largometraje, Le deuxième acte, protagonizado por Léa Seydoux, Louis Garrel y Vincent Lindon, acaba de inaugurar nada menos que el Festival de Cannes.

Increíble pero cierto forma parte de su abultada producción reciente (se anticipa el próximo estreno en salas de Fumar causa tos, también estrenada en Francia en 2022, mientras que en la plataforma MUBI está disponible Yannick, de 2023 ), y su trama fantástica e irreverente, que podría haber formado parte de algún episodio de La dimensión desconocida u otra serie similar, puede ser un buen puerto para ingresar a las aguas de su particular poética, que conjura lo naíf con lo trash y varias cosas más. El punto de partida es tan sencillo como inesperado: un matrimonio de mediana edad, Alain y Marie (Alain Chabat y Léa Drucker), anda en busca de un nuevo hogar, y el film los presenta durante una visita a una regia casa de dos pisos, acompañados por un agente inmobiliario. La pareja parece casi convencida, pero algo está faltando.

Es entonces cuando un detalle del sótano, la frutilla del postre, es revelado. Allí abajo, en el piso, existe una pequeña puerta, en principio nada misteriosa, pero cuando Marie, ante la insistencia del vendedor, desciende por la escalera y termina en el living de la planta baja –ascendiendo cuando debería haber descendido– la decisión de la firma del contrato está tomada. Eso no es todo, ya que la extraña, imposible cualidad física de ese “portal” trae aparejadas otras virtudes, que no conviene revelar del todo aquí, aunque en el paquete inmobiliario esté incluida la posibilidad de no envejecer gracias al más peculiar de los viajes temporales. Cuando lo insólito se convierte en algo tan común y silvestre como levantarse a desayunar, la posibilidad de que el milagro derive en maldición comienza a alterar la vida de la pareja, visitada asiduamente por el jefe de Alain (Benoît Magimel), un hombre intenso y nervioso cuyo miembro masculino natural ha sido reemplazado por otro de interior electrónico y controlado por control remoto. El sueño húmedo del semental incansable.

Lo absurdo es esencial al breve juego (apenas 74 minutos) de Increíble pero real, aunque Dupieux se mantiene fiel al concepto de sostener el verosímil dentro de la fantasía más desbordada. El realizador se permite homenajear una de las imágenes más icónicas del surrealismo cinematográfico: la de ese grupo de hormigas que surgen del interior de una mano, creación imborrable de Buñuel y Dalí para Un perro andaluz. Aquí la aparición de los insectos tiene una razón de ser más concreta (y ciertamente horrorosa), pero ese vínculo con el cine como máquina de construcción de ensoñaciones, espejo deformante que permite imaginar mundos imposibles y trasladar a la pantalla nuestros sueños y pesadillas más intensos, se mantiene sin fisuras.