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13 Mayo 2024

El estilo de vida también necesita atención

Tabaquismo, hipertensión, mala alimentación y escasa actividad física pueden ser abordados mediante un enfoque que modifica conductas, restaura la salud y disminuye la carga global de enfermedad.

Según los resultados de un estudio del Grupo de Colaboración de Carga Atribuible a Enfermedad (GBD, por sus siglas en inglés), publicado a fines de 2020 en The Lancet [1] y que consideró a 204 países, los factores de riesgo modificables (FRM) de mayor prevalencia entre 1990 y 2019 fueron la contaminación ambiental, el uso de drogas, niveles altos de glucosa en sangre, índice de masa corporal elevado, hipertensión y tabaquismo.

Debido a su impacto sobre la población -que incluye la exacerbación de problemas de salud mental- el estudio, la identificación y el manejo de estos, es clave en la prevención y control de enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT) causantes de 41 millones de muertes cada año, vale decir, 71% de los fallecimientos a nivel global [2].

Varias de estas condiciones -que incluyen cardiopatías, diabetes mellitus, cáncer y trastornos cerebrovasculares- se pueden evitar mediante la reducción de factores de riesgo comunes. Es aquí donde muestra sus credenciales la medicina del estilo de vida (MEV), un modelo de atención que busca promover hábitos saludables, junto con prevenir, tratar e incluso revertir enfermedades.

Mejor calidad de vida

Este enfoque holístico y personalizado muestra importantes avances en investigación clínica en áreas como nutrición, ejercicio y reducción del estrés, además de incorporarse de forma progresiva en planes de estudio de pre y postgrado. Durante las últimas tres décadas, su desarrollo ha sido rápido en países como Estados Unidos, mientras que en América Latina ha avanzado a un ritmo más lento. 

Aún así, cada vez son más las instituciones académicas y prestadoras de salud que incorporan esta mirada. La aparición de sociedades médicas relacionadas a esta disciplina ha contribuido en la difusión de sus fundamentos y objetivos, además de impulsar la formación de especialistas.

La MEV ha cobrado relevancia al abordar las causas subyacentes de las ECNT, en lugar de ocuparse solo del manejo de signos y síntomas como lo hace el modelo convencional. Su finalidad es cambiar la visión diagnóstica y terapéutica, que suele llevar a la administración de fármacos o intervenciones quirúrgicas, por una preventiva y de detección temprana. Se puede definir como la práctica basada en la evidencia, de asistir a individuos y familias en la adopción y mantención de conductas que mejoran la salud y calidad de vida [3].

También se entiende como la aplicación de principios médicos, ambientales, motivacionales y de comportamiento al manejo clínico y terapéutico de problemas de salud [4].

Para el Colegio Americano de Medicina del Estilo de Vida, su propósito es prevenir -en los niveles primario, secundario y terciario- tratar e incluso revertir enfermedades reemplazando conductas no saludables por otras que sí lo son, como la dieta equilibrada, realizar actividad física, aliviar el estrés, evitar el abuso de sustancias peligrosas, dormir adecuadamente y contar con un sólido sistema de apoyo emocional. Estos son, precisamente, sus seis ejes principales.

Los pilares de la salud

Las enfermedades crónicas no transmisibles impactan significativamente en las personas, gestión hospitalaria y economías siendo responsables del 90% del gasto anual en atención sanitaria. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), su aumento se debe a cinco factores de riesgo: consumo de tabaco, inactividad física, alcoholismo, dietas poco saludables y contaminación del aire [5].

Se calcula que uno de cada tres adultos padece, al menos, una. Sin embargo, 80% de ellas podría evitarse adoptando un estilo de vida saludable [6] y abordando FRM para diabetes mellitus, deterioro cognitivo vascular y enfermedades cardiovasculares y cerebrovasculares.

En esa línea, la MEV trabaja en seis aspectos que considera clave: alimentación (en base a plantas y granos enteros), actividad física, manejo del estrés, evitar sustancias tóxicas como el tabaco y alcohol, buen dormir y contar con conexiones sociales positivas. Hace énfasis en estas áreas porque son, precisamente, factores de riesgo conocidos para múltiples enfermedades crónicas, incluyendo las de mayor morbimortalidad a nivel global [7].

Los profesionales que se desempeñan en este campo deben hacerlo en base a una mirada biopsicosocial y no solo biomédica. Su tarea es guiar, entregar conocimientos y habilidades para generar modificaciones efectivas en los estilos de vida y conductas. Para que este proceso de cambio de hábitos sea efectivo, es primordial el compromiso y empoderamiento del paciente. Sin embargo, erradicar prácticas no saludables, generalmente arraigadas durante años, no es sencillo [8].

Respuestas concretas

Según un estudio publicado en The American Journal of Medicine [9], 80% de la población desea tener un mejor estado de salud, pero no sabe cómo lograrlo. En este sentido, la medicina del estilo de vida puede entregar respuestas concretas a los desafíos actuales, reduciendo la incidencia y morbimortalidad de las ECNT, además de sus consecuencias sociales y económicas.

Se espera que dentro de los próximos años esta disciplina se consolide abriendo nuevas oportunidades para mejorar la salud y bienestar de las personas, familias y comunidades al impulsar entornos de vida favorables y más humanizados.

Referencias
[1] GBD Risk Factors Contributors 2019. (2020). Global burden of 87 risk factors in 204 countries and territories, 1990-2019: a systematic analysis for the Global Burden of Disease Study 2019. Lancet, 396 (10258), 1223–1249.
[2] Enfermedades no transmisibles. https://www.paho.org/es/temas/enfermedades-no-transmisibles.
[3] Lianov, L., & Johnson, M. (2010). Physician competencies for prescribing lifestyle medicine. JAMA, 304(2), 202–203.
[4] Hyman, M. A., Ornish, D., & Roizen, M. (2009). Lifestyle medicine: treating the causes of disease. Alternative therapies in health and medicine, 15(6), 12–14.
[5] Enfermedades no transmisibles. https://www.who.int/es/news-room/spotlight/ten-threats-to-global-health-in-2019.
[6] Ford, E. S., Bergmann, M. M., Kröger, J., Schienkiewitz, A., Weikert, C., & Boeing, H. (2009). Healthy living is the best revenge: findings from the European Prospective Investigation Into Cancer and Nutrition-Potsdam study. Archives of internal medicine, 169(15), 1355–1362.
[7] Carga de enfermedad. https://ourworldindata-org.translate.goog/burden-of-disease?_x_tr_sl=en&_x_tr_tl=es&_x_tr_hl=es-419&_x_tr_pto=sc.
[8] B. Frates, J. Bonnet, R. Joseph, J. Peterson. Lifestyle Medicine vs. Traditional Medicine Lifestyle Medicine Handbook: An introduction to the Power of Healthy Habits. Ed. Healthy Learning, (2019), pp. 47-48.
[9] Alpert J. S. (2009). Failing grades in the adoption of healthy lifestyle choices. The American journal of medicine, 122(6), 493–494.

Por Óscar Ferrari Gutiérrez

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