Los políticos deben ser medidos según el respeto que muestran por sus propias convicciones. Cuando alguien levanta el estandarte de la cruz y postula con gran energía los fundamentos cristianos de la civilización occidental, lo mínimo que se le puede pedir es un mínimo. … coherencia y ceñirse a lo que se dice. No se puede seguir a san Mateo cuando le interesa y escucharle cuando le conviene. Eso lo acercaría mucho al fariseísmo, que para Jesús era un pecado gravísimo: “¡Ay de vosotros, hipócritas!” (Mt. 23, 27)
En este sentido, parece que los chicos de Vox utilizan el cristianismo con envidiable facilidad, de acuerdo con la famosa estrategia anglosajona de cosecha de la cereza: Recojo las cerezas que me gustan y dejo las que no en el árbol. Los científicos llaman a esto “la falacia de la evidencia incompleta”, pero no hay necesidad de exagerar. En el Parlamento de La Rioja hemos asistido en ocasiones a proclamas de fervor tridentino que, sin embargo, en el pleno del pasado jueves decayeron por completo. La última intervención del portavoz de Vox, Ángel Alda, fue casi una apostasía.
El pasado jueves, Alda defendió en la cámara regional una propuesta para que el Gobierno de España “frene” la iniciativa legislativa popular que pide “la regularización de más de quinientos mil inmigrantes ilegales” y que ha sido admitida a trámite en el Congreso. Se trata de una propuesta que surge desde varias organizaciones sociales para remediar el limbo jurídico en el que se encuentran muchos miles de emigrantes, algunos con varios años de residencia en España. La apoyan -Dios mío- grupos anarquistas tan peligrosos como Cáritas, una entidad de la Iglesia católica. Es cierto que Alda advirtió que Vox no estaba en contra de la inmigración “legal”, pero sí advirtió de las “consecuencias desastrosas” de las “políticas de efecto llamada”. “Hay que dar prioridad en las ayudas sociales a los españoles y evitar que los inmigrantes ilegales obtengan la nacionalidad”, postuló. También afirmó oponerse “al reparto de los menas” que están retenidos en Canarias.
El problema, como nos dice el Evangelio de Mateo, es que Jesús no se permitió la delicadeza de distinguir entre inmigrantes “legales” –un tipo ruso rico con visa dorada y chalet en Salou– y inmigrantes “ilegales” como Mahoma, que con dieciséis años llegó hace años en barco desde Gambia, acabó solo en Logroño, aprendió español, obtuvo una formación profesional y ahora trabaja como auxiliar geriátrico en una residencia de ancianos.
Los señores de Vox pueden pensar que San Mateo se ha hecho viejo y que “yo era forastero y me acogisteis” fue como mucho una simpática parábola. Si es así, harías bien en revisar un documento de la Conferencia Episcopal (¡comunista!) titulado ‘La Iglesia, sierva de los pobres’, aprobado en 2015. Allí podrás leer cosas sorprendentes: “La migración debe entenderse como el ejercicio del derecho de todo ser humano a buscar mejores condiciones de vida en un país diferente al suyo. Incluso incluye algunas palabras de Juan Pablo II (¡perroflauta!): “La pertenencia a la familia humana otorga a cada persona una especie de ciudadanía global”. Y finalizó: “Exhortamos a las autoridades a ser generosas en su acogida”. ¡A ver si al final ser cristiano requiere algo más que escandalizarse cuando alguien le pinta un bigote a una virgen!
Por distintos motivos, todos los grupos criticaron la iniciativa del portavoz de Vox, pero destacó la sutil ironía del Partido Popular, que mandó a responder al señor Mena, diputado de Santo Domingo.
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