Posiblemente el crimen más absurdo de la Historia | El Adelantado de Segovia

Posiblemente el crimen más absurdo de la Historia

Noche de un viernes de finales de verano. Belén ha quedado con su amigo Chema y otra amiga para salir de bares y festejar su cumpleaños. Ha cumplido 53 años bien llevados, es una mujer atractiva y simpática, y tiene ganas de evadirse de su realidad cotidiana, con un hijo que necesita de atención permanente aquejado de parálisis cerebral. Los dos, Chema, de 51 años, y ella, llevan tiempo divorciados de sus respectivas parejas y mantienen una buena amistad; a él sus dos hijas, de 16 y 19 años, no le suponen cortapisa alguna a la hora de salir y relacionarse.

Belén ha ido esa misma mañana a la peluquería. Le gusta ir arreglada. La noche es larga en la ciudad de Salamanca y el trío ha empezado tomándose unas cervezas en varios bares del Barrio de Garrido. Después recalan en la terraza del Bar Ciclón, al fresquito nocturno.

La animada conversación de los tres se ve interrumpida cuando se acerca a la mesa un hombre con ganas de ligar. Se le rechaza hasta en tres intentos de incorporarse al grupo; los tres amigos le hacen ver que no desean su compañía. El intruso insiste, pide unas copas y las planta en la mesa en la que no es bienvenido e incluso él mismo se sienta con ánimo de imponer su presencia. Le ha llamado la atención Belén y comienza a “tirarle los tejos” sin disimulo. No parece que esté borracho, pero su actitud es faltona, se dirige a Belén de forma insistente y molesta hasta que surge “una disputa banal” “sin violencia”. Llegados a este punto, el regente del bar le insta a que se largue. “Tu te libras porque eres el dueño del local, pero a estos les voy a pegar un tiro”, cuenta un parroquiano que dijo el individuo antes de marcharse y tirar mesas y sillas en un arrebato de ira.

Ya eran cerca de las dos de la madrugada y los amigos abandonan la terraza y se dirigen a pie a sus respectivos domicilios, no lejos del bar. Primero acompañan a la amiga, y luego Chema y Belén se encaminan hacia la casa de esta última. No se percatan de que el individuo del bar les sigue a unos metros de distancia. Llegados a la calle Isaac Peral el hombre les alcanza, saca una pistola y, sin mediar palabra, dispara a la pareja por la espalda, a una distancia de entre 1 y 1,50 metros. Caen al suelo y el individuo continúa disparándoles a uno y otro hasta en siete ocasiones. Chema recibe cuatro disparos y muere en el acto. Belén recibe tres y queda gravemente herida. Son las 2,15 horas del sábado 28 de agosto de 2021.

Uno de los vecinos de Belén, que estaba fumando en el balcón y que presenció el tiroteo, llama al 112 y relata a la policía cómo se desarrolló el crimen, aunque no pudo vislumbrar la cara del asesino. Después de disparar, “se marchó tranquilamente, como si la cosa no fuera con él”.

La población de Salamanca, casi 150.000 habitantes, se quedó en suspenso, consternada, cuando conoció los hechos. Se trata de una ciudad tranquila, donde no se producen sucesos destacables, cuyo ritmo pacífico solo se altera con el bullicio de una población estudiantil que asiste a su famosa Universidad y se apodera de sus calles en período lectivo.

Amigos, conocidos y compañeros de trabajo del asesinado y de la mujer herida no encuentran explicación a lo que ha pasado. Ni uno ni otro tienen antecedentes conflictivos, y mucho menos penales, son gente amable, de vida ordenada. Él trabajaba como técnico de rayos en el Hospital Nuestra Señora de Sonsoles en Ávila. Ella trabajaba de empleada doméstica.

El acusado durante el juicio.
El acusado durante el juicio.


INVESTIGACIÓN ACELERADA

La investigación comenzó con la recogida de siete casquillos de bala del escenario del crimen. Continuó, tras la identificación de ambas víctimas, con la comprobación de si constaban antecedentes y, descartada esta circunstancia y el ajuste de cuentas, con la reconstrucción del recorrido de la pareja en la noche fatal hasta llegar al incidente del Bar Ciclón y el molesto individuo que les había acosado.

El testimonio del hombre que fumaba en el balcón pudo describir a los agentes estatura y complexión física del autor de los disparos, así como la ropa que vestía en la que destacaba una camiseta negra con un círculo blanquecino en el centro. Otro testigo pudo ver cómo alguien tiró de madrugada en un contenedor de basuras de la cercana calle Lazarillo de Tormes un bulto que le infundió sospechas. Las cámaras de seguridad de varios establecimientos de la zona fueron desvelando la trayectoria que siguieron las víctimas y su verdugo.

A raíz de estas pistas la policía se planteó las primeras hipótesis de trabajo. Había que partir del incidente del bar. La descripción del asesino hecha por el testigo directo del crimen coincidía con la que hicieron los clientes del bar sobre el individuo que había molestado a la pareja y había proferido amenazas.

La investigación se centró, pues, en identificar y localizar al sospechoso. A las 20,30 del domingo 29, miembros de los GEO irrumpieron en su vivienda en el número 21 de la calle Lazarillo de Tormes y le detuvieron sin resistencia. En el registro de la casa se encontraron cinco cartuchos iguales a los casquillos encontrados en la escena del crimen, una munición 9mm Luger RP, “muy poco convencional en España”.

Habían transcurrido menos de 48 horas tras el suceso cuando las autoridades revelaron la identidad del sospechoso. Se trataba de Emilio D.Y. de 33 años de edad, natural de Plasencia y vecino de Salamanca, vigilante de seguridad en la empresa “Securitas Seguridad España S.A.” en servicio como vigilante sin arma en la fábrica de papel “Kimberly-Clark” ubicada en la localidad de Santibáñez del Río en Salamanca.

Se encontraba habilitado como vigilante de seguridad desde 2012 y tenía certificación para el manejo de armas, pero carecía por entonces de licencia de armas en vigor y no era poseedor legal de ningún arma de fuego.

Un hombre corpulento, con músculos de gimnasio, una persona de carácter violento, son los pocos testimonios que ofrecían sobre él sus convecinos del barrio donde era prácticamente un desconocido, aunque le gustara frecuentar los bares.

El vigilante escoltado por la policía en el momento de su detención.
El vigilante escoltado por la policía en el momento de su detención.

PRUEBAS INCRIMINATORIAS
En base a la declaración del segundo testigo que había visto a una persona sospechosa cuando tiraba un bulto a un contenedor de basuras, la policía siguió el recorrido de los camiones de recogida hasta llegar a la Planta de Tratamiento de Residuos de Gomecello donde, después de horas de búsqueda, dieron con la pistola empleada en el tiroteo, una Star 30M de 9 mm Parabellum, y una camiseta que coincidía con la descrita por el primer testigo presencial.

Se sometió inmediatamente al acusado a la prueba, llamada de la parafina, de recogida de muestras de pólvora que pudiera tener en sus manos, con el resultado de detección de partículas con plomo-antimonio-bario específicas de residuos de disparo. Asímismo, la camiseta recuperada contenía también rastros de pólvora y, en la parte del cuello, restos de ADN que, cotejados con muestras del sospechoso, arrojaron un resultado positivo.

El análisis de su teléfono móvil reveló que en los días 27 y 28 de agosto el acusado había estado en la zona donde se había producido el tiroteo, el Barrio de Garrido.

Los exámenes toxicológico y psiquiátrico al que se le sometió después de su detención no presentaron síntomas de intoxicación o síndrome de abstinencia, ni patología psiquiátrica aguda. Conservaba, pues, sus capacidades intelectivas intactas.

EL JUICIO
El 15 de noviembre de 2022 comenzó el juicio oral con tribunal de jurado en la Audiencia Provincial de Salamanca. Los delitos que se juzgaban eran dos asesinatos con alevosía, uno de ellos en grado de tentativa, y tenencia ilícita de armas. La fiscalía pidió la instalación de un biombo en la sala para los testigos particulares.

Las peticiones de pena eran de 36 años de prisión por parte del fiscal, más 14 años de libertad vigilada, 10 años de destierro y 472.918 euros de indemnización para ambas víctimas. Por su parte, la acusación particular solicitaba 41años y seis meses de prisión.

La defensa, ante la contundencia de las pruebas incriminatorias, alegó solamente en descargo del acusado que éste había consumido aquella noche gran cantidad de alcohol y cocaína y que padecía un trastorno límite de la personalidad.

El veredicto del jurado, adoptado por unanimidad, fue de culpabilidad, dando la razón a todos y cada uno de los argumentos expuestos por la fiscalía. Se opusieron además a que pudiera beneficiarse en un futuro de un indulto.

La sentencia, emitida el 20 de diciembre de 2022 impuso al vigilante un total de 36 años de prisión: 22 por el asesinato consumado, 12 por el asesinato en grado de tentativa y otros dos por tenencia ilícita de armas.

La sentencia fue recurrida por la defensa ante el Tribunal Superior de de Castilla y León, solicitando una rebaja de condena por trastorno mental del acusado. Este Tribunal desestimó la apelación y ratificó la pena impuesta de 36 años en la Audiencia Provincial mediante sentencia de julio de 2023.

Lugar del tiroteo.
Lugar del tiroteo.

BELÉN
Belén recibió tres disparos y quedó gravemente herida. Fue trasladada de urgencia al Hospital Virgen de la Vega de Salamanca donde fue ingresada en la UCI. Sufrió, según el parte médico, un traumatismo cranoencefálico grave, fractura mandibular izquierda y de cuerpo mandibular derecho, con trastorno mental orgánico; y fractura de radio y del 5º metacarpiano en miembro superior izquierdo. Se le sometió a seis intervenciones quirúrgicas (reconstrucción mandibular, reducción abierta de fractura de brazo, y traqueostomía, entre otras), con los siguientes días de perjuicio: días de perjuicio muy grave: 19 días; días de perjuicio grave: 21 días; días de perjuicio moderado:140 días y tiempo total de curación y/o estabilización: 180 días.

Le quedaron las secuelas siguientes: alteración de funciones cerebrales superiores integradas, limitación de la movilidad de la muñeca, amputación completa de un dedo, cicatriz importante y visible en región facial, deformidad del macizo facial, deformidad en ambas manos y cicatrices en ambos miembros superiores. No puede desarrollar las tareas requeridas en el trabajo que antes desempeñaba ni ningún otro; tampoco puede atender a su hijo discapacitado, por lo que necesita la ayuda de una tercera persona. La Consejería de Familia e Igualdad de Oportunidades reconoció a Belén un grado total de discapacidad del 78%.

En el trascurso del juicio el testimonio de Belén fue especialmente dramático. Manifestó “que no tiene hueso en la cara, que le falta el hueso de la mandíbula y solo puede comer papillas y yogures, que tiene una bala en la cabeza, que no se la quitan porque no saben qué puede pasar, que no puede trabajar, que antes trabajaba en dos casas y ya no puede, que tiene un hijo que no habla que es como un niño pequeño, que vivían antes juntos y se ocupaba ella de su hijo, que ahora vive ella con sus padres y necesita ayuda, que está de baja laboral y a la espera de si le dan la incapacidad, que de la mano no va a recuperarse y de la cabeza puede que poco a poco”.

Su hijo quedó a cargo de su padre y de un centro especializado.

Conclusión: una vida arrebatada y una vida rota. Dos víctimas inocentes a las que se suman otras víctimas colaterales: padres, hijos, amigos, compañeros de trabajo. En Salamanca será este un crimen que no caerá en el olvido; un crimen que no tiene otra explicación que la apelación al absurdo.

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