Entrevista con Jaime Martín a propósito de "Un oscuro manto", su nueva obra publicada por Norma Editorial. · LH Magazin

Entrevista con Jaime Martín a propósito de “Un oscuro manto”, su nueva obra publicada por Norma Editorial.

Jaime Martín explora el enigmático y duro mundo de las trementinaires, nombre con el que se conocía a las curanderas que recorrían el Pirineo catalán en el siglo XIX.

Pocas veces leí un prólogo tan perfecto como el de la escritora y ensayista Layla Martínez, autora de la exitosa novela Carcoma. Acompañadas de los extraordinarios y característicos dibujos de Jaime Martín, en apenas tres páginas sus palabras nos abren la mente y las puertas a un viaje que posiblemente ningún aficionado a la obra de Jaime podría esperar. Bien conocido por su valor gráfico contando la historia de tres generaciones de su propia familia en la trilogía que forman Las guerras silenciosas, Jamás tendré 20 años y Siempre tendremos 20 años, el autor cambia de registro y, sobre todo, de escenarios, sin abandonar su honda preocupación social, para embarcarnos en una aventura portentosa y realista a la vez. La protagonista es una trementinaire, una de las muchas mujeres originarias del Pirineo catalán que, durante el siglo XIX, se dedicaron a la recolección de hierbas para la elaboración de remedios que comercializaron por los pueblos de Cataluña, a lo largo de rutas que recorrían siempre a pie.

De ahí que Layla Martínez, aprovechando para recordarnos la vital importancia de las mujeres en el ámbito rural en el prólogo del volumen, se permita también hacernos soñar con sus palabras sobre lo que, efectivamente Jaime Martín no ha podido evitar aún hablando de algo real, consiguiendo que entre las páginas y dibujos de Un oscuro manto se cuele “un murmullo que te hablará de oficios perdidos y leyendas a punto de ser olvidadas, de los miedos que duermen bajo la cama y las sombras que habitan en el interior de los espejos”. Bienvenidos a un oscuro cuento que dibuja paisajes reales y el esfuerzo de todas esas mujeres que escribieron páginas de Historia en el silencio con el que otras épocas trataron de someterlas.

Un oscuro manto es la historia de Mara, una trementinaire a la que conocemos volviendo de una de sus interminables y agotadoras giras por toda la comarca vendiendo y ofreciendo sus remedios, logrados a base exclusivamente de remedios naturales. A la vez necesitada pero apartada de la aldea más cercana, Mara es consciente de que sus piernas y su cuerpo aguantarán pocos o ningún viaje más lejos de su humilde cabaña en mitad de la montaña, en el increíble pero implacable Pirineo catalán. Y entonces, casi rendida de su vida, se encuentra en el bosque con una desconocida a la que, reuniendo fuerzas, arrastra a su cabaña para curarla y cuidarla. Sin que Mara consiga sacarle una sola palabra, el paso de los días comienza a unir a ambas mujeres, escribiendo una historia donde ellas y el resto de las mujeres de la comunidad son protagonistas e hilo principal de un relato que no te deja salir de su lectura y te hace viajar a una época donde la vida no era fácil para quienes vivían alejados de las ciudades pero aún menos para mujeres capaces de enfrentar el sistema, convenciones y costumbres arraigadas en el aislado mundo rural.

Norma Editorial presenta Un oscuro manto en una vistosa edición de gran formato europeo en castellano y catalán, que coincide y completa así todos los libros en catálogo del autor, en una cuidada edición en tapa dura con el título en relieve en la portada y canto del tomo. Al final se incluyen varias ilustraciones empleadas en las ediciones especiales en Francia pero el arte de Jaime Martín para contar historias que merecen ser conocidas completa todas y cada una de las efectivas planchas de este nuevo trabajo en el que el autor ha estado trabajando tres largos años… y sin embargo caer a su interior es inevitable hacerlo del tirón, atrapado por una espléndida galería de personajes que retratan lo mejor y lo peor de la condición humana enfrentada a lo que escapa a su control.

¿De dónde sale una historia como ésta?

Sale primero  de una ganas de cambiar un poco de registro después de hacer tres álbumes sobre mi familia y la historia social reciente de España. Me apetecía dibujar naturaleza, que es algo que me gusta y ya había hecho con un álbum de 2007, Lo que el viento trae y sale también, eso ya ha venido de forma inesperada, de la situación que vivimos en pandemia, que era un momento en que mi, libro anterior a este ya había salido en librerías, empieza el confinamiento y van pasando los días y no se podía hacer la promoción porque estaban las librerías y todo el mundo en casa encerrados y empiezo a escribir propuestas de guión. No me decidía por ninguna así que me puse a hacer tres propuestas a la vez y saltando de una a otra para ver con cual me sentía más cómodo y duraba más tiempo escribiendo sobre eso. Así que a medida que iba haciendo eso ante nuestros ojos iban desfilando todas aquellas noticias absurdas como, siempre pongo el mismo ejemplo pero es la que más me impactó, en Barcelona aquella mujer, una enfermera que se encontró una pintada en la puerta de su casa diciendo que era poco menos que una amenaza para la comunidad y que se fuera de ahí.

Y voy reteniendo toda una serie de situaciones que vamos viviendo en la pandemia, cómo el miedo afecta a todo el mundo, cómo nos volvemos desconfiados y todas esas cosas van como acercándose, formando una pelota, engarzándose unas con otras, todo encaja y me encuentro que esa estética que a mí me apetecía trabajar que era la cosa rural en la montaña y quería hacer algo con pocos personajes, que eso no se conservó porque al final hay muchos personajes, pero sobre esa base había esa especie de nube negra flotando en el ambiente que era lo que habíamos vivido en pandemia. Y se acabaron conjugando estas dos cosas y casi casi que de forma natural surgió esta historia, que no deja de ser un drama rural pero que es cierto que hay cierta reminiscencia de thriller, de historia de miedo, incluso una historia romántica. Hay una serie de elementos que nos podrían hacer creer que estamos tratando una historia con muchos géneros ocultos y lo bueno es que cuando he empezado a tener contacto con gente que ya ha leído el libro me comentan esto como algo positivo: es decir que han visto muchos elementos que escalan distintos niveles y todo va fluyendo de forma natural, no hay nada impostado y es justo lo que quería tratar muchos temas de forma sutil algunos otros de forma más evidente, pero que todos vayan surgiendo con absoluta naturalidad. Por ejemplo se habla de la rabia que sería ese sustituto del covid, se habla de la eutanasia, que es algo que siempre me ha apetecido tratar y viene a colación por la enfermedad de la rabia que, antes del descubrimiento de la vacuna por parte de Pasteur, en España y otros sitios para evitar el sufrimiento se aplicaba la eutanasia a la gente para evitar sufrimiento.

Creo que hay muchos otros temas y muy actuales, como el de las mujeres a través del papel de las trementinaires, recordando con esa situación de las mujeres en el siglo XIX algunos de los problemas de género que seguimos arrastrando en la actualidad, con personajes femeninos muy fuertes.

Incluso el tema de las mujeres sin hijos. Es algo a lo que me sentía muy cercano y me podía poner perfectamente en la piel del personaje porque mi mujer y yo no tenemos hijos y la gente que no tiene hijos al llegar a cierta edad todos han escuchado por parte de familia y allegados “¿y quién te cuidará cuando seas mayor?” Toda una serie de propuestas con buena fe pero que no dejan de ser cansinas y repetitivas. Pero por otro lado también se quiere decir “si no tienes a alguien nos vas a dar un trabajo a los demás” y entonces ahí hay como esas palabras con doble filo que me interesaban especialmente: esos polos opuestos, esa ambivalencia, por que el personaje de Mara, como el de tantas curanderas, vivía bajo esas miradas de recelo y de necesidad de la gente a su alrededor, que necesitaban a alguien que les aportase esos remedios y medicamentos baratos a base de hierbas porque no podían pagar un médico porque ni siquiera llegaba el médico a esas zonas. Pero también ese recelo que yo aún escuché de adolescente de no te acerques a los médicos o a los hospitales que vas a pillar cualquier cosa.

Después de ver la inmensidad del trabajo de Un oscuro manto llama la atención que después de los agradecimientos tienes un apartado para pedir también disculpas por la dureza que te ha supuesto este libro.

Cuando ya acabé el libro, que lo entregué a principios de marzo, dejo de estar encerrado después de trabajar de lunes a domingo, porque aunque no tenía fecha de entrega quería acabarlo ya. Pospuse la fecha hasta tres veces. Lo acabo y por fin puedo salir a dar una vuelta con mi mujer y vamos a dar un paseo al centro de Barcelona y me dice un día “por fin te he recuperado”. Yo había estado viviendo con ella pero haciendo lo mínimo. Mis amigos, que salen retratados en Siempre tendremos 20 años viven en el barrio la mayoría y apenas los había visto. Me di cuenta de cómo había estado de alejado de todo el mundo inmerso tan sólo en el libro. Y eso es algo que quiero evitar para un próximo trabajo. Me gustaría hacer un trabajo abordable, es decir, que no tenga una visión de acabar el proyecto tan a largo plazo. Tres años me parece demasiado. Es terrible que pasado un año de trabajo sin cesar todavía sepas que no has llegado siquiera a la mitad. Y es muy difícil porque este libro que me propuse que sería de 60 páginas al final acabaron siendo 100. Tengo facilidad para complicarme la vida.

¿Se cumple entonces eso que has comentado en tantas entrevistas sobre tu perfeccionismo, sobre todo con el tema del guión? Me imagino que, en este caso, que es otra cosa que haces a menudo, ¿te documentaste una vez más hasta en exceso?

Visité el valle donde transcurre la acción, donde se movieron y nacieron las trementinaires, visité el museo que hay allí, los pequeños pueblos en los que vivieron y actuaron las trementinaires, que tienen una placa de ellas en las casas en las que vivieron. Hay un proceso de recuperación de la memoria de estas personas que llevan años haciéndolo. Pero es que a mí la parte de la documentación es la que más me gusta y entonces lo que hago es sobredocumentarme porque aparte de que me gusta, facilita trabajo. Cuando solo necesitas esta documentación pero acabas abarcando más, tienes tal visión del contexto y del entorno que a la hora de ir fabulando y creando posibles nuevas situaciones te mueves con mucha más facilidad, porque tienes una visitón muy amplia. Y además cuando te documentas mucho, descubres cosas que desconocías te permite introducir nuevos personajes en situaciones que no te habían pasado por la cabeza. Algunas quedan en el tintero, otras sirven para darte cuenta de cual era el pánico que se le tenía a la rabia. Por ejemplo buscando documentación de una epidemia de rabia que hubo en Canarias, no recuerdo en qué isla, a final del XIX, a la gente que tenía la rabia los enterraban en las cunetas en las afueras del pueblo, en los caminos, para que no contaminasen los cementerios y que la gente que iba a visitar a sus muertos no se contaminase. Esto te da una medida del miedo y desconocimiento que se tenía.

Tu libro habla de las trementinaires, las curanderas en el Pirineo catalán que, posiblemente, en otros sitios y países, con otros nombres, también existieron. Sin embargo, ¿a qué achacas el éxito de tus libros en general, especialmente en Francia, donde la editorial Dupuis ha publicado los tres volúmenes sobre tu familia, que tratan temas más localistas al hablar de la situación en España en un determinado período histórico?

Es curioso. Yo no sabía muy bien por qué. Pero tengo alguna teoría. Por ejemplo en Francia siempre me han comentado los lectores que les gustan mis libros porque han aprendido cosas nuevas. Al público francés en general le gusta descubrir cosas nuevas. Yo me pongo en su piel e imagino que se sienten como empiezo a documentarme y voy descubriendo cosas y es como ver una película nueva tras otra y te lo pasas bien, tanto con Las Guerras silenciosas con el papel de España en Ifni como el tema de la Guerra Civil o cómo vivimos aquí la transición. Este tipo de historias siempre les resultan curiosas. Y quiero pensar que les aporta más que algo que es mero divertimento. Creo que eso tiene un público, teniendo en cuenta que aporta más cosas y que a mí me gusta darle un carácter social a todo lo que voy tratando, entiendo que eso tiene un público, no tan mayoritario pero sí un público fiel y que lo valora. Y mis editores tanto en Francia como España lo valoran.

Retratas a personajes muy creíbles que aún siendo protagonistas no siempre tienen posibilidades de salir victoriosos de sus historias, ¿es importante para ti dar voz a todos esos conflictos e injusticias a los que representan? Lo has hecho con las consecuencias del franquismo o la Revolución Rusa, con los efectos de la Gran Depresión y ahora incluso el tema del machismo en ciertos entornos como el mundo rural en particular en la época que retratas.

Claro, claro, me interesaba dar voz a estos personajes pero además no podían ser otros. En esta época la mujer era la que se llevaba todos los palos, así que tenían que ser ellas las protagonistas y los personajes en los que poder reflejar cuán injusta era desde las leyes hasta las normas que regían una casa. Por ejemplo tenemos al padre de familia que es un pastor que le vemos comportarse como un tirano con su familia, pero en el fondo también me interesa dar esa visión de que él lo hace por ellas, por su familia. Hay un momento en que habla con su mujer y le está suplicando en una viñeta que trate de entenderle a él, que lo que hace lo está haciendo por su familia y es también por explicar cómo esta gente tenían un rol que venía aprendido de generaciones anteriores que a lo mejor no siempre sabían manejarlo. Me interesan incluso los personajes que son “los malos”, por decirlo de una de forma rápida y mal, que tienen sus dudas y sus problemas y que en algún caso de mueven así por pura inercia sin entender por qué. Trato de huir del maniqueísmo aunque a priori pueda parecer que ya están ahí los malos, intento que también se vayan viendo los rotos de esos personajes con esa personalidad encorsetada que les imponía a veces la sociedad y que la traían ya puesta desde pequeños.

Teniendo en cuenta que tienes toda una extensa carrera a tus espaldas como dibujante, ¿qué crees que construye a un autor de cómics? ¿Los premios, el número de cómics vendidos o ser capaz de encontrar un tema o una idea que te mantenga atado a tu mesa de trabajo en ocasiones incluso más de un año?

Un autor de cómics se construye a base de una serie de cosas que algunas son de perogrullo: tiene que gustarle el cómic, tiene que hacer cómics y en la medida de lo posible tratar de vivir de ello y luego ya vienen toda una serie de añadidos que algunos serán compartidos y otros no. Yo, por como lo siento yo, aparte que me gusta hacer cómics y puedo vivir de ello (aunque todos hemos tenido nuestros altibajos y a veces hemos tenido que complementarlo con trabajos alimenticios), a veces sólo haciendo nuestro trabajo de autores de cómics. Pero a mí me gusta algo más o necesito, más bien, algo más. Yo tengo la necesidad de contar historias, quiero contar mis historias. Quiero tener al menos la sensación falsa o real, yo creo que real, de que todo ese tiempo invertido en hacer esa historia, encerrado en casa, que me puede llevar como ésta pues unos tres años tranquilamente, quiero que haya servido para algo aunque haya sido en muy poca medida.

Yo quiero aportar mi grano de arena a que este mundo que considero injusto y, en muchos casos desagradable, que pueda aportar algo positivo. Y por eso siempre me interesa que mis historias tengan un cierto trasfondo social de crítica de cosas que no me gustan o de esperanza frente a situaciones que a lo mejor me parecen reprobables. Así que necesito siempre trabajar en una historia que tenga algo en ese sentido. Yo sería incapaz por ejemplo de estar años y años de profesión haciendo cosas que no me interesan. Historias, por ejemplo, de aventura pura y dura; historias de superhéroes donde todo se reduce a buenos y malos y a ese maniqueísmo que yo considero absurdo y que es más dañino que otra cosa. Luego entiendo que hay gente a la que le gusta dibujar y disfruta dibujando, cuanto más complicada sea la historia supone un mayor reto para estas personas como autores y todavía lo disfrutan más. Yo no soy ese tipo de autores. De hecho, cuando termino un trabajo no toco un lápiz hasta el siguiente trabajo. Luego no me verás en vacaciones con una libreta tomando apuntes al natural porque ya he acabado harto de dibujar. Lo que si no puedo evitar es mi parte de guionista, esa no descansa nunca. Por eso cualquier cosa que pueda leer en prensa, cualquier situación que pueda encontrarme en el día a día, si es algo que considero interesante o que me impacta o que me enfada, tomo nota de ello y lo voy guardando y lo voy archivando.

A una persona de tu sensibilidad a muchos niveles, ¿qué te parece la situación actual en general, sin pararnos mucho a pintar ideologías, porque tenemos conflictos en Europa, en Oriente Medio, problemas políticos en prácticamente todo país del mundo…?

Lo llevo fatal. Lo llevo tan mal, y viene al hilo de lo que preguntabas antes de por qué dibujo cómics, no tanto porque sí que me gusta dibujar pero no es mi principal motivo, creo, o al menos no desde que soy adulto. Yo desde que tengo mentalidad adulta soy consciente de que no me gusta el mundo en el que vivo, que es un mundo injusto y cruel. Y para mi meterme en un proyecto y estar encerrado es una manera de  aislarme en mi burbuja porque todo esto me afecta una barbaridad. Yo soy muy sufridor cuando veo las noticias, de hecho hay una serie de noticias que llevo años que no puedo con ellas, no las veo, unas por un motivo otras por otro. Yo por ejemplo temas de violencia contra la mujer y violaciones no lo quiero ver ni en ficción, me duele especialmente. El tema de por ejemplo el conflicto de Palestina es tres cuartos de lo mismo. A mí me saca de quicio completamente lo que se está dejando hacer al estado de Israel con los palestinos. Me parece hipócrita que con Rusia se actúe de una manera y con Israel no ahora, sino desde hace décadas, siento vergüenza ajena de sentirme europeo e incluso ciudadano de lo que se llama primer mundo. Lo paso mal. De hecho mi mujer un día, para mi fue revelador, me pasó un enlace de un documental creo de Televisión Española que hablan de una cosa que se llama PAS, que es Persona Altamente Sensible. Y me dijo: “míratelo que me parece que tú tienes esto hace tiempo”. Vi varios documentales y me reconozco plenamente. De hecho he rellenado un extenso cuestionario para una universidad que están haciendo un estudio y aún espero que me den respuesta pero yo creo que sí tengo algún desajuste en ese sentido. Dicen que para algunas cosas puede aportarte algo y que para otras vas a sufrir más de lo que toca, pero como mínimo ahora entiendo muchas situaciones que me resultan duras y ahora lo llevo mejor. De entre todas las cosas raras que decía Freud que siempre estaré de acuerdo es que conociendo lo que te pasa el problema está casi resuelto. Para mi hacer cómic es una herramienta de vida necesaria para no enloquecer, aunque me queje de que me puedo tirar tres años encerrado con un trabajo yo creo que en el fondo cuando digo que me complico la vida, sin darme cuenta me lo estoy buscando yo para alargar ese tiempo en la burbuja.

Siendo LH un portal que nació por y para la música, has evolucionado musicalmente en tus gustos como en tu obra, ¿utilizas música cuando dibujas?

Sí, salvo cuando escribo que ahí tengo que estar en silencio y con tapones, cuando dibujo y cuando coloreo es cuando más música escucho, pero incluso siempre que salgo de casa llevo unos auriculares de tapón con una lista de música relajante. Por ejemplo, si tengo que entrar en lugares hostiles como es un centro comercial, a los que casi nunca entro, me pongo la lista de música lisérgica y es como una película distinta, puedo estar viendo a la gente corriendo de un lado para otro y yo voy esquivándolos.

¿Sigues escuchando rock?

Sí, escucho de todo. Escucho la música que oía de adolescente pero también otra otra nueva. Hay por ejemplo un grupo de dos chicas que se llaman Bala que hacen rock duro y son sólo una guitarra y una batería pero son brutales. Bones of Minerva, que es un grupo de Madrid de chicas, no es tanto el estilo de música que me gusta que es ese metal salvaje con mucho sonido gutural, pero cuando estaba dibujando esta historia me puse mucho la música de ellas y me resultó incluso motivadora, así que las tengo ahí y me recuerdan la parte de la creación el libro. Pero también escucho cosas que no tienen nada que ver, hay un grupo de Los Angeles que se llaman Cannons, que hacen una música discotequera, electrónica, que me resulta muy agradable. No me cierro. De hecho cuando era joven no sólo escuchaba rock duro porque también escuchaba Supertramp, Pink Floyd, Alan Parsons Project. Estoy recuperando incluso algo música clásica y ópera porque a mi madre le gustaba mucho, y ni que sea como homenaje, mi padre lo está haciendo ya desde que murió mi madre, se pone todas las óperas y la música clásica que tenía mi madre en casa. Me apetece además hacerlo.

SOBRE EL AUTOR

JAIME MARTÍN

Nació en L’Hospitalet (Barcelona) en 1966. Inició su trayectoria profesional en el ámbito del cómic en 1985 y publicó en las revistas que por entonces editaba Josep Maria Beà en su sello Intermagen: Caníbal y Bichos. Entre 1986 y 1990, también en Humor a Tope y Pulgarcito. En 1987 comienza a colaborar con regularidad en la mítica revista El Víbora. Allí realiza series de temática costumbrista con guion de Alfredo Pons. Aborda también series propias como autor completo, como Sangre de Barrio (1989-2005), cuya primera entrega obtuvo el Premio Autor Revelación del 8º Salón Internacional del Cómic de Barcelona. Otras obras destacadas de esta etapa son Los primos del Parque (1991-92), La Memoria Oscura (1994-95) e Infierno (1996). Tras publicar Invisible en España, se pasa a la editorial francesa Dupuis y allí publica Lo que el viento trae (2007), con guion de Wander Antunes, y Todo el polvo del camino (2010). Con Las guerras silenciosas se consagra como uno de los autores europeos más interesantes del momento, una consideración que confirma con Jamás tendremos 20 años (galardonada con el premio a la Mejor Obra de Comic Barcelona 2021), Siempre tendremos 20 años y Un oscuro manto.

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