En pleno casco histórico de Madrid, en el barrio de La Latina, se erige la plaza de Puerta Cerrada, cuyo nombre apela a la antigua puerta que se abría en la muralla de Madrid. Construida en el siglo XII, se la llamó así porque estaba cerrada la mayor parte del tiempo para evitar que los maleantes, escondidos allí aprovechándose de su estrechez, asaltaran a las personas que entraban y salían. Fue derribada en 1569 pero su nombre permanece. Allí, en uno de los murales que decoran la medianera de los edificios, obra del artista y diseñador gráfico Alberto Corazón, aparece la frase 'Fui sobre agua edificada, mis muros de fuego son', que apela a un antiguo lema árabe de la capital de España.

¿Por qué Madrid es una ciudad de agua y fuego?

Si no sabes a qué se refiere esta frase, no te preocupes, incluso Antonia Scott, la súper inteligente protagonista de la saga Reina Roja, de Juan Gómez-Jurado, cuyas capacidades están por encima de lo inimaginable, no sabía su significado. "No se trata de ninguna adivinanza, si lo fuese, pocos podrían dar la respuesta a día de hoy. Esa frase intrigó a Antonia la primera vez que la leyó, y buscó información sobre ella, así averiguó que el verso completo dice 'Fui sobre agua edificada, mis muros de fuego son, esta es mi insignia y mi blasón', explica Juan Gómez Jurado en 'El Madrid de Antonia Scott', un relato corto en el que sigue los pasos de su personaje por la ciudad. 

La ciudad se levantó en una zona con abundantes acuíferos y, de hecho, su nombre viene de ma^yra, en árabe canal de agua subterráneo, y el sufijo del latín 'etum', abundancia de. Por tanto, se podría hablar de la antigua Ma^yrit, como lugar de abundancia de corrientes de agua, según detalla Jaime Olvier Asín en su ensayo 'Historia del nombre de Madrid'.

En el subsuelo de Madrid existe un acuífero terciario (formado entre 5 y 20 millones de años atrás) con una extensión que sobrepasa los 2.600 km2, un inmenso depósito que llega a tener en algunos puntos una profundidad de 3.000 metros. Su extensión resulta ser cuatro veces más grande que la extensión total de la capital, que abarca unos 600 km2.

El subsuelo de Madrid cuenta con kilómetros y kilómetros de canales suberráneos o qanat, creados desde la época musulmana para asegurar el abastecimento de agua. Aunque ya han sido sustituidos por las conducciones del Canal de Isabel II, se conserva parte de los principales 'viajes de agua' o 'viages', entre ellos el de Amaniel, cuya construcción fue ordenada por Felipe III en 1613, siguiendo los antiguos canales árabes.

El Ayuntamiento organiza visitas guiadas a estos túneles a través del departamento de Educación Ambiental del Área de Medio Ambiente y Movilidad del Ayuntamiento de Madrid. Se trata de una actividad gratuita para la que es necesaria cita previa a través de la web del Centro de Educación Ambiental Dehesa de la Villa.

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Muros de fuego en Madrid

La segunda parte del lema se refiere a las chispas que saltaban sobre la muralla cuando los asaltantes disparaban sus flechas de sílex, material con el que se fabricaban herramientas desde la Prehistoria. Muy abundante en la zona, fue también fue empleado para la construcción de las murallas.

El sacerdote humanista, maestro y escritor Juan López de Hoyos, que fue el primer cronista de la Villa en el Madrid de la Corte de Carlos I, describe el primer emblema de Madrid, con un pedernal sumergido en el agua con dos eslabones entrelazados a los lados, que frotan una piedra de sílex. Sobre el escudo había dos lemas: 'Sic Gloria Labore' ('En el trabajo está la gloria') y el de 'Fui sobre agua edificada...' 

El escudo del oso y el madroño es el emblema cristiano cuyo origen se remonta al siglo XII. Fue utilizado por primera vez cuando las tropas madrileñas emprendieron campaña contra los musulmanes en Andalucía. Según la leyenda el oso se eligió como emblema en homanje a un oso pardo que cazó el rey Alfonso XI en los montes cercanos a la capital, donde abundaban estos animales. Al principio aparecía unido a una torre, que fue sustituida posteriormente por un madroño. Las siete estrellas que los acompañan simbolizan la Osa Mayor. En 1544 se añadió la Corona, símbolo de la Monarquía y, desde entonces, la ciudad recibe el título de Coronada Villa de Madrid.

Por tanto, el mural de Alberto Corazón es uno de los pocos vestigios que quedan de aquel primer conjunto emblemático. 

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