Caso: “No sé dónde estoy” – El trauma y el almacén de las almas perdidas

Graciela es una joven madre de 42 años que siente que no puede avanzar ni sentir alegría con los aspectos buenos de su vida. Le explico sobre la posibilidad que se deba a memorias traumáticas de su infancia pues sabemos que, en ocasiones, una parte del ser, en algún momento, se desconecta y se va. Cuando le pido que visualice dónde cree que está esa parte, no logra ubicarla. Así que decidimos investigar.

Apertura de la constelación familiar

Abrimos esta ausencia de conexión con el ser en constelación familiar.

Como representante, empiezo a sentirme mareada, cansada, mis ojos se cierran y termino tumbada en el suelo. Es un espacio atemporal, sin coordenadas definidas, un lugar donde el tiempo no transcurre. Es el almacén de las almas perdidas. Percibo también que no está sola, sino que hay innumerables seres a su alrededor, arriba, abajo, a la derecha y a la izquierda. De hecho, no se ve el final.

Le pregunto a qué edad llegó allí y menciona que fue a los 5 años.

Mientras tanto, la representante del cuerpo (la parte del ser que permanece haciendo «vida normal»), gira alrededor de la persona que está tumbada en el suelo y le dice: «sin ti, no me va mejor».

Diálogo con el guardián del almacén de las almas perdidas

Luego, nos dirigimos al guardián del almacén de las almas perdidas para saber más sobre cuándo y cómo se llega a este estado y lugar. Nos explica que cuando uno se siente intensamente atacado en la infancia y percibe que no puede protegerse de esa agresión, puede decidir desprenderse del Ser como mecanismo de protección, manteniendo una mínima conexión con el cuerpo. Esta elección se puede realizar en lugar de optar por morir. Así, esta parte del ser queda resguardada y custodiada hasta que decida reintegrarse. Es un mecanismo defensivo para proteger al ser del dolor de más agresiones que no se quieren sentir.

Qué sucede en al cuerpo durante la disociación

Mientras tanto, el cuerpo sigue experimentando y registrando las vivencias, aunque la persona siente que no está totalmente presente y le resulta difícil controlar su vida.

Reintegrar las partes separadas requiere una decisión consciente. Aquí no se trata de recuperar un fragmento o una parte del ser, sino de un proceso más profundo para decidir si se desea volver a unificar y tomar la vida plenamente con la parte central del ser.

El regreso de las emociones: derecho a sentir y expresar

Previamente se deberán recuperar los recursos que le fueron negados, censurados, arrebatados, anulados: El derecho a sentir emociones y a expresarlas: ira, tristeza y alegría, sabiendo que son los sensores que están en su cuadro de mandos interno. Son las herramientas que están en su caja de herramientas, y tiene derecho a ellas. Es necesario que aprenda a relacionarse con ellas y son necesarias para la vida. Hacer uso de ella no la hace ni inadecuada ni incorrecta, sino que es legítimo y necesario. Posiblemente esto fue castrado y fue acusada, humillada o rechazada por tener cualquiera de estas emociones. Ahora tiene que recuperar todas estas herramientas, sentir que le pertenecen, que son necesarias y legítimas. De hecho, son imprescindibles para la vida.

Reunificación con el Ser: nuevo inicio

Después, puede ir a buscar a su ser del almacén de las almas perdidas y reunificarse con él.

Este mecanismo, que sucede con intención y por magnetismo, permite tener una segunda parte de vida sin cambiar de encarnación. La información de lo vivido durante la desconexión sigue registrada en su memoria celular, en su cuerpo, y su campo mental y emocional permite acceder a los recuerdos y al registro histórico de todo lo vivido, pudiendo revisar entonces todo lo acontecido y reestructurarlo, o reinterpretarlo, si fuera el caso.

Esta reunificación o reintegración se convierte en un nuevo inicio para la persona, que se sentirá más completa y presente, e iniciará la recuperación de su vitalidad.