La lápida que destapó el expolio del arte leonés
Diario de León

La lápida que destapó el expolio del arte leonés

Una trama de película. El historiador Francisco Prado-Vilar ha descubierto en Harvard fotos y cartas inéditas que desenmascaran una red de marchantes sin escrúpulos y cómo se perpetró el expolio del patrimonio leonés. La correspondencia revela cómo llegó al Museo Fogg de Cambridge la lauda sepulcral de Alfonso Ansúrez de Sahagún y quiénes estuvieron implicados.

Detalle de la lápida de Ansúrez que hoy se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional/ DL

León

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El millonario y profesor de Harvard Arthur Kingsley Porter llegó al cementerio de Sahagún en 1925, durante uno de sus numerosos viajes para estudiar el románico del camino de Santiago, y allí fotografió una lauda sepulcral medio abandonada entre hierbas y guijarros. Así comienza la trama, con tintes de novela de espías, para llevar la lápida de Alfonso Ansúrez (del siglo XI) al otro lado del Atlántico.

Fotos y cartas inéditas han permitido al historiador de arte Francisco Prado-Vilar, doctor por Harvard e investigador distinguido de la Universidad de Santiago y del CISPAC, encajar las últimas piezas de un expolio que ya investigaron expertos como la leonesa Ángela Franco, y que ahora sacan a la luz la implicación de Arthur Byne, principal proveedor de tesoros españoles del magnate William Randolph Hearst y uno de los ‘depredadores’ del patrimonio de esta provincia.

Prado-Vilar, que el año pasado descubrió un león románico en el Museo del Louvre originario de una de las portadas de la colegiata de San Isidoro, ha localizado en la universidad ubicada en Cambridge (Massachusetts) correspondencia que deja claro el papel que jugaron, tanto en la exportación ilegal de la lápida, como en su devolución a España, cinco personajes claves. En las misivas aparecen Kingsley Porter, el marchante Arthur Byne, Paul J. Sachs (subdirector del Museo Fogg de Harvard), el historiador Manuel Gómez-Moreno y el director general de Bellas Artes Ricardo Orueta, muy vinculado a León (era de Málaga) y promotor de la gran Ley del Tesoro Artístico Nacional de 1933, que continuó vigente hasta 1985. Las cartas prueban, además, que Kingsley Porter había comprado para el mismo Museo Fogg de Harvard unas columnas originarias, igualmente, del monasterio de San Benito de Sahagún, «entre las mejores esculturas del siglo XIII», según Gómez-Moreno.

 El 25 de diciembre de 1925, tras su visita al cementerio de Sahagún, Kingsley Porter escribe desde el hotel Savoy de Madrid a Paul Sachs —encargado de las adquisiciones del Museo Fogg— y le cuenta que se ha puesto en contacto con Arthur Byne para ver si puede conseguir las columnas de Compostela. Se refiere a los pilares que sostenían el mítico altar del monasterio de San Paio de Alealtares, vinculado al apóstol Santiago; una de ellas será ‘moneda de cambio’ años después para que Orueta recupere la lápida de Ansúrez.

En la misma misiva, Kingsley afirma: «No me atrevo a comprar monumentos de primera importancia, aunque lo podría hacer. Los eruditos en España están irritados por la exportación de su arte a América». Cuenta que Gómez-Moreno le ha enviado una copia de su nuevo libro, aún sin publicar —se refiere al Catálogo Monumental de la Provincia de León—. «En el libro están las columnas de Sahagún que compré a Byne. Estoy intentando reunir el coraje para decirle que se encuentran en Cambridge».

En otra de las cartas descubiertas y traducidas por Prado-Vilar, fechada el 11 de marzo de 1926, es Arthur Byne el que escribe a Sachs desde Palma de Mallorca: «Estoy encantado con la entusiasta acogida de los capiteles románicos en el Fogg. Son una buena pareja y la fecha de 1185 los sitúa en un período espléndido del arte español» (se refiere a los capiteles procedentes de la iglesia palentina de Santa María de Lebanza).

Una lápida en un barco de vapor

Un mes después, Byne se dirige al director del Fogg, Edward Forbes: «Seguramente el señor Kingsley le ha mencionado que él y yo hemos estado buscando una fina lápida sepulcral para el Fogg... Después de una serie de decepciones, la piedra ha sido adquirida. Ayer salió de Valencia en un vapor de la línea Fabre. Espero que llegue sana y salva... Le envío la factura directamente a usted». También relata que para la compra de la lauda ha recurrido a un crédito de 2.500 pesetas que le había concedido el Fogg para realizar compras en España. Ese mismo año de 1926 Kingsley publica fotos de la lauda ya en el Museo Fogg de Harvard y cita su origen: cementerio de Sahagún. No se sabe en qué momento la lauda de Ansúrez llega al camposanto desde el monasterio de San Benito, pero en 1900 ya está en esta ubicación, ya que la fotografió allí Gómez-Moreno para su Catálogo de la Provincia de León, terminado en 1906, pero no publicado hasta 1926. Ricardo Orueta, que ejerció de tutor de Lorca, Dalí y Buñuel en la Residencia de Estudiantes, y fue un personaje crucial para concienciar a toda una generación de la necesidad de proteger el arte español, se enteró de que la lauda estaba en Harvard en 1928, cuando se publicó el libro de Kingsley Porter La escultura románica en España, donde incluye algunas de las fotos de la lauda que tomó en Sahagún pero revelando su nueva ubicación, en el Museo Fogg de Harvard. Inmediatamente, Orueta denunció el hecho ante la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y ahí se inició una movilización para reclamarla por parte de España.

Sin permiso de exportación

En noviembre de ese año Byne, conocedor de esa movilización, está muy nervioso, tal como se entrevé en la carta que le remite a Sachs: «Le dirijo esta carta personalmente en lugar de al museo por razones que comprenderá. Me informaron en una cena que se ha pedido a la embajada de Estados Unidos que transmita una queja a Washington y al Fogg sobre la compra de la piedra sepulcral de Sahagún. La pieza se compró de manera legítima. El catálogo de Gómez-Moreno se publicó un año después. El propietario era libre de venderla». Sin embargo, líneas más abajo admite que «nunca obtuvo el permiso de exportación, pero rara vez se hace. Creo que Gómez-Moreno estaba molesto porque el estudio de Kingsley se le adelantó». Cuenta que una comisión en España ha presentado el caso como un robo. «La piedra fue comprada, como habitualmente, a través de distribuidores de confianza». Pide que su nombre no aparezca en relación a este caso y que, en cartas posteriores, no se mecione el «objeto» concreto, ya que nadie sabe que está implicado en esta compra.

El 12 de ese mismo mes de noviembre Byne vuelve a escribir a Sachs. Explica que la familia propietaria de la lauda la tenía desde la ley de exclaustración de 1835.

El 17 de junio de 1931 Byne se dirige a Sachs para decirle que España estaba en una situación inestable y que no debían devolver la lauda, porque crearía un mal precedente, a pesar de que los dirigentes del Fogg, y especialmetne Kingsley Porter, habían decidido entregarla.

En España se había instaurado la II República. Con estos cambios políticos, Byne consideraba un error devolver la lauda de Ansúrez. «Apuesto a que en unos años se olvidarán por completo», escribe el marchante.

El tesón de Orueta

Pero Orueta no olvidaría. Como director general de Bellas Artes del nuevo gobierno republicano dirige sus esfuerzos para recuperarla y lo conseguirá. El Museo Fogg, que la tenía expuesta en el centro de su sala románica, la enviará a España en 1932.

Kingsley Porter desapareció un día de tormenta en 1933 en la isla Inishbofin (Irlanda). Ricardo Orueta tenía un sueño: salvar los tesoros medievales de León y darlos a conocer internacionalmente. Fue uno de los primeros historiadores en tomar conciencia de la importancia de las fotografías. Su ingente colección es una auténtica joya, con estampas increíbles de cómo eran algunos monumentos y, sobre todo, de los estragos que provocó la rapiña y la desidia en muchos de ellos. En una de sus instantáneas aparece tirada en el suelo en Sahagún la lápida sepulcral de los Ansúrez.

El 18 de febrero de 1930 la Comisión Provincial de Monumentos de León recibió dos fotografías de la lauda remitidas por el arquitecto Juan Crisóstomo Torbado. La estela funeraria es de mármol blanco, mide 196 por 61 centímetros. Una joya románica de la que se tiene constancia documental desde 1601, citada por fray Prudencio de Sandoval en su libro Fundaciones de los monasterios. La lápida lleva inscrita la fecha del fallecido (7 de diciembre de 1093) y la inscripción: «Alonso, hijo amado del conde Pedro de Ansúrez y de la condesa Eilona».

En 1987 la colegiata de San Isidoro mostró una réplica de la lauda, porque el Arqueológico Nacional no autorizó trasladar la original a León ni siquiera de forma temporal.

La investigación de Prado-Vilar permite descubrir cómo operaban los marchantes sin escrúpulos de principios de siglo y cómo se perpetró el expolio del patrimonio leonés.

Foto tomada por Ricardo Orueta cuando la lápida Ansúrez estaba aún en el cementerio de Sahagún. RICARDO ORUETA

Vapor de la línea Fabre en el que se transportó de Valencia a Boston la lápida románica leonesa / DL

Kingsley Porter con su esposa en el viaje que realizó a Sahagún en 1925 / DL

Paul J. Sachs./ DL

Ricardo Orueta / DL

Arthur Kingsley Porter / DL

Arthur Byne / DL

Manuel Gómez Moreno/ DL

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