‘Volveréis’: Jonás Trueba cautiva en Cannes con una comedia sobre el fin del amor | Cultura | EL PAÍS
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FESTIVAL DE CANNES
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

‘Volveréis’: Jonás Trueba cautiva en Cannes con una comedia sobre el fin del amor

El director madrileño destaca en la Quincena de Cineastas con una película escrita junto a sus intérpretes, Vito Sanz e Itsaso Arana, sobre una pareja que decide celebrar que se separa

Itsaso Arana y Vito Sanz, en 'Volveréis', de Jonás Trueba
Itsaso Arana y Vito Sanz, en 'Volveréis', de Jonás Trueba

La maravillosa La virgen de agosto (2019), convirtió a Jonás Trueba en un director reconocido en Francia. Ese reconocimiento ha escalado un peldaño más con la participación del director español en la prestigiosa Quincena de Realizadores del festival de Cannes con su última película, Volveréis, una comedia conmovedora, alegre y triste, que tal vez sea la mejor obra de toda su carrera.

La historia es, como siempre en su filmografía, de apariencia sencilla: una pareja decide separarse y para convencerse a sí mismos de que están “muy bien” y de que “aquí no pasa nada” se aventuran a celebrarlo con una fiesta de despedida o de bienvenida, según se mire. La idea de festejar el fin del amor es una vieja boutade del padre de ella, una de esas cosas dichas porque sí, porque suenan bien, y que ahora, de manera obstinada, recogen su hija y su yerno. Así que, mientras desmontan su vida de los últimos 14 años, empiezan a organizar su última fiesta.

Escrita por Jonás Trueba y por la pareja de intérpretes, Itsaso Arana y Vito Sanz, Volveréis le reserva el papel de padre (padre de la idea de la fiesta y padre de la novia) al propio progenitor del director, el cineasta Fernando Trueba, cuyo hijo le brinda un homenaje emotivo e inolvidable. La presencia de Trueba padre no se limita a la de un señor con batín y diálogos más o menos ingeniosos; su personaje es clave de una manera profunda. Por lo que dice, por lo que calla y por esa lista de libros que le recomienda a su hija para expresarle lo que no se atreve, o no sabe del todo cómo decir. Esa manera de dejar caer las cosas importantes sin imponerlas es una manera de educar hecha del mismo respeto y delicadeza con el que Jonás Trueba observa con su cámara el rostro del hombre que lo introdujo en los libros, la música y esa cinefilia sin la que no se entendería la mirada de este madrileño que a sus 42 años es una reconfortante isla dentro del panorama del cine español actual.

Volveréis no fuerza su encanto, no le hace falta: deja que ocurra gracias a la complicidad de un equipo que concibe el cine como un acto de creación colectiva, de vieja troupe. Una tribu de amigos en un lugar muy concreto, Madrid, ciudad que como en La virgen de agosto se respira por todos lados. Jonás Trueba practica el cine de un paseante solitario en su propia ciudad, el Madrid de verdad, el de siempre. El del Rastro y el Viaducto, pero sin ningún tópico, íntimo, aún ajeno a la gentrificación, como la puerta de esa casa que ya no volverá a ser la casa donde un día dos personas fueron felices.

La nueva película de Trueba se debe a su estilo, pero más maduro y sin perder su frescura. Bebe de la vida y del cine, intercambiables, y a su santoral cinéfilo —François Truffaut, Éric Rohmer, Philippe Garrel o Hong Sang-soo— se podría sumar esta vez a Woody Allen y a otros clásicos de la comedia americana en su melancólico retrato de una pareja que un día decide despedirse y empezar de nuevo.

La otra película española que participa en el festival, esta vez dentro de la Semana de la Crítica, es Las novias de sur, un mediometraje documental de Elena López Riera, que hace dos años ya participó con El agua, un largometraje que en muchos sentidos conecta con su nuevo trabajo. Las novias del sur también habla de mujeres, de sus noches de boda, de sus primeras relaciones sexuales y de algún que otro amor. Sus personajes son madres y abuelas de otra época. Riera ofrece un collage de testimonios y documentos domésticos —fotografías, películas de Super 8— alrededor de vestidos blancos, ramos, campanas de iglesia y novias color sepia. La voz en off de la directora nos guía —a veces en exceso— por una serie de relatos del pasado: “Hago a otras las preguntas que no me atrevo a hacerle a mi madre”, dice Riera.

Esas mujeres que no son su madre le cuentan cómo fue perder la virginidad, cómo era estar casada con un hombre que nunca desearon, cómo aprendieron a disfrutar de su cuerpo o de qué manera, con el tiempo, han renunciado al sexo. Las novias del sur acaba siendo la confesión de un temor secreto, el de verse en un espejo que refleja las huellas de su propia genética, el de una herencia silenciosa a la que Riera se enfrenta buscando las palabras y los gestos de otras.

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’
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