Protopía, el desconocido movimiento que busca una nueva conversación pública «más pluralista y honesta»
Fundado en 1910

02 de junio de 2024

Micha Narberhaus, presidente de The Protopia Lab

Micha Narberhaus, presidente de The Protopia LabEl Debate

Entrevista a Micha Narberhaus, presidente de 'The Protopia Lab'

Protopía, el desconocido movimiento que busca una nueva conversación pública «más pluralista y honesta»

Micha Narberhau quiere afrontar las grandes cuestiones que preocupan a la sociedad, combatiendo las burbujas ideológicas y la polarización

Política, Religión, Literatura... llegar a un acuerdo siempre es complicado, más si la persona con la que se conversa tiene ideas opuestas. De hecho, casi siempre se suele acabar en discusión. Sin embargo, en un mundo cambiante y lleno de desigualdades ideológicas como el actual, sería relevante encontrar una nueva vía para llegar a un entendimiento y respetar las opiniones de los demás.
Aunque parezca complicado, es posible. Micha Narberhaus, asesor estratégico, escritor e investigador de soluciones, ha creado Protopía un nuevo movimiento con el que pretende impulsar debates plurales y honestos sobre las grandes cuestiones que preocupan a la sociedad, combatiendo las burbujas ideológicas y la polarización.
–¿Qué es y en qué consiste el nuevo movimiento llamado Protopía?
–Es algo así como el principio de un nuevo movimiento basado en la idea de que debe haber una tercera vía entre el estancamiento, el «no hay que cambiar nada», y la utopía, que lo quiere es cambiarlo todo por una idea ideológica determinada.
Dejar las cosas cómo están puede ser una buena idea cuando, en principio, todo funciona, pero raras veces es el caso, porque las cosas siempre cambian por sí solas y, entonces, hay que adaptarse y, a veces, anticiparse. Perseguir una utopía suele ser una mala idea.
Históricamente, esto muchas veces ha desembocado en una distopía. El problema es que, a menudo, no sabemos exactamente para qué sirve una determinada norma o tradición. No sabemos qué efecto en su conjunto ha tenido sobre nuestras vidas. Esto es porque la sociedad es un sistema complejo, porque en última instancia somos (como sociedad) un sistema biológico complejo. Y los sistemas complejos nunca los podremos entender del todo.
Por eso, la Protopía es el intento de hacer cambios, pero teniendo en cuenta que solo podemos intentar aproximarnos a un cambio que en su conjunto sea positivo para la sociedad y que contribuya a la buena vida. Pero debemos saber que es un proceso de prueba y error, un proceso de búsqueda evolutiva.
–¿Cómo surgió The Protopia Lab?
–Surgió de la necesidad de tener una nueva conversación pública más pluralista y honesta. Bajo mi punto de vista, nuestra conversación pública se ha vuelto muy disfuncional y dogmática.
En esta atmósfera es imposible tener los debates necesarios sobre los grandes temas importantes que nos afectan como sociedad y humanidad. La imposibilidad de un debate social pluralista y profundo ahoga la creatividad necesaria para abordar nuestros problemas sociales y medioambientales más acuciantes y arraigados.
-¿Cuáles son los temas que más ve que cuestan hablar? ¿Por qué?
–Los temas son diversos y los tabúes cambian con el tiempo. Lo que está claro es que son cada vez más. En estos momentos cuesta hablar de forma sincera y no dogmática sobre temas como la inmigración y el feminismo, pero también vemos cómo se ha moralizado la conversación sobre el cambio climático.
El porqué sucede no es fácil de saber. Probablemente, esta situación se debe a dinámicas diversas. Una es el declive de la religión cristiana. La gente busca un sustituto a la religión porque no puede vivir sin ella. Así surgen moralismos muy disfuncionales y, en vez de respetar al prójimo, se empiezan a crear nuevas relaciones de amigo/enemigo. Luego, por supuesto, están las redes sociales y su tendencia a crear burbujas ideológicas y polarización.
Por otro lado, también puede ser que hayamos protegido demasiado a los niños en las últimas décadas. Una generación de jóvenes ha crecido sin la oportunidad de jugar sin supervisión y sin estructura y, por lo tanto, se les ha impedido aprender partes clave del desarrollo infantil, incluyendo cómo lidiar con niveles moderados de riesgo y miedo a través de juegos como esconderse, explorar y trepar a los árboles.

Es difícil hablar de progreso cuando se ve que cada vez hay más personas solasMicha Narberhaus

Estas formas de educar privan a los niños de importantes oportunidades de aprendizaje que les ayudan a desarrollar una serie de habilidades sociales fundamentales para vivir con los demás en una sociedad libre. Es una generación que es en gran parte incapaz de debatir y en la que la idea de que la palabra puede ser violencia es bastante generalizada.
–¿Qué carencias tiene nuestra sociedad?
–Quizás lo que más falta son diálogos buenos y profundos sobre los temas y problemas más importantes a los que nos enfrentamos. No hay diálogo, no hay debate de verdad. Solo hay narrativas. Cada uno tiene su propia narrativa e intenta encajar los hechos en su narrativa y una visión del mundo y una moral fijas que no permiten puntos de vista diferentes.
El mundo se divide el mundo entre los buenos y los malos, contra los que hay que luchar. Como cada vez hay menos interés y esfuerzo en descubrir y describir la realidad, por ejemplo en mundos como el periodístico y el académico, cada vez es más difícil construir un sentido común como sociedad. Todos estamos en nuestras burbujas epistémicas. Cuando uno habla con alguien que está en otra burbuja, es difícil ponerse de acuerdo en algo. Esto pasó con la covid y cada vez sucede con más temas.
–¿Por qué ya no se respetan las opiniones de los que piensan distinto?
–Porque estamos tan metidos en nuestras burbujas ideológicas que nos confirman continuamente que nuestra moralidad es la única posible, la única buena, que ni siquiera nos planteamos que el mundo no es blanco y negro, y que el tema de la moralidad también es mucho más complejo. Lo que contribuye, en gran parte a ello, es el hecho de que ahora pasamos gran parte de nuestro día en línea/conectados y no tenemos tanto contacto presencial como antes con personas que piensan de forma distinta a nosotros.
Otro punto que también facilita esta situación es que actualmente hay mucha gente que cree en ideas extremas que antes eran consideradas una locura, y lo son, pero como no tenemos a tanta gente de ideologías diversas para contrastarlas, empezamos a creer en ellas.
–¿Cree que se está produciendo una atmósfera totalitaria? ¿Por qué?
–Hay mecanismos complejos que llevan a la autocensura. Pasa cuando la gente tiene la impresión que es mejor no hablar de ciertos temas en el ámbito público, de trabajo e incluso círculos privados. La gente cree que puede sufrir consecuencias negativas.
Además, hay cada vez más indoctrinación a través de los medios de comunicación y las nuevas leyes contra el discurso del odio o contra la desinformación en gran parte sirven para que las opiniones que contradicen al consenso institucional sobre determinados temas no encuentren mucho espacio en el discurso público.
–¿Estamos viviendo un retroceso?
–En muchos ámbitos seguro que sí. Es difícil hablar de progreso cuando se ve que cada vez hay más personas solas, que no consiguen tener pareja estable, familia e hijos o, a pesar de tantos esfuerzos contra el racismo, no estamos superando la idea de que hay razas distintas y que cada vez somos más conscientes de nuestro color de piel. También hay un retroceso en la calidad del periodismo y en la ciencia misma.
La idea moderna de que hay que "seguir a la ciencia” es exactamente contrario a la idea de Karl Popper de que la ciencia es un proceso que depende de los continuos intentos de falsificar la sabiduría convencional. Hemos llegado a un punto en el que se cuestiona que el conocimiento científico sea provisional y se sacralizan ciertos consensos aparentes.
–¿Cómo lleváis a cabo estos debates honestos y plurales?
–Hay tres elementos clave: uno, invitar a personas que son capaces de hablar de forma abierta y sin miedo y de escuchar al otro, es decir, que son capaces de mantener conversaciones sinceras; dos, tener impulsos de intelectuales que inspiran y dan puntos de vista que no están presentes en los medios de comunicación y en el debate político, y tres: moderar las conversaciones de tal manera que creamos conciencia sobre nuestros propios sesgos cognitivos y desarrollemos la capacidad de ver los problemas desde múltiples perspectivas.
Hacemos hincapié en los procesos psicológicos que pueden ayudarnos a alejarnos de nuestros marcos ideológicos y cuestionamos nuestras ideas preconcebidas para abrir nuevas perspectivas
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