La España de los centenarios | Candelaria Josefina Santalla Campos: una vida llena de tesón y ganas de salir adelante siempre

La España de los centenarios | Candelaria Josefina Santalla Campos

Una vida llena de tesón y ganas de salir adelante siempre

Más conocida como Fina entre los vecinos de Posada de Llanera (Asturias), cumplió 100 años el pasado mes de febrero, pero si no fuese por lo conocida que se hizo tras alcanzar el siglo de vida, nadie diría que tiene esta edad

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Josefina Santalla vive desde hace más de seis décadas en Posada de Llanera, lugar en el que ha formado una familia.

Josefina Santalla vive desde hace más de seis décadas en Posada de Llanera, lugar en el que ha formado una familia. / LNE

Candelaria Josefina Santalla Campos, más conocida como Fina entre los vecinos de Posada de Llanera (Asturias), cumplió 100 años el pasado mes de febrero, pero si no fuese por lo conocida que se hizo tras alcanzar el siglo de vida, nadie diría que tiene esta edad. Goza de un gran estado de salud, apenas toma pastillas y se encuentra en plenas condiciones, situación que le permite incluso poder vivir de forma independiente y ser totalmente autosuficiente. Dice Josefina cuando se le pregunta que jamás pensó que alcanzaría esta edad, y que tampoco puede compartirnos su secreto porque, simple y llanamente, no lo tiene. “Quizás es que nunca he bebido ni alcohol ni café”, bromea. Su hija, María del Mar Pérez, secunda las palabras de su madre. “No toma pastillas, come de todo y solo necesita ayudarse del bastón para caminar. Casi está mejor que yo”, asegura con orgullo.

Josefina Santalla vive desde hace más de seis décadas en Posada de Llanera, lugar en el que ha formado una familia y ha echado raíces. Pero es originaria de Moeche, un pueblo de Ferrol (La Coruña). A pesar de estar muy agradecida de lo bien que los vecinos de Llanera la acogieron desde el principio, sigue respondiendo claramente que ella “es gallega de corazón”, porque las raíces no se olvidan. Aquellos años en los que compartía vida con su madre y sus hermanas mayores, ya que su padre falleció cuando ella era muy pequeña, quedan lejos, pero los recuerda con total nitidez. “Mi padre iba a trabajar a Cuba y no tengo muchos recuerdos suyos, pero gracias a su esfuerzo no nos faltaba de nada. Teníamos una casa preciosa y todo lo necesario, aunque con los años terminó por perderse todo”, cuenta con cierta tristeza. Sin embargo, con el paso del tiempo y el esfuerzo tanto de ella como de su marido, Manuel Pérez, consiguieron hacerse con su sitio en Posada.

"Nunca había trabajado en el campo y aprendí a sembrar, a cuidar animales, a la matanza", cuenta Josefina

Terminaron en Asturias después de que Manuel decidiese probar suerte en la región, ya que varios familiares le hablaron bien de las oportunidades de trabajo que estaban surgiendo. Apenas una semana después, Josefina no lo dudó y se trasladó a Llanera junto con su marido. Por aquel entonces tenía 30 años, trabajaba en Ferrol en un restaurante con su hermana y había perdido a un hijo de apenas nueve meses debido a la meningitis. Pero su fuerza y tesón y sus ganas de salir adelante hicieron que aprovechase todas las oportunidades que le surgieron. “Nunca había trabajado en el campo y aprendí a sembrar, a cuidar animales, a la matanza. También trabajé en una panadería, y como cocinera en la escuela, lo que fuese necesario. Aprendí también a bordar y a coser… Las camisas de los hombres no, pero los pantalones sí, pero porque los ponía yo”, explica.

No olvida a todos los vecinos que les ayudaron, tanto a ella como a su marido, cuando eran unos recién llegados. “La gente siempre se portó muy bien con nosotros, pero especialmente María Luisa y Manolo, que nos ayudaron con todo. Para mí fueron como padres”, cuenta Josefina con emoción. Porque recuerda que los inicios fueron duros. “Muchas veces pasé sin cenar, pero poco a poco el tiempo nos compensó. Mi marido y yo construimos una casa, a pocos metros de aquí, donde ahora vive mi hija María del Mar. Como tampoco teníamos muchos recursos, yo misma me puse los pantalones para hacer de ‘pinche’ en la obra, y no me los quité más”, cuenta.

Candelaria Josefina Santalla Campos.

Candelaria Josefina Santalla Campos. / LNE

Tras muchos años de duro trabajo y enviudar joven, debido a que su esposo falleció a los 64 años, Candelaria Josefina se jubiló con 65 años de la cocina de la escuela. En su tiempo libre continuó fomentando sus aficiones, como la lectura, y aprovechó también para conocer mundo. “Viajé mucho. En la época en la que se iba a comprar a Portugal, fui muchas veces, aunque no es que me gustase especialmente. Prefiero Benidorm. Conocí también Ibiza, Palma de Mallorca…y fui a muchas excursiones con la iglesia”, recuerda Josefina. Aunque reconoce que no hubiera cambiado ninguno de estos destinos por Asturias. “El único sitio al que me mudaría ahora sería Cayés. Tienen unas vistas preciosas desde allí” bromea.

Ahora, Candelaria Josefina come cada día con su hija, que vive en la casa familiar a apenas unos metros de distancia, pero vive tranquila en su casita de madera con un bonito y soleado porche acristalado lleno de fotos y recuerdos, rodeada de flores, al lado de la huerta. Una vivienda que decidió construir habiendo pasado los 90 años para “independizarse”. “Me lleva dos horas regar, pero no tengo prisa, y como lo hago yo no lo hace nadie”, reconoce entre risas. Como ella misma indica, no sabe cuánto tiempo más le quedará de vida, pero lo que si tiene claro es que su pequeño refugio, es el lugar perfecto para terminar una historia, ya de más de un siglo de vida, llena de historias apasionantes.