El erotismo de los trópicos de Cáncer y de Capricornio
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El erotismo de los trópicos de Cáncer y de Capricornio


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«Una vez que has entregado el alma, lo demás sigue con absoluta certeza, incluso en pleno caos. Desde el principio nunca hubo otra cosa que el caos: era un fluido que me envolvía, que aspiraba por las branquias»

Trópico de Capricornio

Trópico de Cáncer, 1934, Trópico de Capricornio, 1938, Henry Miller

Aunque son novelas independientes, conforman un todo, como el propio planeta.

En el trópico de Cáncer vive la mitad norte del planeta, simbólicamente el consciente colectivo, y en el de Capricornio, la mitad sur, el subconsciente colectivo. En la primera novela, Miller, como muchos de los escritores de los años de la década de 1930, se centra en los acontecimientos sociopolíticos de entreguerras en una Europa dolida y eufórica, libre, hedonista y desenfadada, parte por un mundo cuya superficie está dividida en dos mitades que parecen estar en perpetua crisis. En la segunda, se retrotrajo a los años de 1920 neoyorquinos para volver al otro lado del océano a demostrarlos que, desde que el mundo es mundo, repetimos lo mismo con fruición. En esta segunda novela, Trópico de Capricornio, el protagonista vive en Nueva York, diez años antes de irse a la Europa del Trópico de Cáncer, en una especie de precuela intensa donde el autor monologa constantemente en antros llenos de humo donde se escucha el mejor jazz, entre mujeres disfrutonas con peinados bob y vestidos de flecos que dejan ver bastante a la imaginación. Si Trópico de Capricornio es más onanista en el descubrimiento de los placeres, de los miles de orgasmos vacíos a los que intenta agarrarse cual cordón umbilical, la apoteosis ya había llegado con Trópico de Cáncer y la vida entre cloacas y orgías en el París desbocado y bohemio de entreguerras que tanto atraía a los intelectuales norteamericanos.

Parece como si la finalidad fuera acallar el ego, y, por supuesto de épater le bourgois, pero hay un regusto agrio entre líneas, como de sabanas sudadas tras una enorme fiesta de alcohol, estupefacientes y fluidos, que traspasa las líneas del libro y se te mete en la piel, empapándote con sílabas como efluvios e imágenes palpables y palpitantes, haciéndote parte del libro, partiéndote en dos mitades, dando vueltas entre los trópicos, que es lo que la palabra significa.

Para ello se sirve de un estilo narrativo complejo y apabullante, conocido como flujo de conciencia, en el que las ideas y reflexiones salen a borbotones de la mente del escritor y se plasman en las páginas de estos libros de ficción autobiográfica y sensual. Aquí todo parece ser «auto»: autocrítico, autoliterario, autobiográfico y autocomplaciente. En todos los sentidos.

Henry Miller es un iconoclasta incómodo que logró escribir dos de las mejores novelas norteamericanas del s. XX. Precursor de lo que después se conocería como ‘realismo sucio’ («Mientras más cultiva el hombre las artes, menos se empalma»), se recrea, refocila y revuelca en ambientes de sexo y violencia con la misma crudeza con la que coexisten en la vida real. Así que lo siento por los detractores de la internet y los videojuegos: ya estaba todo inventado.

Licenciada en Filología Hispánica (1984-89) y en Filología Alemana (2001-04) por la universidad de Salamanca, con diplomaturas en italiano y portugués. Vivió 10 años en Alemania, donde dio clases en la VHS (universidad popular) de Gütersloh, Renania del Norte-Westfalia, desde 1993 a 2000.

Posteriormente, ya en España, decide dedicarse a la traducción y corrección de libros y textos de diversa índole, labor que sigue ocupando a día de hoy.

Es miembro de la AEPE (Asociación Europea de Profesores de Español), de ASETRAD (Asociación Española de Traductores e Intérpretes) y otras entidades relacionadas con la traducción.

Asimismo, colabora como traductora honoraria para diversas ONG.