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Cómo acompañar a los hijos que carecen de una vocación definida

Ante un mercado laboral en constante evolución y una oferta educativa apabullante, la orientación académica redobla su importancia

Extra Formación 12/05/24
Letizia Le Fur (GETTY IMAGES)

Se acerca el final del curso académico, las pruebas de la EBAU asoman ya a la vuelta de la esquina, y muchas madres y padres empiezan a mostrar signos de preocupación porque sus hijos aún no saben por dónde seguir sus estudios. La situación, según datos de una encuesta realizada por la consultora Círculo Formación al término del Salón de Orientación Universitaria Unitour de 2023, parece generalizada: cuatro de cada cinco alumnos de segundo de bachillerato no tiene claro qué camino seguir tras la EBAU. Concretamente, un 38% baraja tres posibles titulaciones; el 31% duda entre dos de ellas, y el 10% de los estudiantes no tienen una idea clara de lo que quiere cursar al finalizar dicha etapa educativa.

“En las enseñanzas de bachillerato es habitual esta indecisión, pero es que la decisión debería haberse tomado antes. Es decir, cuando un alumno al terminar 4º de la ESO decide estudiar bachillerato, la pregunta que debe hacerse es: ¿voy a estudiar bachillerato para qué? No hay que cursar estas enseñanzas por inercia. Después de 4º de la ESO no viene necesariamente primero de bachillerato”, sostiene Ana Cobos, presidenta de la Confederación de Organizaciones de Psicopedagogía y Orientación de España (COPOE). Para Cobos, a este hecho se le une otra circunstancia: los jóvenes se enfrentan hoy en día a una gran incertidumbre, a una oferta formativa inabarcable y a un mundo en constante transformación. “La sensación que tienen nuestros jóvenes es que el mundo es muy volátil, que todo cambia muy rápido, de modo que carecen del sosiego necesario para pensar con tranquilidad en un proyecto de vida y hacer un ejercicio de diseño y planificación”, argumenta.

“Siempre digo que estamos en el momento de la historia en el que es más difícil elegir estudio”, coincide Elena Ibáñez, fundadora de Singularity Experts, empresa experta en orientación profesional. En España, según datos del Ministerio de Universidades, se ofertan más de 4.000 grados y dobles grados universitarios y casi 600 títulos de Formación Profesional. “Es tal la oferta que casi se hace necesaria la figura de un sherpa, alguien que te vaya guiando entre toda esa vorágine de títulos”, sostiene la autora de ¿Tu hijo aún no sabe qué estudiar? (Larousse).

Una locura a la que se suma el hecho de que muchos de los trabajos que serán necesarios en un futuro más o menos lejano todavía no existen o no son conocidos. “Nosotros tenemos un mapeo de 3.000 empleos que ya existen, con mucha demanda profesional y poca oferta, lo que pasa es que no se conocen. Muchas veces ni siquiera por los orientadores, que no siempre tienen el tiempo para actualizarse en toda esa locura ni tampoco pueden guiar de la mejor manera a los chavales”, afirma Ibáñez, que denuncia que la orientación profesional es “la gran olvidada” en España. “Si Finlandia tiene una ratio de un orientador para cada 250 estudiantes, que es la ratio que recomienda la Unesco, en España estamos en torno a los 800 estudiantes por orientador. Así es difícil hacer realidad el derecho de la población a una orientación profesional de calidad”, redunda en la demanda Ana Cobos.

El papel de los progenitores

En este contexto de incertidumbre, volatilidad y falta de medios, ¿qué pueden hacer los padres para acompañar a esos hijos que no tienen una vocación definida? “Siempre digo que lo primero que tenemos que hacer como padres es conocer a nuestros hijos, interpretar lo que les gusta, ver a qué dedican su tiempo. Son solo unos pocos afortunados los que realmente sienten una vocación, pero todos tenemos intereses profesionales. El reto hoy en día, para los padres y los orientadores, pasa por decodificar esos intereses y enfocarlos hacia profesiones con futuro”, apunta Elena Ibáñez.

La experta en orientación lamenta que hoy en día muchos progenitores sigan pensando que las únicas salidas pasan por estudiar Ingeniería Industrial, Derecho o Economía; o que actúen más como directores de Recursos Humanos que como orientadores de sus hijos: “Lo que hace un director de Recursos Humanos es ver quién es la persona que mejor encaja en un puesto. Un orientador, sin embargo, hace lo contrario: pone al chico en el centro, evalúa sus potencialidades y piensa hacia dónde guiarlo”.

Mejor sin presiones

Para Alba Medina, orientadora educativa de la Universitat Rovira I Virgili de Tarragona, es fundamental que los padres acompañen a sus hijos e hijas en la toma de decisión “entendiendo la dificultad” que puede suponer la misma, sin forzarles ni presionarles —”nunca es una buena estrategia, porque normalmente la presión logra el efecto contrario al pretendido”, advierte—, y sin compararlos con otros jóvenes de su entorno. “Cada persona vive y gestiona ese momento de forma distinta”, añade Medina.

Ibáñez, de Singularity Experts, recomienda por último a madres y padres no condicionar las decisiones de sus hijos con mitos como que las carreras artísticas o de Humanidades no tienen futuro ante la eclosión de la tecnología. “Estos mitos se trasladan porque no se conoce el gran potencial de muchas profesiones que están apareciendo como, por ejemplo, la de lingüista computacional, que no puede ser una profesión más de Humanidades y que, sin embargo, tiene muchísimo futuro”, concluye.

El estigma del miedo al error

Según datos del Sistema Integrado de Información Universitaria (SIIU), el 33,2% de los estudiantes de nuevo ingreso en el curso 2015-2016 abandonaron el grado en el que se habían matriculado, el 12,4% de ellos para emprender estudios en otro grado. 
Aunque estos datos ponen de manifiesto la necesidad de una mayor inversión en orientación profesional para reducir las tasas de abandono, las expertas consultadas coinciden en la importancia de quitar el estigma al error en la decisión. “Equivocarse no es un fracaso, forma parte del aprendizaje de la persona y siempre habrá tiempo para rectificar”, apunta Alba Medina. Una opinión que comparte Ana Cobos, que considera que cuando una persona empieza una carrera y se da cuenta de que no es la que quiere estudiar “está aprendiendo mucho sobre sí misma y sobre su proyecto de futuro”. 

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