Nota inicial del editor: Publicamos esta crítica con la autorización de su autor, que la ha escrito para el diario Abc, en el que trabaja desde hace más de 7 lustros.
El director mexicano Alejandro Monteverde tiene una mirada diferente al mundo y con ella hace un cine lleno de elegancia pero también de ‘señales’ que alteran la digestión hervíbora de la cultura ‘woke’. Su película anterior, ‘Sound of Freedom’, un éxito de público mundial y un dolor de cabeza para la línea editorial de la actualidad, denunciaba el robo, abuso y tráfico de niños controlado por las ‘élites’, y desde un punto de vista cristiano; ahora, en ‘Una mujer italiana’, hace una defensa audaz de la personalidad y entrega de Francisca Cabrini, beatificada en 1938 y canonizada en 1946 por su vida dedicada a los pobres y su labor misionera por todo el mundo.
Monteverde construye un auténtico ‘biopic’, y narra las primeras peripecias de la madre Cabrini y sus hermanas misioneras, que llegaron a Nueva York a finales del siglo XIX a atender a los miles de inmigrantes italianos que vivían allí peor que las ratas (frase usada por el New York Times) y en una pobreza extrema. El envoltorio de la película, su ambientación, sus luces y tonalidades, son fantásticos, con la reconstrucción de unas zonas de la ciudad que recuerdan a la idea que plasmó Scorsese en ‘Gangs of New York’, y que describen con enorme entusiasmo el tesón, la potencia y los sacrificios de esta mujer por levantar allí la dignidad y el bienestar de huérfanos y desatendidos en guetos inmundos.