En una isla llamada Dragonera (no la real, en las Baleares, sino una imaginaria, en medio del Atl�ntico, donde todas las calles, plazas y parques tienen nombre de poeta), languidece en 1979 un grupo de cuatro personas que est�n a medias entre el funcionario aficionado a las siestas y el esp�a con adicciones, y que, en el escalaf�n de lo c�mico, s�lo andan un par de pelda�os por debajo de los detectives de los Tres enigmas para la Organizaci�n, de Eduardo Mendoza, con los que comenzamos 2024.
Cualquier cosa peque�a
Tusquets. 336 p�ginas. 20,50 � Ebook: 9,99 �
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En ese enclave supuestamente estrat�gico, que no se sabe bien si es multinacional, independiente o directamente ap�trida, asesinan de dos disparos a un candidato a la presidencia con muchas cosas que ocultar, y ese "magnicidio preventivo" activa no s�lo la consiguiente investigaci�n, sino una especie de "protocolo narrativo" en el que Rafael Reig (Cangas de On�s, 1963) se siente muy a gusto, aunque llevaba algunas novelas sin recurrir a �l.
Mucho m�s que pura trama
Son, digamos, unas aguas territoriales s�lo suyas (pero que recuerdan a veces a Rafael Chirbes, a Marta Sanz o a Esther Garc�a Llovet cuando se esfuerza un poco, la de la buena Spanish Beauty y no la de las calamitosas Gordo de feria o Los guapos) en las que gusta de husmear en rincones corrompidos, c�nicos o desesperados, donde la pereza alcoholizada de perfil bajo se topa de repente con el mal casi en estado puro, con una ambici�n criminal de dimensiones y alcances francamente abrumadores para un equipo tan desentrenado como el que dirige el casi jubilado militar Gin�s Loyola.
Pero, como siempre en Reig, el argumento general (que, tras la autobiogr�fica Amor intempestivo y la melanc�lica El r�o de cenizas, ambas excelentes) queda sometido al puro placer de contar, a las digresiones sobre toda suerte de temas, graves o leves, al retrato de curiosos personajes secundarios o a la cr�nica de situaciones privadas (quiero decir sexuales) que tienen algo de chismorreo goloso y mucho de trascendencia disimulada.
En cuanto a los personajes principales, y como suele suceder en las grandes novelas policiacas, reflexionan mucho m�s sobre la vida, en general, que sobre el caso que de repente les ocupa, alterando las rutinas y las inercias. Eso vale tanto para "los buenos" como para "el malo", el g�lido asesino a sueldo Peter Doyle, a quien tambi�n seguimos en sus movimientos y cuya diab�lica alma (e incluso su corazoncito) llegamos a vislumbrar entre estrangulamientos y tiroteos.
Una literatura casi feliz
Y tambi�n reconocemos aqu�, por descontado, la mirada y la personalidad de Reig, alguien que parece desenga�ado y aun escarmentado ya, pero en absoluto descontento. Es un hombre que puede que est� de vuelta de todo, pero lo cierto es que vuelve con una sonrisa, y eso se agradece mucho, sobre todo porque se percibe en el buen humor de sus novelas, que tienen algo claramente melanc�lico y oto�al, pero tambi�n un gran punto vitalista, agradecido, casi feliz, lo cual se nota en muchos detalles del texto, desde los que afectan al paisaje isle�o de Dragonera como los que tiene que ver con el comienzo de un enamoramiento: "Se besaron hasta que se termin� el vino".
Cualquier cosa peque�a (t�tulo que procede de un poema de Claudio Rodr�guez) se incorpora, pues, a esa l�nea m�s o menos detectivesca de la narrativa de Reig, y lo hace a conciencia, es decir, con calma, con naturalidad, cuando tocaba o, mejor, cuando apetec�a: "Pase lo que pase, siempre encontramos una soluci�n, incluso sin buscarla, lo que ya deber�a habernos hecho sospechar de nuestras soluciones, que se limitan a sustituir un problema por otro, no pocas veces de mayor tama�o".