Ciudad Delicias.— Quién lo dijera... el viejito, acusado por las maledicencias de haber asesinado a su amigo y de haberlo enterrado encima de un riquísimo entierro de dinero, cayó muerto a manos de un bandido y matón que se quedó con todo, hasta con la casa.

Esta historia que te estoy remitiendo desde Delicias, tiene mucha tradición y, según el relator original, es fuente de una leyenda muy mentada en Aguascalientes. Te has de acordar de don Rosendo, un señor de mi barrio, de los días tiernos de mi infancia lejana, al que le decíamos “El Zacatecano”. Este viejo era muy dado a contarnos cuentos de su natal Durango, pero se sabía muchas historias que se había aprendido en Jerez, en Zacatecas, e incluso en Aguascalientes y en toda esa región que recorrió él en su juventud en su carreta de buhonero.

Aquí va, pues. Ésta es la leyenda de don Narciso Aguilar, quien fue un hombre muy rico que vivió en Guadalajara con su familia. De él se decía que tenía fabulosos negocios a los que les dedicaba la mayor parte de su tiempo. Cuentan que un día, su mujer se sintió muy sola y sin su marido que nunca estaba y quien no la atendía. Que entonces decidió tener un amigo para hacer menos su soledad. Don Narciso se enteró del engaño de su mujer, y en lugar de lavar con sangre su “honor”, como se estilaba entonces, decidió que era mejor alejarse de Guadalajara para siempre. Buscó el rico un nuevo lugar donde asentarse y, como sabía que Aguascalientes era un lugar tranquilo, allá se fue. Eligió esa villa para pasar los últimos años de su vida, y olvidar la traición de su mujer.

Don Narciso Aguilar tenía un amigo de la infancia, Cirilo Castañeda, un hombre bondadoso que por muchos años había trabajado con él y quien era la única persona de todas sus confianzas. Los dos llegaron a esa Villa de Nuestra Señora de la Asunción de las Aguas Calientes, como se nombraba entonces la capital del estado. Encontraron los amigos un callejón, que consideraron apropiado para lo que querían, y sin más, compraron varias casitas casi en ruinas sobre las que don Narciso comenzó a construir su residencia, la única casa en el callejón que después se llamó Del Tesoro.

Mientras construía la casa que llevó el número 13, don Narciso hacía constantes viajes a Guadalajara para ir trasladando poco a poco su cuantioso tesoro, que eran varias talegas de oro, cosa que hacía a medianoche para evitar sospechas. Se cuenta que, vestido de arriero y a lomo de mula, trasladaron el dinero y lo guardaron en la cocina de la casa que estaba junto al brocal del pozo frente a la puerta de la calle.

La gente comenzó a hablar de dos viejitos ricos que vivían en el "Callejón del Tesoro", como le puso el vulgo. Un día desapareció don Cirilo, y se rumoró que Narciso lo había asesinado para convertirlo en un guardián fantasma del entierro de riquezas fabulosas que, dijeron, estaba en el patio.

Esta versión llegó a oídos del famoso Juan Chávez, uno de los más grandes ladrones que ha habido en Aguascalientes, quien una noche irrumpió en el domicilio de Don Narciso. Cuentan que, por asustarlo para que le dijera en dónde estaba el dinero, se le pasó la mano y lo mató. Y se dijo también que el dinero que por muchos años estuvo escondido en la casa, pasó a manos de Juan Chávez. A la gente se le olvidó el incidente con los años, pero el nombre del "Callejón del Tesoro", todavía existe en la Ciudad de Aguascalientes.