"Días perfectos", de Wim Wenders: lo importante es lo accesorio
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      “Días perfectos”, de Wim Wenders: lo importante es lo accesorio

      • Retrata la vida de Hirayama, un hombre que limpia los impecables baños públicos en Tokio.
      • Una reflexión sobre la felicidad en la sencillez.

      "Días perfectos", de Wim Wenders: lo importante es lo accesorio"Días perfectos", de Wim Wenders.

      Hay películas que llegan con un halo. Dos meses atrás, para su estreno en salas, se hablaba de Días perfectos (Perfect Days, nominada al Oscar a Mejor Película Internacional) como un largometraje que hacía honor a su nombre; como la mejor película de Wim Wenders en décadas. Algunos incluso la declararon una obra maestra. Una cosa es cierta: Wenders reemplazó el trance de sus viejas road movies por el de un operario del servicio de limpieza pública en Tokio, mostrándolo día tras día salir de su casa a trabajar, y luego en sus cotidianos rituales, en un prosaico pero hipnótico Día de la marmota.

      Otra cosa es cierta: Wenders volvió al rock. No es la primera vez que el realizador alemán toma el título de una canción para su película. La primera, y hasta hace poco la única, fue para su ópera prima Summer In The City, de 1970: un cuasi documental que tomó prestado el nombre de un hit de The Lovin’ Spoonful. Perfect Days, en cambio, ajusta un plural sobre la balada homónima de Lou Reed. Es un ajuste ingenioso: nos aclimata para un film donde la felicidad pasa por carriles diferentes a lo habitual. Porque Días perfectos, que puede verse en la plataforma Mubi, es la historia de un hombre analógico en la era digital; a contrapelo, pero en exquisito contraste.

      Con su interpretación de Hirayama, Koji Yakusho ganó el premio a Mejor Actor en el Festival de Cannes 2023. Con su interpretación de Hirayama, Koji Yakusho ganó el premio a Mejor Actor en el Festival de Cannes 2023.

      Hirayama (Koji Yakusho, ganador del premio a Mejor Actor en el Festival de Cannes 2023) es un samurái de la rutina. Cada movimiento que hace requiere cierta dosis de amor, incluso en cosas triviales como colgar su ropa de trabajo o guardar los útiles cotidianos. En su deambular, se sorprende ante cada cosa que encuentra, como alguien liberado tras años de aislamiento. Como el propio Wenders ante la sorpresa de que puede volver a hacer buen cine.

      Hirayama se despierta y, tras levantarse de la exigua colchoneta, recorta su bigote chaplinesco y rocía las plantas de su herbolario, en un departamento sacralizado por el feng shui de lo mínimo, donde sólo cabe lo esencial. Al salir, mira hacia arriba y sonríe al cielo, como agradecido de que siga ahí. Toma una lata de café del surtidor y sube a su camioneta; luego, selecciona algún casete de Van Morrison, The Animals, o cualquier otro intérprete “vintage” que ilumine la mañana en su camino.

      Wim Wenders habita en los detalles.Wim Wenders habita en los detalles.

      Al llegar a un baño público de la ciudad (baños preciosos y tecnológicos, de los que la película es un camuflado documental), saca sus aparejos y comienza su labor. En un lugar esencialmente impúdico, Hirayama es pulcro y delicado; usa espejitos de maquillaje para auscultar el dorso de los sanitarios; pliega en dobleces la cola de los rollos de papel. Entre un baño y otro, cualquier emergencia esperable lo pausa.

      Todo en su vida es comunitario. Al terminar por la tarde, toma una bicicleta y viaja a los baños compartidos. Y ya limpio, antes de que caiga la noche, ata su bicicleta para descender a los comedores subterráneos del metro, donde mantiene una cena frugal.

      Todo su mundo es comunitario, menos él. Su vida es callada, solitaria y menesterosa, pero feliz. O al menos eso aparenta. Hirayama disfruta de los demás, de su compañero joven e incumplidor, de la afabilidad de los comensales. Disfruta sin interferir, como nosotros disfrutamos de él viendo la película.

      Mientras almuerza en el parque, toma fotos de su árbol favorito (en una cámara de rollos, lógicamente), y desentierra, con sus manos en un delicado ballet, una planta huérfana para asegurarle un mejor futuro en su casa. Su vida está llena de pequeños momentos que él amplifica, como archivos que guardan misterios. (Curiosamente, su tarea más tortuosa ocurre al momento de relax, por la noche, cuando se recuesta en el suelo de la colchoneta para leer, sin ningún respaldo, nada menos que Las palmeras salvajes, de Faulkner).

      "Días perfectos" es la historia de un hombre analógico en la era digital. "Días perfectos" es la historia de un hombre analógico en la era digital.

      Wenders habita en los detalles, y en un gracioso cameo en una disquería. Al estilo de su viejas road movies, muchas interacciones son inconsecuentes, tiñen la historia de un dulce devenir. Cuando aparece cierto background de Hirayama, el “cómo llegamos aquí”, pronto queda sepultado por esos mínimos gestos.

      Wenders revierte la lógica habitual; lo importante es lo accesorio. ¿Es Perfect Days una obra maestra? Quizás no, pero es un film entrañable, con un actor inmenso, cuyos últimos minutos de expresiones, sin habla, dicen todo lo que el film obliteró. Huelgan las palabras.

      PC


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      Jorge Luis Fernández

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