Veinte años de un cuento - Levante-EMV

Reyes de España

Veinte años de un cuento

El 22 de mayo se cumplen veinte años del enlace entre los actuales reyes de España

La Boda Real del Príncipe Felipe y Letizia Ortiz

La Boda Real del Príncipe Felipe y Letizia Ortiz / EP

Patrycia Centeno

El próximo miércoles se cumple el vigésimo aniversario de boda de los actuales reyes de España. Para conmemorar la fecha, hace unos días una periodista me pidió analizar la pedida de mano. Al volver a ver parte del vídeo (no encontré el documento completo), me pregunté qué diferente hubiera sido todo aquello con redes sociales de por medio. Y como la boda de los entonces príncipes la seguí a trompicones —por culpa de una preciosa bebé de sólo cuatro meses que reclamaba mi atención como canguro en ausencia de su madre—; me he decidido a revisionarla de nuevo. Si bien algunos momentos, estilismos y gestos fueron muy comentados en su día; otros pasaron más desapercibidos y con el paso del tiempo casi que se cuentan solos…

Rania y Ágatha

Más allá del vestido de la novia (diseñado por Manuel Pertegaz), lo más comentado a nivel estilístico y que sigue siendo un look reverenciado veinte años después fue el que vistió Rania de Jordania ataviada con una blusa de seda blanca arremangada y una falda larga de tul malva con encaje por encima de Givenchy Alta Costura. Y aunque causó igual impacto y muchas críticas (y risas), pocos recuerdan ya el modelito republicano que se diseñó Ágatha Ruiz de la Prada (entonces esposa del periodista Pedro J. Ramírez) para el enlace.

Felipe sudando

Como cualquier novio, el príncipe aguardaba nervioso a su prometida. Desde el altar no paraba de vigilar la puerta, morderse los labios y balancearse. Ya en la ceremonia, se enjuagó con un pañuelo el sudor de su frente y se quedó en blanco al entregarle a su esposa las arras. Letizia se rió, pero sin sorna (no soltó un suspiro ni una mirada de desaprobación como hace ahora cuando su marido se tropieza en algún discurso). Ya en las fotos de familia, Felipe cedía su brazo a su recién esposa pero sin soltarse de la mano de su madre. Quién le iba a decir entonces que algún día le acabarían haciendo elegir entre las dos…

Letizia emocionada

Al compartir sus votos, miró fijamente a los ojos a Felipe (sinceridad). Es cierto que bajó la mirada en la parte que habla de “en la enfermedad y la adversidad”, pero no se la puede acusar, pasado el tiempo, de no haber aguantado los contratiempos de su familia política (y no han sido pocos)… Letizia se agarraba al príncipe con las dos manos (cuando alguien te gusta tanto que no te basta con una sola mano) y Felipe acariciaba a su chica cuando intuía que podía emocionarse. Y aunque la ovetense soltó alguna lagrimita durante la ceremonia, imposible no llorar cuando, ya convertida en princesa de Asturias, te recibe una banda de gaitas entonando el Patria querida (si es que no hay otro himno más bello y menos bélico).

La nuera del rey

Sorprende volver a contemplar a Letizia con su nariz y barbilla original, santiguándose y hasta sonriendo a sus cuñadas y suegros. Incluso, se la observa aprovechando cualquier momento (saludo en el balcón, toma de fotografías) para intentar entablar conversación con Don Juan Carlos. El rey no es que esté muy receptivo a las atenciones de su nuera (serio, contesta con monosílabos). Entonces se rumoreaba que el monarca se había opuesto al matrimonio de su hijo con una periodista divorciada pero con el tiempo, otros muchos factores acabaron erosionando la relación. Cuando saludan en el balcón, Felipe le pega un tirón del brazo a Letizia para que deje de hablar con su padre. Un gesto que hoy se habría analizado y mucho…

Froilán y Vic

Entre los pajes, los sobrinos del príncipe Felipe. Algunos encontraron “gracioso” y “cosas de niños” que las cámaras cazaran al nieto mayor de los reyes dándole una patada a una de las pajes. Uno de sus primos, Urdangarín, quiso emular el gesto de Froilán. Pero antes de perpetrar el ataque, los realizadores cambiaron de plano. Por su parte, su hermana, Victoria Federica, apareció en palacio sosteniendo entre su boca y nariz un calcetín granate. Eran muy pequeños (6 y 4 años), pero no se puede negar que aquellos críos ya apuntaban maneras. Veinte años de un cuento.

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