Guerra y genocidio en Palestina: colonialismo y resistencias en tensión

Guerra y genocidio en Palestina: colonialismo y resistencias en tensión

14May24 0 Por Zulema González, Pablo Goodbar, Silvio Schachter y Sergio Zeta

Introducción al dossier

Este dossier sobre Palestina que estamos presentando  (como parte del trabajo conjunto de los portales ContrahegemoníaWeb, Tramas y Herramienta) mantiene una línea de continuidad con aquel que publicamos en 2021, justamente para el aniversario de la Nakba. En aquel momento denunciábamos las agresiones que estaba sufriendo la población palestina a manos de la ocupación israelí, situación que se ha mantenido a lo largo de todo el proceso del proyecto colonial sionista, que comenzó a fines del siglo XIX y que ha ido adquiriendo características particulares según las diferentes etapas por las que atravesó.

Este dossier recibe la colaboración tanto de activistas como de intelectuales que, desde sus reflexiones, miradas diversas y saberes particulares aportan a un análisis necesario para comprender los acontecimientos en curso, y para ampliar la solidaridad con la causa del pueblo palestino.

El actual genocidio tiene, como uno de sus pilares, evitar por todos los medios que se informe sobre lo que está ocurriendo. El asesinato de 141 periodistas en Gaza es una prueba evidente de este objetivo. La falsa acusación tildando de “antisemita” toda crítica al sionismo viene a completar el encubrimiento de estos crímenes. Asumir la necesidad de aportar en todo lo que podamos a informar y analizar lo que sucede en esas tierras – y su incidencia en nuestra región latinoamericana – se nos convierte en un deber ético y político.

Llamamos a detener ya el genocidio en Gaza, como reclaman miles y miles de manifestantes en todo el mundo, un amplio movimiento estudiantil que comenzó en las universidades estadounidenses y se extiende a distintos países, y numerosos gobiernos. El pedido urgente de detener este genocidio ha llegado inclusive a la Corte Penal Internacional, a partir de la iniciativa de Sudáfrica, un país históricamente víctima de la política del apartheid colonialista.

Queremos remarcar también que este dossier se escribe en momentos en que el gobierno de Milei brinda apoyo completo al genocidio, como parte del alineamiento incondicional con Israel y su socio permanente Estados Unidos. Los vínculos entre el proyecto colonial sionista y el Estado argentino no son nuevos, y se intensificaron desde la dictadura militar, pasando por distintos gobiernos peronistas y el macrismo. Pero el nivel de sumisión actual no tiene precedentes, y sólo augura para nuestros territorios más represión, criminalización de las protestas sociales y saqueo de nuestros bienes comunes.

La Nakba es un presente continuo en la vida del pueblo palestino, un asedio que lleva más de 76 años, que lejos de detenerse, se va profundizando y que sólo acabará con el fin de la ocupación. Si bien la Nakba tiene su punto de inflexión más grande en 1948, cuando se configura el Estado de Israel, es un proceso que comenzó a fines del siglo XIX con el surgimiento del movimiento sionista y la llegada de las sucesivas oleadas de colonos, que tenían como objetivo la apropiación de tierras palestinas con una estrategia de continuidad territorial que incluía (e incluye)  el desplazamiento, el desarraigo, la expulsión de las comunidades originarias.

Esta política de colonialismo de asentamiento no podría haberse desarrollado sin el apoyo de los Estados imperialistas del momento, especialmente de Gran Bretaña que allanará el camino para la concreción de un estado exclusivamente judío, tal como surge del compromiso que expresara Balfour en su declaración de 1917.

Por otro lado, el pueblo palestino, que venía de una convivencia armónica de siglos entre musulmanes, cristianos y judíos, percibe el peligro del carácter segregacionista de estos asentamientos y comienza a plantear diferentes formas de resistencia, que van desde manifestaciones, protestas, artículos de prensa en periódicos importantes de esa época (como Al Karmi o Filastin), huelgas, pedidos de boicot, y reclamos a las autoridades (otomanas primero y británicas después). Es una clara evidencia de que no se trataba de un “territorio sin pueblo”.

Las mujeres palestinas tuvieron un protagonismo importante. En 1920, un grupo de ellas rechazan la Declaración Balfour a través de una carta a la autoridad británica de la región norte de Palestina; participan en fuertes manifestaciones y reclamos en Yafa, forman comités, organizan reuniones, recaudan fondos para acciones de reivindicación y crean en 1921 la Unión de Mujeres Palestinas en Jerusalén y la Sociedad de Mujeres árabes en Nablus, como algunas de las acciones que dan cuenta de la reacción de una sociedad entera.

Desde 1921 se suceden una serie de revueltas que culminarán en la Gran Revolución Palestina de 1936-1939 con una huelga desde abril a octubre de 1936, la más larga que conoce la historia nacional, que paralizará al país y será duramente reprimida. La Gran Revolución Palestina será sofocada en 1939. Sin embargo, constituirá un momento importante de la lucha anticolonial y un punto de inflexión que marcará la posterior retirada de Gran Bretaña de la región.

Entre 1947 y 1948, en los años en que se aprueba la partición de Palestina y se declara el Estado de Israel, comienza un proceso de limpieza étnica – para conformar un Estado pura y exclusivamente judío – que durará hasta nuestros días, que provocó la destrucción de aldeas y poblados, la expulsión y el exilio de parte importante de la población, el intento de borrar y sepultar entre escombros toda la historia cultural milenaria de un  pueblo, el pasaje a la condición de ciudadanos de segunda para quienes lograron permanecer en el territorio, además del despojo de la mayoría de sus bienes, la puesta en marcha de todo un andamiaje legal para negar cualquier condición de ciudadanía y derechos, incluido el derecho al retorno de la población refugiada.

Si bien 1948 marca un momento traumático para toda la sociedad palestina, un quiebre en sus estructuras sociales, comunitarias, políticas y económicas con el exilio, el desplazamiento y la desposesión de sus territorios, esta maquinaria colonial expansionista no se detiene y pretende lograr el máximo de territorio con la mínima cantidad de población originaria posible. Así en 1967 se produce la Naksa, que llevó a la ocupación militar de Cisjordania, Gaza, Jerusalén Este, los Altos del Golán (Siria) y la península del Sinaí (Egipto).

Sin embargo, el pueblo palestino va a mantenerse firme en la lucha por la liberación nacional y el regreso de los refugiados -con mayor o menor intensidad según los tiempos y las tensiones internas entre quienes participan de la resistencia-, que irá adoptando diferentes estrategias y formas en las décadas siguientes. En 1987 estalla un enorme movimiento popular insurreccional, la Primera Intifada o “Intifada de las piedras”, que se extenderá hasta 1993 y que mostrará a nivel internacional el rostro colonial, militar y de falsa democracia de Israel, frente a un pueblo ocupado y armado con piedras, que aun así desafió su dominio.

Incapaz de detener la revuelta, Israel busca una salida negociada con los líderes de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) que dio lugar, en 1993, a la firma de los Acuerdos de Oslo. Más allá de lo controvertido de la firma de este “acuerdo” y de las dispares expectativas que abrió en el seno del pueblo palestino en su momento, el resultado fue demostrar, una vez más, que el sionismo no abandonaba su pretensión de apropiarse de la totalidad de Palestina. Para la OLP, sólo significó la creación de una extremadamente limitada “Autoridad Nacional Palestina”, incapaz de hacer otra cosa que devenir, paulatinamente, en una herramienta para la administración de la ocupación colonial sionista en los territorios, lo que debilitó y fragmentó a una gran organización, como venía siendo hasta ese momento la OLP. Sin dudas, los rumbos para la liberación del pueblo palestino, como el de todos los pueblos, son imposibles de recorrer sin miradas diferentes. Y la pertinencia o no de los acuerdos de Oslo no son una excepción, lo que intentamos también recoger en el dossier.

Pero la lucha del pueblo palestino por su liberación no se detuvo y pronto estalló la Segunda Intifada o Intifada de Al Aqsa (2000-2005) que pondrá al descubierto que, para el sionismo, los acuerdos sólo eran un paso más hacia la colonización total. En estos años se produce una reestructuración de la gobernanza que profundizará la colonización bajo la lógica del capitalismo neoliberal, con nuevos dispositivos militares y de seguridad, confiscación de tierras sobre todo en Jerusalén, el bloqueo a Gaza, la expansión de los asentamientos en Cisjordania con un desarrollo importante de grupos sionistas armados a modo de ejército no regular, que intercambia los papeles con frecuencia con las fuerzas militares de ocupación, la consolidación de un estado de apartheid que tiene una expresión significativa en el muro como herramienta de anexión territorial, la apropiación ilegal de recursos,  la degradación ambiental, la diferenciación territorial en términos políticos y económico, la racialización, y el disciplinamiento.

Este Etno-Estado que se establece sobre una limpieza étnica necesita la invisibilización, la negación de la población nativa, instala entonces desde el primer momento una serie de mecanismos para el borramiento y/o la exclusión del sujeto político palestino. Borrar al sujeto es también cambiar los nombres de esa geografía, de las aldeas y los pueblos saqueados y apropiados, intentar suprimir su identidad cultural a como dé lugar. Ya en la Declaración Balfour no se habla de palestinos sino de “comunidades no judías”, a las que una potencia colonial las puede desposeer de su territorio, para entregarlo a quienes aspiraban a apropiárselo.

Posteriormente, con el mito de “una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”, apelará a una falsa narrativa para justificar la empresa colonizadora. Del mismo modo que se instrumentaliza el uso del término “terrorista” aplicado a la resistencia palestina cuando desafía el destino que le pretende imponer la ocupación, no se habla de palestinos sino de árabes, no son los colonizados con el derecho legal a resistir la ocupación, sino terroristas. En los años 70 esta calificación reduccionista fue aplicada a la OLP. Ahora es a todas las organizaciones de la resistencia: a Hamas (Movimiento de Resistencia Islámica), al Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), a Jihad Islámico, al Frente Democrático por la Liberación de Palestina, a FPLP-CG, a todas las organizaciones de derechos humanos, de defensas de la infancia o de apoyo a la mujer, organizaciones que adhieran al BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones), es decir a cualquier forma de organización que de una u otra manera impugne su hegemonía. 

Por otro lado, la adopción del marco de una guerra contra el terrorismo y la deshumanización del otro les permite justificar la violencia extrema y cruel contra toda la población, por lo tanto, si califican a una sociedad entera como terrorista o “no humanos”, pueden arrasar con hospitales, escuelas, universidades, mezquitas, infraestructura pública, medios de comunicación. Retórica que también se utiliza para los niños palestinos a quienes separa del mundo de la infancia y clasifica como adultos para justificar los arrestos, violaciones e infanticidios que comete.

Esta Nakba del pueblo palestino no es más que la historia de una colonización sistemática, que perdura desde hace más de 76 años, avalada por los imperios occidentales, Inglaterra y Francia, , a quienes se suma Estados Unidos en la conformación del Estado de Israel para ser su base militar y económica, que le permita controlar la región, los pasos marítimos, las rutas de comercio y recursos estratégicos. Actualmente, el curso de los acontecimientos en Gaza, Cisjordania y Jerusalén está mostrando al mundo el verdadero rostro de Israel y sus cómplices.

Gaza hoy es el espejo de la humanidad, desafía a la humanidad, a todos los principios y consensos de derechos humanos que se establecieron después de las guerras imperialistas y que se rompieron en Gaza, desafía a la Organización de Naciones Unidas que se muestra inútil, a los gobiernos cómplices de genocidio, desafía también a los pueblos que levantan las banderas de Palestina libre desde el río al mar, a trabajadores y estudiantes a recuperar su poder como pueblos, a seguir levantando la voz, no sólo por el fin del genocidio, sino también por el fin del colonialismo, de todos los colonialismos y por nuestra humanidad.

Gaza desafía además al pueblo palestino a recuperar la identidad completa, a reforzar el derecho inalienable a la libertad, a la resistencia, cualquiera y todas las clases de resistencia que elija, incluida la lucha armada, tal como lo hicieron siempre los pueblos que luchan por su liberación. Palestina hoy como siempre enseña vida y dignidad.

A esto queremos aportar en este dossier. A mantener la memoria. A visibilizar lo invisibilizado en la resistencia política, social y cultural palestina, por la que existe y seguirá existiendo como pueblo. A develar que no se trata de un choque de civilizaciones, ni del enfrentamiento entre árabes y judíos, sino de un proyecto colonial sionista al que poco le interesa el destino del judaísmo al que dice defender. En estos artículos hay voces palestinas y voces judías antisionistas, voces de distintos lugares del mundo, que se expresan contra el proyecto colonial israelí. A develar la intervención sionista en América Latina donde, en sintonía con los Estados Unidos y al igual que en Palestina, defiende los proyectos de muerte contra los pueblos.

Imagen destacada: Nayí-Al-Alí