Effrey Amherst ciertamente no era uno de los generales retrógrados del rey de Inglaterra. Hijo de un abogado de Kent, en ascenso, se distinguía por su organización inteligente, su planificación sistemática y su pragmatismo político. Cuando fue nombrado comandante en jefe de una fuerza expedicionaria en América del Norte en 1758, pasando por alto a numerosos oficiales superiores, justificó este ascenso con la exitosa campaña contra varias fortalezas francesas. La conquista de Montreal en 1760 le valió el título informal de “Conquistador de Canadá”. Pero el hombre que ascendió hasta convertirse en comandante en jefe del ejército británico y barón en 1778 también demostró ser un visionario innovador en otro sentido. Amherst se convirtió en pionero de la guerra biológica.

El ascenso de Amherst está estrechamente relacionado con la Guerra de los Siete Años. Desde una perspectiva alemana, su personaje principal es Federico II, el Grande , de Prusia. Pero desde una perspectiva global, estaba librando más bien una guerra por poderes. Porque los verdaderos oponentes eran Francia e Inglaterra. Sus flotas y ejércitos lucharon entre sí no sólo en Europa, sino también en Asia, África y América. Los historiadores han interpretado el conflicto como una verdadera guerra mundial en la que dos imperios decidieron la cuestión de cuál sería la futura potencia hegemónica.

La Guerra de los Siete Años pasó a la historia estadounidense como la “Guerra francesa e india”. Se trataba de quién gobernaría las vastas áreas al oeste de los Apalaches: Francia, que había tomado posesión del área hasta el Mississippi como Luisiana y la veía como un territorio interior para su comercio de pieles en Nueva Francia, en el sur de Canadá. El valle de Ohio era de particular interés para los franceses, ya que el río abrió una ruta comercial navegable desde los Grandes Lagos a través del Mississippi hasta el sur profundo.

Esto chocó con los intereses de las colonias inglesas de la costa este, que, a diferencia de los puestos comerciales franceses, atrajeron a numerosos colonos. Apuntaban principalmente a la zona de los Grandes Lagos, donde había habido una pequeña guerra no declarada desde mediados del siglo XVIII. Los pueblos indios locales se vieron cada vez más atraídos hacia estos. Dado que los ingleses, a diferencia de los franceses, ocuparon todo el país, la mayoría de las tribus se pusieron del lado de los franceses, quienes también estaban felices de suministrarles armas. Cuando el rey de Prusia atacó a Austria y sus aliados Francia y Rusia con subsidios ingleses y tropas auxiliares en 1756, la pequeña guerra en Estados Unidos también se convirtió en una guerra importante.

Las promesas francesas pueden haber contribuido al hecho de que el descontento estallara en una revuelta abierta en 1763. El jefe de Ottawa, Pontiac, se colocó a la cabeza de una gran coalición que incluía a ojibway, huron, potawatomie, Ottawa, Delaware, Shawnee, Wyandot, Miami, Kickapoo, Mingos e incluso partes de los iroqueses Séneca . En la enorme zona entre los Grandes Lagos y Kentucky/Tennessee, los casi 3.000 soldados regulares británicos y las milicias coloniales lucharon a veces de espaldas a la pared, escribe Hochgeschwender. Numerosos fuertes fueron invadidos y varios miles de blancos fueron masacrados.

Amherst se sorprendió. Desde que los cherokee se habían levantado contra sus aliados británicos dos años antes, lo impulsaba una profunda antipatía hacia los pueblos nativos. Ahora se le ocurrió una idea asesina: entregar a los indios mantas infectadas con el patógeno de la viruela.

Aún no se había descubierto el virus que provocó la epidemia. Pero los europeos saben desde la Edad Media que la ropa contribuía a la infección. Los primeros exploradores y conquistadores ya habían introducido la viruela en el Nuevo Mundo. Allí sus patógenos encontraron una población que no había desarrollado ninguna inmunidad a la enfermedad. La extinción de las sociedades indias se atribuye más a las plagas europeas (pronto llegaron la malaria y la fiebre amarilla procedentes de África) que a sus armas. Las islas del Caribe quedaron prácticamente desiertas.

El objetivo de Amherst "era una verdadera campaña de aniquilación mediante la guerra biológica", escribe Hochgeschwender . Dado que se distribuyeron mantas infectadas entre los indios, el plan del general británico puede considerarse el primer intento documentado en la historia reciente de utilizar armas biológicas. Sin embargo, hay informes de la Antigüedad y la Edad Media de que los cuerpos de los muertos o de las plagas eran arrojados a las ciudades durante los asedios.

https://www.welt.de/geschichte/arti[....]Briten-die-Indianer-vernichten.html