¿Qué está al otro lado del arco iris?
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Paulina Filipiec
Paulina Filipiec 17.05.2024 12:04

¿Qué está al otro lado del arco iris?

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Fot. Julen Valverde

Dos hombres: uno español y otro polaco. Están de viaje con su hijo pequeño. De repente, alguien pregunta al niño: ¿cuál de los dos es tu padre? Y él, con una amplia sonrisa, les explica: los dos. Este es el papá y este tata. 

1.

  • WYJAŚNIENIE: w Gońcu opublikowaliśmy dziś reportaż “Co jest po drugiej stronie tęczy?” Pauliny Filipiec. Ze względu na poruszoną w nim tematykę, prezentujemy też jego hiszpańskie tłumaczenie.

Traducido por: Paulina Filipiec, Laura Bonilla Cuadrado 

El autor de todas las fotos es Julen Valverde.

Domingo, el 17 de marzo

¿Está Barcelona llena de los nuestros?

A pesar de lo bastante concurrido que está, para esta época del año, el paseo de Sant Joan, está lleno de barceloneses sonrientes. Es muy fácil distinguirlos de los turistas. Éstos miran nerviosamente el reloj, no quieren perder el autobús de vuelta a casa. Al fin y al cabo, estamos cerca de la estación Barcelona Nord, y es domingo. Ya se respira en el aire el ambiente del fin de semana que se ha escapado.

- Would you mind your business?!  - grita una mujer mayor con un marcado acento británico. Mira con desaprobación a un niño que se ríe de algo que ha visto. - Shut your mouth! - añade un poco más alto, al darse cuenta de que las palabras anteriores no han causado el efecto deseado. Ahora el niño se pone serio.

Lo que llama la atención es la gente mayor que pasa caminando lentamente. Van cogidos de la mano, charlando y observando su entorno. Les siguen cuatro amigos. Una morena de mediana estatura conduce un cochecito en el que está tumbado un bebé de varios meses. En un momento dado, se detiene y lo coloca suavemente en brazos de uno de sus amigos. Sonríe al bebé, le habla un momento y finalmente le da un beso en la mejilla.

Cuando el hombre vuelve a colocar al bebé en el cochecito, coge la mano de un moreno alto que está a su lado. Los amigos se despiden. «Hasta mañana, chicos», exclama la mujer, alejándose con su pareja hacia el centro. La pareja de hombres habla durante unos segundos más en medio de la calle. Al cabo de un rato, se abrazan y siguen adelante.

- Just shut your mouth! - la voz de la anciana inglesa vuelve a cortar bruscamente el silencio.

Co jest po drugiej stronie tęczy? [REPORTAŻ GOŃCA]

2

Sábado, el 16 de marzo

¿Cómo se compra la tranquilidad?

Konrad por fin conoció a su chico. Maciek y él se conocieron en la universidad, donde ambos investigaban como jóvenes doctorandos. Se encontraban en una situación similar: hasta el momento ninguno de los dos había mantenido una relación homosexual.

Llevaban tiempo saliendo. Konrad se lo ocultó a sus padres, Maciek al principio también, pero finalmente no pudo soportarlo y les confesó la verdad. No reaccionaron bien. Sin embargo, culparon a Konrad de todo: decían que su hijo se había vuelto gay por su culpa. Le consideraban un manipulador.

Y por último, al final del semestre, llegaron a la universidad, metieron a Maciek a la fuerza en el coche y lo llevaron de vuelta a la casa familiar para que pasara allí todas las vacaciones. No era la primera vez en su vida que se rendía completamente ante ellos, incapaz de oponer resistencia. Su madre era fuerte, dominante, sobre todo con él. Tenía 25 años, pero se sentía indefenso. Podía; pero aún no sabía cómo oponerse a ella.

Cuando, algún tiempo después, Konrad y él quisieron irse una semana a Londres, primero le confió su plan a su hermana. Por desgracia, ella se lo contó a sus padres. Poco después, ya estaban en su piso. Allí se encontraron con los dos.

- Te volaré la cabeza -  amenazó entonces a Konrad el enfurecido padre de Maciek.

Konrad, fot. Julen Valverde
Konrad

Llamaron a la policía. Discutieron durante varias horas. Maciek era incapaz de enfrentarse a sus padres. Al cabo de tres horas, Konrad abandonó el piso. Sabía que no podía seguir así. Pensó en separarse. Más tarde, su pareja le enseñó mensajes de texto de su madre. Ésta les prohibía continuar con su relación. Le escribió que, si se veían, ella vendría a Lodz y no se separaría de su hijo ni para ir al baño.

Un día Maciek visita a Konrad. Le cuenta que ya no puede más. Está emocionalmente agotado. Sabe que su madre los destruirá a los dos. No pueden llevarse bien. Maciek dice que irá a correr. Necesita desahogarse.

Dos horas después muere.

Konrad aún tiene que ir a la universidad a trabajar. Cuando su novio no regresa, sube al coche y se dirige a la universidad. Cerca del bosque, ve a unos policías inclinados sobre un cadáver cubierto con una bolsa. De él sobresalen unas zapatillas de correr. Se detiene, explica algo y le enseñan el cadáver. No recuerda nada más.

Después, se despierta en el hospital. No trabaja durante un tiempo y está ausente. Se recupera lentamente, pero se le escapan proyectos importantes. En ese momento, no aprovecha unas oportunidades profesionales que, desgraciadamente, no se repetirán más tarde.

Algo que no puede eliminar de su memoria es cómo la madre de Maciek dijo que prefería que su hijo estuviera muerto a que fuera homosexual.

Konrad cuenta esta historia sentado en uno de los pequeños cafés del barrio barcelonés de Sant Antoni. Irradia una calidez y una sensibilidad increíbles que te hacen escucharle durante horas. Dice que descubrió su orientación relativamente tarde. Incluso tuvo una novia que sospechaba que era homosexual.

- ¿Estás seguro de que no eres gay? - le preguntó un día.

- ¿Por qué? ¿Has leído Bravo Girl? - replicó él.

Sentía que ella tenía razón, pero no podía imaginarse viviendo con un hombre. No veía parejas homosexuales ni en público ni en familia. Vivir con una persona del mismo sexo, casarse e incluso bailar: todo eso le daba escalofríos y le parecía incómodo.

No podía hacer frente a la situación, así que encontró una escapatoria. La biología. El mundo de la ciencia. Se sentaba en la universidad y allí se sentía cómodo. Podía desconectar de sus emociones. Así que se instaló allí durante quince años. Se hizo profesor y puso en la puerta de su despacho una pegatina que decía: zona libre de odio.

Con el apoyo de sus colegas, se enamoró de su lugar de trabajo. Cuando, en una película para promocionar el departamento, le dijeron que eliminara una escena con un primer plano de la puerta del despacho, se sintió afectado. Aunque las autoridades universitarias se opusieron a la campaña Stop LGBT en una carta abierta, en este caso se mantuvieron firmes, escudándose en la neutralidad ideológica de la institución.

- Es una frase hecha. Si no te apetece tratar un tema, dices: es una cuestión de ideología. No nos concierne - señala Konrad.

Como su única escapatoria fracasa, encuentra otra. La escalada le fascina hasta tal punto que empieza a buscar un compañero de boulder. En una aplicación de citas, busca personas con intereses similares. Hay cuatro o cinco en todo el país.

Escribe a uno de ellos porque le gusta su descripción. Se conocen al cabo de una semana. Y entre ambos empieza a surgir la chispa

Michal se dio cuenta de su orientación mucho antes. Ya lo sabía en la escuela primaria, pero no lo entendía. Se preguntaba si era el único hombre del mundo que se sentía atraído por personas del mismo sexo.

Incluso cuando comenzó del instituto, solía entrar en una iglesia de camino al colegio. No le pedía a Dios que le curara de su homosexualidad. Simplemente intentó hablar con él, explicarle lo que sentía.

Cuando por fin se atrevió a contárselo a un compañero, éste le dio libros para hacerle dejar de sentirse así. Estudió en el Politécnico y, según admitió él mismo, sólo dos grupos lo pasaban mal allí: las chicas y los gays. A pesar de ello, se sentía cómodo. Vivía en una gran ciudad donde podía conocer a más gente como él.

Era y es el “profesor” de su familia. Su padre le preguntó:

- ¿Pero cómo hablo de tu pareja? ¿Es tu mujer? ¿Qué esperas?

Él cuenta lo sucedido con una sonrisa. En cierto modo, se alegra de que sus padres intenten comprenderlo, aunque sabe que no hablan de él con sus amigos. Viven en una ciudad pequeña y temen perder el contacto con gente que podría no aceptar a su hijo.

Él y sus compañeros se van a España a escalar. De repente, se da cuenta de que es posible vivir de otra manera. Pronto la pareja decide mudarse. Konrad tiene que dejar su trabajo en la universidad, pero tampoco se lo piensa mucho. Quieren vivir la vida al máximo.

- Buscaba un lugar donde las oportunidades para las personas LGBT no estuvieran limitadas y la actitud de la sociedad fuera positiva. Por fin no tengo que dar explicaciones sobre mi vida - afirma Michal. - Soy programador. Podría seguir trabajando a distancia y pagar impuestos en Polonia. Me habría salido más rentable. Pero prefería registrar mi empresa y pagar mucho más en Cataluña. ¿Por qué? Porque la gente de aquí no me dice que soy una persona de segunda clase. Si otros me dicen que no puedo hacer algo, les doy las gracias y sigo adelante - informa.

- ¿Qué ha cambiado? - se pregunta Konrad. - Por fin no tengo que mirar atrás. Puedo respirar, aunque lo triste es que hemos tenido que comprar la tranquilidad. Seguimos pagando un alto precio por ella. La hemos comprado dejando de tener contacto diario con la familia y los amigos. Y he tenido que renunciar a un trabajo que me encantaba - explica.

- Este es el coste que pagamos por poder seguir soñando. El sueño de una familia y unos hijos - añade Michal.

Cuando vivían en Polonia, ni siquiera se planteaban ser padres. Sabían que era imposible y demasiado peligroso.

- Me di cuenta de que quería tener un hijo y no podía tenerlo - dice Michal. - Como persona LGBT en Polonia, me puse limitaciones. Si te dicen todo el tiempo que eres una persona de segunda clase, empiezas a creértelo - afirma.

Cuando acudieron por primera vez a una reunión de la organización catalana FLG Associació de Famílies LGTBI, no daban crédito a lo que veían. Delante de ellos había cientos de parejas de un mismo sexo intentando tener un hijo. Muchos de ellos eran padres de personas ya adultas. Por fin se dieron cuenta de que no estaban solos.

Se podría pensar que encajan perfectamente en Barcelona. Se han instalado e intentan crear una familia. Cada vez hablan mejor español y catalán. Y, sin embargo, en sus miradas se percibe la nostalgia. Ya saben que no volverán. No volverán, aún menos, si tienen un hijo.

- Nunca he estado en primera línea. Nunca he caminado a la cabeza de una revolución y, ni siquiera, pienso en ello. Sólo quiero que lo que estamos haciendo dé fuerzas a alguien - comenta Michal.

El aura perezosa de una siesta española empieza a elevarse lentamente sobre la mesa. La luz del sol de la tarde ilumina los rostros de los chicos. Se hace el silencio.

- Pero aún no nos separamos, ¿verdad? Vamos - Konrad se levanta lentamente de la silla. - Te enseñaremos Barcelona.

Maciek, fot. Julen Valverde
Michał

3.

Sábado, el 16 de marzo

10:30. En Polonia el arco iris está en el barro

En 2020, se tomó la decisión de construir un Disco Polo Centre en Michałów, Podlasie. La construcción de dicha instalación costará casi once millones de zlotys. La mayor parte, unos nueve millones, procederá de fondos de la UE. El resto correrá a cargo del gobierno local.

El centro LGBT de Barcelona también se construyó gracias al dinero público. Son más de mil metros cuadrados dedicados a diversas organizaciones y fundaciones. Aquí, un equipo de psicólogos, trabajadores sociales, abogados y expertos en salud atienden a las personas necesitadas.

En la habitación número tres, situada en este mismo edificio, entran dos mujeres. Se sientan a una mesa, alegando que son extremadamente aburridas y que la reunión, prevista para dos horas, debería ser mucho más corta. Pero hablan sin parar durante mucho más tiempo y, cuando parece que están llegando al final, resulta que sólo han contado un pequeño fragmento de su historia.

- Gracias. Para nosotras fue una terapia - dice una de ellas.

Cuando Joanna confesó a su madre que era lesbiana, ésta pensó que se trataba de una rebelión adolescente tardía. Su interpretación fue la siguiente: su hija no podía encontrar un hombre, así que se interesó por la primera persona que le prestó atención: una mujer. Al cabo de un tiempo, sin embargo, dijo: «No sé si ésta es “el yerno” de mis sueños, pero al fin y al cabo eres tú quien tiene que decidir».

Joanna, Julen Valverde
Joanna

Joanna siempre ha sido ambiciosa. Estudió dos carreras e hizo un doctorado. Para relajarse, leía libros y hacía ganchillo. A los 21 años conoció al amor de su vida: Barbara, de 27 años.

- Hay que recordar que por aquel entonces tenía un trabajo pésimo y una carrera universitaria inacabada. No era una candidata atractiva en el mercado matrimonial - explica con una sonrisa.

- ¡No digas tonterías! - grita Joanna.

Las mujeres se sonríen. Una de ellas coge la mano de su pareja y la besa cariñosamente. Sus gestos parecen naturales, no forzados.

El comienzo de su relación las pone en una situación de tensión y alerta constantes. No saben a quién contárselo. No quieren exponerse a las reacciones negativas de la sociedad. Joanna tiene que acudir al baile de su doctorado. Su promotor no sabe que es lesbiana. Se da cuenta de que si va con Barbara, todo el mundo las descubrirá. No sabe cómo reaccionarán. Durante un tiempo le da vueltas a sus pensamientos, pero al final se queda en casa.

Un tiempo después, acaba en el hospital. Tiene problemas de salud. Le cuenta al médico su orientación y él se niega a hacerle un examen ginecológico.

- Cuando Joanna estuvo en los hospitales, no le dije a nadie que era su pareja -  dice Barbara. - No sabía lo que pensarían. A lo mejor lo aceptaban, pero esto podría afectarla negativamente. Teníamos que maniobrar todo el tiempo -  concluye.

- Al principio de nuestra relación, me imaginaba a Barbara en el hospital, sin poder saber si estaba viva. Se me pasaban por la cabeza escenas de la película Un hombre soltero, en la que el protagonista se enteraba de que su novio había muerto en un accidente tres días después del funeral - cuenta Joanna.

Aunque tenían un piso estupendo y buenos trabajos en Varsovia, se enfrentaban constantemente a situaciones difíciles. Empezaron a buscar una distracción y lo encontraron en Voces Gaudii, el primer coro LGBT polaco. Era su espacio. Por fin podían ser ellas mismas. No querían irse.

Entonces llegó 2020 y comenzó un ataque masivo contra los homosexuales en Polonia.

- Yo estaba pasando por un estado en el que intentaba aceptar el hecho de que, por ser quien soy, ciertas cosas no estarían disponibles para mí. No habría matrimonio ni hijos. Necesitaba tiempo para empezar a planteármelo. No podía hacerme a la idea de que ciertas cosas no se me aplicarían- dice Barbara.

- En aquel momento, nos dimos cuenta de que, aunque pudiéramos cambiar a las autoridades, nuestra situación no mejoraría lo bastante rápido - informa Joanna.

Gracias a su jefa, que tras escuchar su historia decidió ayudarla, encontró trabajo en una de las sucursales de la empresa en Barcelona.

- Me llamó y me dijo: Estoy en París, en un aparcamiento subterráneo, y llamo porque he mandado a mis hijos a comprar cruasanes. Puedes ir a España. ¿Madrid o Barcelona? Contesté que Barcelona y unas semanas después empecé a trabajar aquí - cuenta Joanna.

- ¡Y ese mismo día me descargué DuoLingo! - añade Barbara.

Cuando llegaron a Barcelona, curiosas por el nuevo lugar, salieron a pasear por las calles de la ciudad. Vieron hombres con las uñas pintadas, el edificio de un centro LGBT y parejas gays cogidas de la mano.

- ¡Aquí están los nuestros! - exclamó Joanna incrédula.

No querían irse, y menos a España. No les gustaba la cocina, no conocían el idioma y la distancia de sus casas familiares les asustaba.

- Los primeros meses fueron muy difíciles. Lo convertimos todo en zlotys. Pero entonces la inflación empezó a hacer estragos en Polonia y ya ganábamos en euros - cuenta Barbara.

Las cosas empezaron a irles bien. Compraron un sofá nuevo y decoraron el piso con flores. Salían a pasear, se cogían de la mano y, por fin, dejaron de calcular.

- Coleccionamos plantas y libros - cuenta Barbara con una sonrisa. - Hace poco, fuimos de compras y subieron al autobús dos hombres con un gran monitor. Se sentaron uno al lado del otro, compartieron auriculares, susurraron palabras tiernas y ¿sabes lo que pensé? - pregunta. - ¡Qué maricones más guapos!

La mujer saca un sobre verde de su bolso. Juega un momento con él en las manos y luego lo abre. Una invitación para Michal y Konrad. Es preciosa. Diseñada por Joanna.

- Nos vamos a casar - exclama emocionada.

No hubo compromiso. Simplemente descubrieron un día que el procedimiento era más fácil de lo que habían pensado y tomaron la decisión. Hacía tiempo que sabían que eso era lo que querían. Igual que sabían que querían ser madres.

- Cuando nos enteramos de que íbamos a vivir en España, comprobamos inmediatamente si era posible tener un hijo aquí - cuentan.

- Si pudiera decidir la manera de la que formar mi familia, elegiría la adopción. Pero tenemos una edad en la que tendríamos que adoptar a un niño de pocos años que ya hable español. No creo que nunca podamos aprender el idioma lo suficientemente bien como para criar a un nativo sin problemas - dice Joanna. - Lo más bonito de la maternidad es aprender sobre el mundo de tu hijo. Hay tantas cosas interesantes aquí... Estaría muy bien tener a alguien a quien podamos enseñárselo - añade al cabo de un rato.

No se consideran heroínas. El traslado, al menos para Barbara, se ha convertido en un símbolo de fracaso.

- Es casi egoísta huir. No todo el mundo está en la situación en la que estamos nosotras: tener suficiente dinero, hablar un idioma y contar con la competencia o la experiencia necesarias para encontrar un trabajo en el extranjero. En mi opinión, las personas LGBT que se quedaron en Polonia y han formado su familia allí son héroes. Nosotras nos rendimos - admite.

Saben que no volverán a Polonia, y menos aún si están criando a un niño.

- Con la normativa actual esto es imposible. El Registro Civil polaco no transcribirá un certificado de nacimiento español con dos madres y no asignará un número PESEL. Un hijo de padres polacos no tiene base para obtener la ciudadanía española hasta que se demuestre ante un juzgado que no puede obtener la polaca, lo que lleva entre 3 y 5 años. Así que, durante ese tiempo, serían apátridas y no podrían viajar con seguridad a través de la frontera - dice Joanna.

Aunque su día a día es mucho más tranquilo, echan de menos a su familia y la música.

- Echo de menos el coro. Tuve que dejarlo para estar en un lugar donde el médico no pone problemas cuando se entera de que estoy con una mujer - dice Joanna.

- En Polonia, el final del arco iris está en el barro. Tuvimos que coger nuestro arco iris, trasladarlo y ponerlo en un lugar nuevo, completamente desconocido. Tuvimos que esforzarnos mucho. ¿Y sabes qué? Es una mierda - añade Barbara.

Las mujeres no entienden por qué en Polonia las cosas más sencillas se convierten en un problema cuando quieren hacerlas juntas. Cuando se les pregunta cuál es su mayor sueño, piensan durante un largo momento.

- Normalidad. Aceptación - oigo.

Unos segundos después, cuatro hombres entran en la pequeña habitación número tres. Joanna y Barbara se levantan. Un sobre verde pasa de mano en mano. Todos son cordiales entre sí. Sólo se puede sospechar que se conocen desde hace mucho tiempo.

Finalmente, el sobre llega a Konrad y Michal. Los hombres leen la invitación, se miran y se vuelven hacia las mujeres:

- ¡Genial! Va a ser divertido.

Alguien sostiene una caja de pasteles de una pastelería cercana. Otro felicita el cumpleaños. Todo el grupo, hablando un poco de español y un poco de polaco, comenta los acontecimientos de los últimos días. Salen al exterior y los rayos del sol iluminan sus rostros.

La habitación número tres se va quedando vacía. Sólo las últimas palabras de Joanna y Barbara resuenan entre las paredes.

Normalidad. Aceptación.

4.

Viernes, el 15 de marzo.

Este es tata y este papá

- Witaj! Dzień dobry! - grita un hombre alto con un marcado acento español.

Guapo y bien vestido, rellena uno de los formularios que están sobre la mesa. Habla en catalán con el recepcionista, pero poco después se pasa al español. Va de puerta en puerta explicando para qué sirve cada habitación del edificio.

Es el vicepresidente de FLG - Associació de Famílies LGTBI, una organización con dos objetivos principales. En primer lugar, ayudar a las personas LGTBI que quieren formar una familia. Y, por otro lado, enseñarles a enfrentarse a los problemas que puedan surgirles a la hora de ser padres.

- Queremos mostrar que hay distintos tipos de familia. Hemos enviado libros gratuitos sobre diversidad sexoafectiva y familiar a casi mil colegios sólo en Cataluña - explica.

Este tipo de acciones están subvencionadas en un 60% por la Diputació de Catalunya. La Associació de Famílies LGTBI agrupa a casi 700 personas: padres, madres, descendientes y personas que quieren criar a hijos.

Luchan constantemente por la inclusividad.

- Nuestras familias son una minoría dentro de una minoría. Queremos ser visibles - explica.

La pareja de Ramón es un hombre de origen polaco. Se conocieron hace quince años, cuando Mirek aún estudiaba y trabajaba como ingeniero. En aquel momento no hablaba bien español, pero se enamoraron.   

El español era mayor y sabía muy bien lo que quería de la vida. Se imaginaba siendo padre. Por aquel entonces, no pensaba mucho en las relaciones y, según confiesa, encontrar una pareja estable le parecía imposible.

- ¿Y cómo es Mirek? - le pregunto.

- Es muy guapo. ¡Los polacos son hermosos! - responde, avergonzándose un poco.

Cada vez que habla sobre su marido, la expresión de su cara cambia suavemente. Se vuelve aún más animado que normalmente, gesticulando mucho. Es modesto y, al mismo tiempo, increíblemente educado.

- Crecí aceptando mi orientación. Sabía que iba a tener hijos. El reto era averiguar cómo hacerlo - dice. - Para Mirek, el mayor problema fue vivir con su sexualidad, aceptarla y luego hacérselo saber a su familia – admite.

Ramón señala las diferencias entre España y Polonia. Habla del largo camino que tienen que recorrer las personas LGBT en nuestro país.

- Los polacos que intentan tener hijos aquí rondan los cuarenta años - explica. - Han tenido que enfrentarse a mil desafíos para poder pensar en ser padres. Por otra parte, suelen ser personas adineradas y educadas. Deciden mudarse y pasar por un proceso costoso, así que deben tener recursos - dice.

Cuando, finalmente, Ramón y Mirek decidieron ser padres, sabían que tenían que encontrar a una mujer que estuviera presente en la vida de su hijo. En su caso, todo el proceso fue muy largo. Leyeron mucho, se orientaron y luego encontraron una agencia que les ayudó con todos los trámites.

Ramón, fot. Julen Valverde
Ramón

Se fueron a Estados Unidos. Aunque todo el procedimiento era sin duda más caro allí, buscaban a alguien que no lo hiciera por motivos económicos.

Allí conocieron a Teresa, la mujer que dio a luz a sus dos hijos.

- Nuestro primer hijo se desarrolló correctamente hasta las 20 semanas - dice Ramón. - Entonces los médicos descubrieron que tenía una malformación del pie. Teresa estaba muy asustada y todo el mundo nos preguntaba si decidiríamos abortar. No lo veíamos posible – admite.

Hablaban con ella casi todos los días. Cuando iba al médico, se ponía en contacto con ellos a través de uno de los comunicadores y les mostraba lo que ocurría. Cuando se acercaba la fecha del nacimiento, viajaron a Estados Unidos para estar con ella. Los padres de Ramón estaban maravillados. Llevaban mucho tiempo soñando con tener nietos.

Mirek, sin embargo, no se lo dijo a su familia. Tenía miedo. Finalmente, un día se armó de valor, los llamó y les confesó toda la verdad.

Unas cuantas horas después nació su primer hijo.

- Teresa estaba muy tranquila - dice Ramón.  - Ese día nos mandó de excursión a una mina. Antes de entrar nos dijeron que no habría cobertura. Entonces bromeé con Mirek: imagínate si ahora pudiera dar a luz. Cuando salimos y encendimos nuestros teléfonos, vimos un mensaje de texto. ¡Había roto aguas! - recuerda.

En el nacimiento del segundo hijo ya estaba presente toda la familia. Ramón y Mirek se llevaron a su hijo mayor a Estados Unidos, para que viera cómo era todo el proceso.

- Recuerdo que fuimos a verla cuando estaba ingresada en el hospital. Tenía contracciones, pero estaba muy tranquila. Nos pusimos a ver la televisión. Al rato nos dijo que fuéramos a cenar, pero ya no le hicimos caso - afirma entre risas Ramón. - Esta vez nos ordenó lo que teníamos que hacer cada uno: tú cógeme la mano, tú corta el cordón umbilical - recuerda las palabras de la embarazada. - Es extraordinaria. Es una mujer grande y fuerte – dice.

Aunque ha pasado mucho tiempo desde que nacieron los niños, siguen manteniendo un gran contacto con Teresa. La visitan y hablan a menudo por messenger. - Si los chicos tienen preguntas sobre su origen, les decimos: bueno, podemos llamar a Teresa, podéis hablar con ella - informa.

Viajan mucho. Ya han estado en las principales ciudades de Europa, pero también en Polonia: Cracovia, Varsovia y Gdansk. Han visitado varias veces el sur del país. Incluso descendieron por el río Dunajec en barca.

- Nos sentamos en primera fila y el barquero no dejó de mirarnos durante todo el viaje - cuenta Ramón. - Le resultaba muy difícil entender nuestra situación. Mi hijo me hablaba en catalàn y a mi marido en polaco. Cuando terminó el viaje en barca, le preguntó: Vale, pero ¿cuál es tu padre? Mi hijo sonrió y dijo: los dos son mis padres. Este es el papá y este es el tata - recuerda Ramón. - ¿Por qué? Porque viene de un país donde eso es algo de lo que sentirse orgulloso, no avergonzado. Porque sabe que en España se puede hablar de ello. Además, tiene dos padres activistas - señala.

Ramón sonríe ampliamente. Se enteró de la existencia de la fundación por casualidad hace unos años. Iba a colaborar allí poco tiempo, pero se quedó mucho más. Antes de que se diera cuenta, estaba asistiendo a conferencias con destacados políticos europeos. Le llaman el chico que sirve para todo.

- Si tienes una familia, debes estar orgulloso de ella. De lo contrario, tus hijos pensarán que tiene algo de malo, de vergonzoso. Eso sólo puede causar problemas - afirma.

Aunque sus hijos llevan varios años yendo al colegio, Ramón dice que nunca se han encontrado con situaciones desagradables por parte de sus compañeros. Pero hay que tener en cuenta que viven en una de las ciudades europeas más liberales. - En Polonia probablemente no sería así - admite.

Ramón tiene razón. Según la legislación polaca, ni siquiera son una familia. Cuando salen de las fronteras de España, se convierten en completos extraños. Exactamente como si alguien hubiera pulsado un botón invisible, privándoles de sus derechos básicos.

- Cuando me encuentro con parejas homosexuales polacas que quieren criar a sus hijos, siempre les digo: tenéis que cambiar el chip. Tenéis que ser previsores y saber que habrá muchos problemas, porque os espera un proceso arduo - afirma. - Veo que si algo no les funciona, tardan mucho tiempo en pensar en el siguiente paso. No pueden permitirse hacer eso. Tienen que ver la meta y trabajar para conseguirla. A pesar de todo - subraya. – Es importante que la lucha por los derechos que ya tenemos debería ser constante. Si no luchas, puede que te quiten algunos. Miremos a Estados Unidos o Polonia, y no permitamos que nos cierren la boca.

Tagi: LGBT Hiszpania