Esquerra expulsa a Junqueras

Opinión | Al Azar

Esquerra expulsa a Junqueras

Oriol Junqueras.

Oriol Junqueras. / EP

Oriol Junqueras escribe cartas sentimentaloides a la ciudadanía y abre procesos de reflexión sobre su adiós, como Pedro Sánchez. Las invocaciones conyugales del presidente del Gobierno se ven incluso superadas por el himno clerical «hermanados todos y todas en la voluntad de ser y de vivir en armonía» del presidente de Esquerra Republicana, que se presentaba como dueño del partido teóricamente asambleario. Esta introducción parece dura, hasta que se comprueba que el político que se pasó cuatro años en la cárcel en nombre de su empresa recibe ataques más feroces que Vox, por parte del independentismo que abandonó so pretexto de «ampliar la base».

Junqueras confesaba sin rubor que le ha propinado la proverbial patada al CEO de su partido, porque «estos no son los resultados que nos esperábamos» en las catalanas del pasado domingo. La expulsión de Aragonès del paraíso se resuelve con el equivalente en los despidos del «emprende nuevas iniciativas privadas», que aquí es «lo honra su gesto de dejar la primera línea». A cambio, el presidente de ERC quería condenar a sus cada vez más escasos feligreses a mantenerlo al frente, bajo el eufemismo «todos sabemos que podemos ser el último y el primero». No se esperaba las reacciones en redes de sus correligionarios, que lo han aplastado con la furia ausente en los periodistas tibios.

La Cataluña fraternal inventada por Junqueras le dio el domingo un portazo, y fracasa ahora en su pretensión de devolver a ERC a la docena de diputados en el Parlament que facilitan un control férreo. Dos años atrás, me endilgó el tópico de que «la derecha crea independentistas con más eficacia que nosotros». En un somero análisis de los resultados electorales, cabe corregir en que «Esquerra crea españolistas con más eficacia que el PP». A Junqueras le robaron injustamente cuatro años de su vida. Tenía derecho a recuperar el pasado, pero no a arrastrar a tiempos pretéritos a un partido menguante que lo expulsa por vivir de espaldas a la realidad. 

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