Estados Unidos no espera grandes cambios en Irán mientras acelera un pacto de Defensa con Arabia Saudí | Internacional | EL PAÍS
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Estados Unidos no espera grandes cambios en Irán mientras acelera un pacto de Defensa con Arabia Saudí

El acuerdo con Riad está “semifinalizado”, según Washington, que ha ofrecido “condolencias oficiales” a Teherán por la muerte del presidente Raisí

accidente del presidente irani
Los restos del helicóptero en el que viajaba el presidente iraní, Ebrahim Raisí, tras el accidente.West Asia News Agency (via REUTERS)

Estados Unidos tardó horas en emitir una reacción oficial a la muerte del presidente iraní, Ebrahim Raisí, y su comitiva. Cuando lo hizo, fue para ofrecer “condolencias oficiales” en los términos más fríos posibles, y para rechazar categóricamente las acusaciones de Teherán de que pudiera tener algún tipo de responsabilidad en la caída del helicóptero. Con Oriente Próximo en medio de graves tensiones por la guerra en Gaza, y cuando ultima con Arabia Saudí un acuerdo de Defensa que protegería a Riad de su gran adversario regional, Washington no espera grandes cambios en el proceso de transición en Teherán, pero mantiene un ojo muy atento ante cualquier factor que pueda desencadenar una escalada en las tensiones.

“Estados Unidos ofrece sus condolencias oficiales por la muerte del presidente iraní, Ebrahim Raisí, el ministro de Exteriores Hosein Amirabdollahian, y otros miembros de su delegación en una caída de helicóptero en el noroeste iraní. Mientras Irán elige un nuevo presidente, reafirmamos nuestro apoyo al pueblo iraní y su lucha por los derechos humanos y las libertades fundamentales”, indicaba en un comunicado el Departamento de Estado. El sucinto documento venía firmado no por el jefe de la diplomacia estadounidense, sino por su portavoz, Matthew Miller.

El Gobierno estadounidense no considera que la desaparición de Raisí o Abdollahian vaya a tener grandes efectos en la política exterior iraní. El presidente ultraconservador, responsable de la muerte de miles de opositores políticos en los años ochenta, estaba considerado un probable candidato para suceder al líder espiritual del régimen, Alí Jameneí -en el cargo desde 1989- pero no cumplía un gran papel en la política interna o el área exterior de gobierno. “Su autoridad estaba constreñida por el líder supremo iraní, a quien corresponde el máximo mando en la República Islámica”, recuerda Jonathan Panikoff, del think tank Atlantic Council.

Estados Unidos insiste en que, de momento, todo continúa como estaba. “Vamos a seguir haciendo que Irán rinda cuentas por su comportamiento desestabilizador en Oriente Próximo, que continúa hasta el día de hoy”, prometía este lunes el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Kirby.

Los dos países son adversarios irreconciliables —en torno al programa nuclear iraní, el apoyo de Teherán a milicias radicales islámicas, las violaciones de los derechos humanos en Irán y la cercanía cada vez mayor del régimen hacia Rusia y China, entre otras cosas— pero comparten interés en que la volátil situación en Oriente Próximo no se complique.

Ambos ya vivieron un momento de cercanía al abismo en abril, cuando Irán trató de golpear Israel con centenares de drones y misiles como represalia al ataque de ese país contra su consulado en Damasco y aviones estadounidenses salieron en apoyo de su aliado para derribar la mayor parte de aquellos proyectiles. Washington y Teherán han mantenido contactos informales desde entonces para tratar de evitar nuevas escaladas que pudieran hacer estallar un conflicto regional de consecuencias impredecibles.

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La semana pasada ambos gobiernos mantuvieron conversaciones indirectas en Omán, las primeras desde enero. En ellas, Estados Unidos estuvo representado por su enviado para Oriente Próximo, Brett McGurk, y su representante para Irán, Adam Palley. En esas conversaciones bajo intermediación omaní, Washington trataba de convencer a su antagonista de la necesidad de controlar a las milicias a las que Irán ayuda en la región con armas, financiación y adiestramiento, y que desde el comienzo de la guerra en Gaza han aumentado sus acciones hostiles contra las tropas estadounidenses en el mar Rojo, en Irak o Siria.

En un gesto conciliador, y después de que voces en Irán acusaran a Estados Unidos de responsabilidad en el incidente por sus duras sanciones que impiden el suministro de repuestos adecuados, Irán ha apuntado a algún tipo de fallo técnico como la causa de la caída del helicóptero, un aparato estadounidense que llevaba más de medio siglo en circulación. También, según Miller, había pedido a Washington ayuda para localizar el aparato aunque “principalmente por razones logísticas no pudimos proporcionar esa asistencia”, señalaba el portavoz.

Washington, por su parte, ha declarado una y otra vez que no ha tenido nada que ver en el accidente. “Estados Unidos no jugó ningún papel en esa caída”, insistía el secretario de Defensa, Lloyd Austin. “Seguimos supervisando la situación pero no tenemos ningún indicio hasta ahora sobre la causa” del incidente, “muy desafortunado”, añadía el responsable del Pentágono.

El incidente sí sirve de aviso para el Gobierno en Washington, apuntaba Brian Katsulis, del think tank especializado en Oriente Próximo Middle East Institute, en una videoconferencia el lunes. “Es otra llamada de atención para la política exterior estadounidense” sobre “los desafíos que Irán presenta hoy día y los desafíos que va a representar en el futuro a corto plazo, no solo a los intereses de seguridad de Estados Unidos, sino también a la seguridad regional más amplia”.

La muerte de Raisí llega en un momento clave para Estados Unidos en la región. El consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, de gira por la zona, acababa de completar una visita a Riad para tratar de cerrar las negociaciones para un pacto de Defensa con su aliado árabe. Un pacto bilateral en el que Riad aspira a un acuerdo para colaborar en un programa de energía nuclear civil y un acuerdo de defensa mutua.

Ese pacto sería parte de un acuerdo más amplio, por el que Estados Unidos aspira a que Israel y Arabia Saudí aprueben la normalización de sus relaciones diplomáticas. Un paso que consolidaría una red de protección frente a Irán y que Washington espera que abriera el camino para la futura puesta en marcha de un Estado palestino. La oposición frontal del Gobierno del primer ministro Benjamín Netanyahu a cualquier tipo de soberanía palestina bloquea, al menos por el momento, el proyecto trilateral más ambicioso, por lo que Washington ha optado por centrarse en el acuerdo bilateral con Riad.

“Jake ha podido lograr progresos significativos en los elementos bilaterales de lo que creemos que sería un acuerdo verdaderamente histórico, que llevaría a una mayor integración en la región”, apuntaba Kirby este lunes.

El acuerdo ya está “semifinalizado”, según el portavoz, que no obstante no quiso poner fecha a cuándo podría anunciarse como cerrado por completo.

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Sobre la firma

Macarena Vidal Liy
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Previamente, trabajó en la corresponsalía del periódico en Asia, en la delegación de EFE en Pekín, cubriendo la Casa Blanca y en el Reino Unido. Siguió como enviada especial conflictos en Bosnia-Herzegovina y Oriente Medio. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid.
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